Dani Alves / ALBERTO ESTÉVEZ - EFE

Dani Alves / ALBERTO ESTÉVEZ - EFE

Opinión

Pregunta por Ángela

29 febrero, 2024 05:00

A estas alturas se han vertido ya cientos de opiniones en torno a la sentencia que condena al futbolista Dani Alves por violar a una mujer en el baño de la discoteca Sutton de Barcelona. Más allá de si es justa o no, de si podía haber sido mucho más cuantiosa o del papel que han jugado los 150.000 euros que el agresor ofreció a la víctima como reparación del daño antes del juicio, quiero referirme a las personas con las que esta mujer se encontró en los minutos siguientes a la violación y en los protocolos que pueden cambiarlo todo. 

Así ha sido en este caso. Que la discoteca Sutton estuviera adherida al Protocolo No Callamos impulsado por el Ayuntamiento de Barcelona y que las personas que en ese local trabajan estuvieran formadas en atención a las víctimas de violencia sexual ha sido clave en el juicio para la condena del sentenciado. 

Cuando la mujer abandonaba el local en compañía de su prima y su amiga, se cruzó con un responsable de seguridad que al verla llorar le preguntó si tenía mal de amores. La respuesta fue que era mucho más grave que eso, por lo que ese trabajador, dando veracidad a lo que la mujer decía, avisó al responsable de sala y pusieron en marcha el protocolo. En ese mismo momento pasó por allí Alves, sin mirar siquiera a la mujer con la que hacía unos minutos había mantenido relaciones sexuales “consentidas” según sus palabras. Se sentía infalible, seguro, impune. Por eso no miró a la víctima. 

De cómo reaccione la primera persona que una víctima se encuentre depende el desarrollo del caso, de su educación sexual, de su formación y de su conocimiento de las distintas formas de actuar que tienen las agredidas. Hay cuestiones comunes, pero en estado de shock no todas responden de la misma manera. 

Afortunadamente, la víctima de Alves se topó con personas implicadas en la lucha contra la violencia sexual y el protocolo del local se activó. Esto supuso dar prioridad a la víctima y no dejarla sola en ningún momento, respetar sus deseos ofreciéndole asesoramiento e información sobre sus posibilidades de actuar y no insistir en la denuncia sino poner a su disposición el trabajo de asociaciones y especialistas que pudieran echarle una mano. Además, tal y como recoge el protocolo No Callamos, se preservó la intimidad de la víctima y se evitó la complicidad con el agresor mostrando un absoluto rechazo. 

Son todas estas cuestiones fundamentales, más cuando el ahora condenado era un habitual de la discoteca y de la mesa 6, mesa con acceso a otra sala con baño, copas y sofá. Durante el juicio se evidenció que era un usuario asiduo de esa mesa y que un solo gesto era suficiente para que alguien de la sala invitase a mujeres a sumarse a su fiesta. Evidentemente, esas mujeres deben tener la absoluta libertad para acceder a sentarse en su mesa, charlar y hacer lo que les plazca con el debido consentimiento. Pero en el caso que nos ocupa no hubo ese consentimiento y ha quedado demostrado

Son muchas las discotecas que disponen de un protocolo de estas características. Lo importante es que quienes en ellas trabajan no miren para otro lado cuando una mujer cuenta que le han agredido sexualmente. 

En Reino Unido funciona desde 2016 "Ask for Angela" (Pregunta por Ángela). Se trata de una iniciativa que combate las agresiones sexuales a mujeres cometidas en bares y discotecas. Una de las principales medidas del protocolo internacional Nighlife se basa en la colocación de carteles en los baños de mujeres con el aviso: ¿Estás siendo acosada o te sientes incómoda? Ve a la barra y pregunta por Ángela. Es algo similar a una contraseña que sirve para alertar de la situación en la barra del establecimiento y activar el protocolo de seguridad sin que el acosador lo perciba. 

En el caso Dani Alves, las personas que atendieron a la víctima por primera vez y que dieron la voz de alarma han sido claves. No mirar hacia otro lado, acompañar, no juzgar, escuchar, no exigir, ofrecer ayuda, no minimizar lo ocurrido y asesorar sobre la ayuda necesaria para afrontar lo que viene después, el proceso de recuperación de la mujer, su restauración y por desgracia en muchas ocasiones, la revictimización

El problema no es la noche, ni la fiesta, ni el ligoteo, ni las relaciones. El problema son los agresores. No hay más culpables. 

Por cierto, mañana 1 de marzo llega a la plataforma Netflix el documental "No estás sola. La lucha contra La Manada". Almudena Carracedo y Robert Bahar se han ocupado durante tres años y medio de recopilar toda la documentación en torno al caso y llevarlo a la pantalla. Al hilo de la implicación de las personas con las víctimas de agresiones sexuales, en este trabajo se destaca especialmente la labor del agente de la Policía Foral de Navarra Pablo de la Fuente. Él fue quien recibió los móviles de José Ángel Prenda, Jesús Escudero, Antonio Manuel Guerrero, Ángel Boza y Alfonso Cabezuelo.

El agente foral pasó muchas horas descifrando sus terminales y su implicación total y absoluta fue determinante para saber qué pasó exactamente aquella trágica noche de San Fermín. Pero también para encontrar otras víctimas de la misma manada mediante un concienzudo examen de cada frase, cada imagen y cada emoticono. Sin él, probablemente el caso de la joven violada reiteradamente en un portal de Pamplona y otra joven a quienes los mismos agresores violaron en Córdoba hubieran discurrido de otra manera. 

Personas ayudando a personas. Sí, es su trabajo, pero se puede hacer de muchas maneras. Incluso no hacer. 

Gracias a quienes no apartan la mirada, a quienes no miran hacia otro lado.