Viajes sostenibles
Septiembre ha llegado como todos los años puntual a su cita para acabar con las vacaciones de una buena parte de los mortales, entre los que me incluyo. Sin periodo de adaptación y con una buena dosis de resignación estamos de nuevo al pie del cañón, con algo de pereza pero también con los buenos recuerdos de unas semanas de desconexión en las que la mayoría de nosotros hemos viajado.
Las antiguas postales, de las que me declaro un admirador fiel, ha sido sustituidas por los post con fotos en lugares paradisiacos que hemos descubierto a través de algún influencer y que, a medida que se hacen más conocidos, se convierten en espacios saturados que pierden una buena parte de su encanto. Lugares como la playa de la Pelosa (Cerdeña) incluida en una de esas listas de los mejores arenales del mundo y a la que no se puede entrar si no haces una reserva con bastante antelación o esperas hasta las 6 de la tarde y, aun así, cuando accedes no tienes casi sitio para depositar tu toalla en la arena.
Un aumento de visitantes que hace más difícil la convivencia con el nuevo modelo de turismo sostenible
Esta visión, que he vivido en primera persona durante estas vacaciones, me ha hecho reflexionar sobre el fenómeno de la saturación turística que afecta cada vez a más lugares del planeta. Sin llegar a los niveles de Dubrovnik (36 turistas por habitante) o Venecia (21 turistas por habitante), muchos destinos de España y Euskadi, en menor medida, también comienzan a experimentar un aumento de visitantes que hace más difícil la convivencia con el nuevo modelo de turismo sostenible que todos quieren adoptar.
Los datos son muy clarificadores. España ha batido su récord de llegada de turistas este julio, con casi 11 millones de viajeros, y supera la cifra de los 53 millones de viajeros en lo que va de año. En un solo día de este último fin de semana el número de vuelos de los aeropuertos españoles se ha incrementado en más de 1.100 respecto a la misma fecha del año pasado y el gasto de los turistas en 2024 supera ya los 71.000 millones de euros. Aunque en Euskadi las cifras son más modestas, el incremento de llegadas también es muy significativo. En 2023 superamos los 4,5 millones de turistas, la mejor cifra de toda la historia, y el sector representa ya un 5% de su PIB, lejos todavía del 12% que representa en el conjunto de España.
Cada vez somos más los que viajamos y cada vez viajamos más veces al año. Este fenómeno mundial está generando una importante actividad económica que supone para algunos países y ciudades uno de los pilares de su crecimiento pero, a la vez, está generando muchas fricciones y desajustes que debemos afrontar para no llegar a la saturación que se ha alcanzado en otros lugares. Tenemos ejemplos muy cercanos de protestas cada vez más frecuentes contra la proliferación de pisos turísticos en los centros de las ciudades. Ha pasado en Barcelona, Madrid o Palma de Mallorca pero también en San Sebastián. Todos hemos visto como su aparición en una serie de TV ha transformado a San Juan de Gaztelugatxe en un lugar al que hay que entrar previa reserva en los meses de verano o de como se ha tenido que regular también los accesos a espacios naturales como el nacedero del Urederra. Son sólo algunos ejemplos que confirman que tampoco estamos exentos aquí de acabar con problemas de saturación como italianos o croatas.
Tanto España como Euskadi tienen sendas estrategias de turismo sostenible con el horizonte puesto en 2030
El turismo es un sector muy importante al que hay que cuidar pero que tiene que someterse, al igual que el resto de sectores, a unas directrices de desarrollo sostenible perfectamente marcadas en la Agenda 2030. Creo que la mayoría de expertos está de acuerdo en este punto. Lo que ya no estoy tan seguro es de que medidas serán las más efectivas para lograrlo. Se habla de desestacionalización, de diversificación o de especializar la oferta pero lo cierto es que el número de turistas y la forma de viajar dista todavía mucho de ser sostenible. Son muchos los aspectos que se pueden mejorar, desde la forma de desplazarse, mejorando e impulsando el transporte público con menos emisiones, hasta el consumo de agua o energía en los puntos de destino, muchos de los cuales sufren un fuerte estrés hídrico. También en la mejor conservación de nuestro patrimonio, tanto histórico como natural, para evitar que las aglomeraciones hagan mella en su conservación. No hay un solo ingrediente en esta receta y todos y cada una de las personas que viajamos deberíamos aportar nuestro granito de arena, aprendiendo a respetar y conservar los lugares donde acudimos y diversificando nuestros destinos para aportar valor y negocio a otros territorios menos visitados pero que aportan experiencias tan enriquecedoras como los destinos top. También las Administraciones deberían de ser mucho más activas en la promoción de destinos y experiencias fuera del circuito habitual que, por ejemplo, permita mejorar la economía de zonas con mayor despoblación.
Tanto España como Euskadi tienen sendas estrategias de turismo sostenible con el horizonte puesto en 2030. En la actualidad, somos el segundo país más visitado del mundo, sólo superado por Francia, pero afrontamos riesgos e incertidumbres muy importantes para el futuro, uno de ellos es el cambio climático que está provocando un aumento considerable de las temperaturas en los destinos del Sur de Europa y que, en breve, puede suponer un cambio en las tendencias de los lugares elegidos por los viajeros internacionales y nacionales en los meses estivales. ¿Está España y Euskadi preparadas para este nuevo escenario? Si no lo están deberían ponerse manos a la obra ya porque sin sostenibilidad ambiental no habrá sostenibilidad económica, ni social.