Presumía el PNV desde tiempos inmemoriales de ser un partido predecible. Fiable. De certezas. Enemigo de los sobresaltos y los experimentos. Gente de orden, en suma. Quizás aburridos por momentos, eso sí, pero de orden. No obstante, eso se acabó. O, mejor dicho, se ha acabado en los últimos dos meses, cuando los jeltzales -sus dirigentes, para ser exactos- han mutado en lo contrario.
Esta metamorfosis empezó el pasado 24 de noviembre, al filtrarse que, contra todo pronóstico, la dirección peneuvista prescindía para las elecciones autonómicas de 2024 del todopoderoso lehendakari, Iñigo Urkullu, doce años en Ajuria Enea le contemplan, comodín electoral que parecía imparable, político más conocido y mejor valorado de Euskadi.
En los 'batzokis'n todavía estaban en 'shock' cuando, veinticuatro horas después, nuevamente por sorpresa, saltándose así los cauces siempre ceremoniosos y metódicos de la formación, la dirección se reunía de urgencia y designaba como candidato a la Lehendakaritza -aunque oficialmente eso será este 27 de enero- a un desconocido para el gran público como Imanol Pradales. Quedará en los anales del periodismo, por cierto, cómo el propio PNV tenía que informar a los medios de quién era el elegido para que pudiéramos elaborar perfiles rigurosos sobre su vida...
Si los jeltzales siguen así, dando tumbos y jugando a ser lo que no son, es imposible que les vaya bien en las urnas
La guinda de las sorpresas llegaba este lunes. Tras un encuentro que parecía protocolario entre el lehendakari Urkullu y la diputada general de Bizkaia, Elixabete Etxanobe, llegaba la bomba: el Guggenheim de Urdaibai quedará en hibernación durante dos años. De manera que el proyecto estrella del PNV para el territorio donde gobierna plácidamente, una idea ambiciosa que lleva tres lustros en marcha, puede quedar en agua de borrajas.
Agur, certezas. Kaixo, sorpresas. ¿Qué será lo próximo que nos tienen reservado Andoni Ortuzar, Itxaso Atutxa y compañía? ¿Volverán a ser posibles socios del PP si necesitan sus votos tras los comicios? ¿Convocará Urkullu esa cita con las urnas en Semana Santa? ¿Recuperarán el Plan Ibarretxe? ¿Cambiará el PNV la sede de Sabin Etxea por otra en el nuevo San Mamés? Casi todo, menos lo último, parece posible a estas alturas.
La duda estriba en por qué los mandamases peneuvistas de repente se las gastan así. Lo más simple sería apuntar a que cunden los nervios ante el posible sorpasso de EH Bildu que pronostican sondeos como el de este periódico. Lo más maquiavélico sería creer que tal vez se trate de una disputa interna que permea en todo lo que hace el PNV. Quizás sea una mezcla de ambas cosas. O pura casualidad. Pero lo seguro es que, si los jeltzales siguen así, dando tumbos y jugando a ser lo que no son, es imposible que les vaya bien en las urnas.