Varias personas ejercen su derecho al voto en el centro cívico de Iparralde durante las elecciones al Parlamento vasco

Varias personas ejercen su derecho al voto en el centro cívico de Iparralde durante las elecciones al Parlamento vasco EFE

Opinión

El día después

22 abril, 2024 05:00

A estas horas seguro que ustedes ya conocen los resultados electorales que las urnas han dejado en Euskadi, y las opciones políticas que se abren a partir de ahora, para los próximos cuatro años.

Ayer nos tocó decidir primero si votábamos o no, y de ser afirmativo, a quién. Seguro que más de uno se sumó a la tendencia cada vez más arraigada no de votar al que más te convence, sino a aquel que te parece menos malo. Y muchos, demasiados, ni siquiera se han planteado esa opción, puede que incrédulos, desmotivados, o por alguna otra causa, pero en cualquier caso, sin ejercer su derecho al voto. Ese es sin duda el principal fracaso de cualquier cita electoral: los que no acuden a las urnas. Eso no quiere decir que no se pronuncien, lo hacen no votando y es sin duda, una forma de manifestarse,  que las diferentes formaciones políticas deberían analizar, en lugar de olvidarse de la abstención y quienes la llevan a cabo, en cuanto pasan las elecciones.

En todo caso, las dudas sobre los resultados electorales, de estas que se han tildado de elecciones históricas y especialmente abiertas, ya están despejadas. Los ciudadanos han/hemos hablado. A partir de ahora toca gestionar los resultados y lo que es más importante, la política y las medidas políticas, para los próximos 4 años. Gestionar. Una bonita palabra que encierra más de una sorpresa. De gestionar, de cómo lo hagan los nuevos gobernantes va a depender nuestro futuro más inmediato.

A lo largo de las últimas semanas en la precampaña y en la campaña, los principales problemas que nos afectan a los vascos y vascas, han sido protagonistas en mítines, intervenciones, entrevistas y discursos. Hay consenso. Osakidetza y vivienda están entre nuestras preocupaciones y han sido los temas estrella en las intervenciones políticas. También aparece muy destacado como problema la situación del mercado laboral y el  empleo, que se ha abordado bastante menos, y en algunos casos también se muestra como preocupación la inseguridad que se ha ligado en la campaña al modelo policial.

Digo que los problemas más acuciantes han protagonizado el debate, pero eso es mucho decir, ya que en demasiados casos nos hemos quedado en el enunciado, sin ir realmente a propuestas concretas encaminadas a solucionarlos. Tenemos en general, más diagnósticos que soluciones. Y si al menos hay consenso en los diagnósticos, tal vez estemos más cerca de la solución, pero de momento, eso es sólo un desiderátum.

Porque los problemas no se resolvieron ayer cuando depositamos la papeleta y una vez hecho el recuento. Nos hemos despertado hoy con la somnolencia que deja una noche electoral,  pero las preocupaciones siguen intactas, y con un día más de antigüedad así que probablemente, más acusadas.

A partir de hoy es cuando toca de verdad arremangarse, y trabajar más allá de los discursos y de las buenas intenciones. Esa es la responsabilidad de los políticos. No sólo tienen que ganar, sino que deben gobernar y gestionar. Eso es lo que procede el día después.

Y también es a partir de hoy cuando a los ciudadanos nos toca hacer seguimiento de los cumplimientos e incumplimientos de las promesas realizadas.

La política, lo sabemos, es el arte de lo posible. No es lo mismo idear un programa que gestionarlo. El papel lo aguanta todo. Las campañas electorales están para seducir a los votantes, con promesas que a veces simplemente no pueden cumplirse y que nunca debieron hacerse.

Pero una vez realizadas son exigibles. Por eso, y sabiendo que somos de memoria frágil será bueno recordar de vez en cuando cuáles fueron los compromisos alcanzados, y cuál es su grado de cumplimiento. Lo mismo que a cualquiera de nosotros con responsabilidades profesionales,  nos valoran y nos exigen el cumplimiento de objetivos, igual debemos hacer con la clase política: medir los resultados y tomar decisiones respecto a ellos.

Los marcadores ya están encendidos. Por delante cuatro años para lograr objetivos y para exigir responsabilidades.

Y que nadie se olvide, se gestiona y se valora con datos, medibles y computables. 

Hoy ya es el día después.