Yolanda Díaz, en un mitin con candidatos de Sumar en Vitoria. EFE/ David Aguilar

Yolanda Díaz, en un mitin con candidatos de Sumar en Vitoria. EFE/ David Aguilar

Opinión

Taza y media

29 enero, 2024 05:00

En las ultimas semanas se ha entablado un diálogo de sordos más que estruendoso, entre la Vicepresidenta Yolanda Díaz y el presidente de la CEOE Antonio Garamendi. El tono y la crispación ha ido subiendo decibelios conforme pasan los días, y sin que se hayan sentado a hablar, ya que hasta donde sabemos se dirigen el uno al otro a través de los medios de comunicación.

El enfado del presidente de la patronal no sorprende, puesto que mientras Díaz habla de diálogo con los agentes sociales anuncia que las decisiones van a tomarse sí o sí, a tres bandas, dos o por el 33. Lo cierto es que ese tipo de afirmaciones dejan poco margen, o más bien nada, para poder sentarse tranquilamente y dialogar sobre asuntos que son sin duda, de alto impacto.

Las propuestas de la Vicepresidenta sobre reducción de la jornada laboral, el incremento del Salario Mínimo Interprofesional o su cuestionamiento sobre el salario de algunos empresarios, son de calado suficiente como para afrontar una negociación sosegada y sobre todo, con datos y analizando los pros y los contras de las distintas opciones. Las prisas son malas consejeras en casi todo, pero cuando se habla de las cosas del comer, todavía más.

El primer anuncio, porque eso es lo que fue, un anuncio por parte de Yolanda Díaz, nos hacia saber que el SMI se incrementaba un 5%, tras haberse alcanzado un acuerdo con los sindicatos y en ausencia de la patronal. Después nos sorprendió con unas declaraciones en las que ponía en entredicho los salarios de algunos ejecutivos, deslizando la posibilidad de toparlos. Tela. Suena a intervencionismo puro y duro. Y lo último hasta el momento, es la reducción de la jornada laboral, que de acuerdo con lo expresado por la ministra, le gustaría sacar adelante con el beneplácito de los agentes sociales, pero que si no es así, la sacará también. Pues poco más que añadir, poco más que debatir y prácticamente nada que negociar.

Menos mal que todo esto se encuentra cerca de eso que llama diálogo social porque si llega a llamarse de otra forma, estamos apañados.

Las propuestas de Yolanda Díaz sobre el salario mínimo y la reducción de jornada son de calado suficiente como para afrontar una negociación sosegada

Introducir cambios de calado en las relaciones laborales y hacerlo sin consenso, tiene mucho peligro. Prescindir a la hora de hacer ese tipo de cambios de quienes representan a las empresas es pernicioso, y a la larga puede tener consecuencias nefastas. Hacerlo cuando es la propia patronal quien admite, y esto no suele ocurrir, que está dispuesta a incrementar el salario mínimo y que se puede hablar de la reducción de jornada, no parece una decisión acertada.

Son las empresas, todas y cada una de ellas, las que tienen que poner en marcha esas medidas, que evidentemente tienen coste. Ya se ha dicho por activa y por pasiva que son muchas las ventajas de incrementar el SMI pero que también tiene inconvenientes, no por la destrucción de empleo que es el argumento que algunos usan, sino porque no se construye, que no es lo mismo.

Respecto a la reducción de la jornada laboral, está muy bien porque nos permite, en general vivir mejor, y además ganando lo mismo, pero ¿quién paga la ronda? Evidentemente entre todos. Si se trabaja menos ganando lo mismo, o se recortan los servicios, o se incrementan los precios. No hay muchas más fórmulas, sin olvidar que el recorte de la jornada, no tiene por qué suponer crecimiento del empleo.

Prescindir a la hora de hacer ese tipo de cambios de quienes representan a las empresas es pernicioso

Y a todo esto, falta por escuchar alguna palabra de aliento a los emprendedores, a los empresarios, a los autónomos que son los que arriesgan, los que apuestan, los que generan empleo y los que van a tener que tomar decisiones para aplicar lo que les venga impuesto.

Lo harán como puedan para seguir sacando adelante su negocio, negocios que en el 90% de los casos son pequeñas o pequeñísimas iniciativas empresariales, en las que el 1 de cada mes se levanta la persiana para ver cómo se salvan los muebles.

Así que determinar café para todos sin tener en cuenta que cada sector y cada empresa es un mundo, puede sonar muy bien porque nadie está en contra de que todos ganemos más y trabajemos menos, pero tiene y tendrá consecuencias. Aquello de si no quieres taza, taza y media no es bueno para nadie. Sin empresas, no hay empleo.