Este domingo el PNV inicia su proceso de cambio de piel. Como contábamos este sábado, la principal duda sobre el futuro jeltzale que planea sobre este Alderdi Eguna es si Andoni Ortuzar continuará o no a los mandos de la nave. Claro que hay otras cuestiones claves para el partido y, por ende, para Euskadi.
Uno de esos temas es cómo afrontará el nuevo PNV el diálogo social. Es de sobra conocido que esta es una de las cuestiones pendientes en nuestra comunidad. Parece imposible ahormar acuerdos entre todos los sindicatos y las patronales. O incluso solo entre sindicatos o solo entre patronales.
Nada nuevo bajo el sol. Es esta una sociedad tribal donde cada uno quiere defender su parcela. Defenderla con uñas y dientes. Casi a cualquier precio. Algo que lógicamente dificulta los manidos "acuerdos de país" en el ámbito económico y empresarial.
Si el PNV quiere seguir siendo hegemónico en la Euskadi actual, tiene que repensar cómo quiere relacionarse con esos protagonistas del diálogo social. De las rondas de contactos que ha mantenido recientemente el lehendakari, Imanol Pradales, se deduce que con ELA no hay muchas opciones, pero sí con el resto de actores.
Los peneuvistas se enfrentan varias encrucijadas al mismo tiempo. En unas y en otras tienen que elegir un camino. Tal vez de esas decisiones dependa su futuro
Forjar esa relación con unos y otros entronca, además, con los retos estrictamente ideológicos del PNV. Por muy negociador que sea el talante del lehendakari, en Euskadi es difícil, por no decir imposible, tener contentos al mismo tiempo a sindicatos y empresarios.
En realidad, los peneuvistas se enfrentan varias encrucijadas al mismo tiempo. En unas y en otras tienen que elegir un camino. Tal vez de esas decisiones dependa su futuro. Suena exagerado, pero en estos tiempos tan cambiantes como frenéticos todo es posible.
Al igual que, como aquí ya hemos contado, los jeltzales deben decidir si aceleran o no en el terreno soberanista, y precisamente esta semana se ha visto lo complejo y espinoso que es este tema, o deben elegir si apuestan o no por una política renovable ambiciosa, también deben escoger su rumbo en el ámbito de las relaciones laborales.
Esa elección sobre el diálogo social no es baladí. Y en el PNV saben que no lo es. Lo saben, entre otras cosas, porque conocen el descontento de muchos empresarios con sus decisiones y votaciones en el Congreso de los Diputados.
El reto no es sencillo. A nadie le gusta, menos aún a un partido que aspira a ser mayoritario, decir si es de derechas o de izquierdas. El problema es que seguramente los votantes quieren saberlo. Para ejercitar, por supuesto, su derecho a decidir.