Esta vez las encuestas han andado más atinadas. Euskadi volverá a repetir el gobierno bipartito entre PNV y PSE, pese al gran despegue de EH Bildu en las elecciones autonómicas. Tendrán que esperar para tocar poder en Lakua, algo que la izquierda abertzale también asumía. No le ha valido aglutinar casi todo el voto de la izquierda confederal, a la que conseguir un solo parlamentario le debería llevar a una reflexión muy profunda.
El PNV, que internamente ha admitido que su candidato inició muy flojo la campaña electoral, confiaba en la remontada en la semana final. Sus cuadros han hablado los últimos días, con resignación, de cambio de ciclo político en Euskadi y conservar el poder otros cuatro años en el Gobierno vasco ha causado un gran alivio en las filas peneuvistas. Otro cantar serán las siguientes municipales y forales, donde se enfrentan al serio riesgo de quedarse sin dos de las tres diputaciones en beneficio de EH Bildu. Pero eso será dentro de tres años y, viendo como evoluciona la política, cualquier cosa puede pasar.
Y el PNV debería mirarse lo ocurrido en Urdaibai, en la que la oposición social al controvertido museo Guggenheim le ha hecho mucho daño. Es significativo que por vez primera no haya protagonizado ningún mitin en la comarca. En Gernika, uno de los municipios cabecera, EH Bildu le ha arrebatado el primero puesto con más de 200 votos por encima, cuando hace cuatro años los peneuvistas lograron casi mil votos más que la izquierda abertzale.
Al PSE los resultados le satisfacen porque conserva la mayoría absoluta con los peneuvistas. Y especialmente haber conseguido dos parlamentarios más y la pérdida de cuatro asientos del PNV le sitúa ya con más consejerías que las tres que ha tenido en la anterior legislatura. Aunque siempre se dice lo contrario, la realidad es que ambos partidos ya han mantenido contactos en los últimos meses sobre el reparto de los departamentos, en previsión de los resultados confirmados este domingo.
EH Bildu quería ganar en parlamentarios y, en el mejor escenario, también en votos. No lo ha conseguido. Sus resultados son buenos, en gran parte por llevarse casi todo el voto de Podemos y Sumar, al borde de la desaparición en la comunidad autónoma vasca. Ha recortado los 100.000 votos que le separaban del PNV hasta dejarlos en cerca de 30.000. Su campaña electoral, sin estridencias ni proclamas independentistas, ha dado resultado pero seguirá en el bando de la oposición otros cuatro años.
No ha habido sorpresa con el PP, que gana peso ligeramente pero no ha logrado dejar sin representación a Vox. La aspiración de que peneuvistas y socialistas no llegarán a la mayoría absoluta y ser determinantes para el nuevo Gobierno vasco ha quedado en deseo.
El espacio de la izquierda confederal queda prácticamente eliminado. Aquel Podemos que hace menos de diez años logró casi 350.000 votos y ser la primera fuerza en Euskadi se ha quedado por debajo de 25.000 (14 veces menos) y ha sido como la famosa escena de la película La vida de Brian, donde los partidos de Judea se fagocitaban mutuamente. Que sus dirigentes esperaran tener representación con ese espectáculo de la división demuestra su nulo olfato político. Como comentan internamente sus bases, es un problema de egos. Muchos dirigentes que se creen líderes.