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Esta semana comenzaba con la noticia de que uno de los grandes vertederos de Euskadi, el de San Marcos en Gipuzkoa, iniciaba su proceso de cierre con las obras de su fase final de clausura, que van a costar alrededor de siete millones de euros.

Más de 3 millones de metros cúbicos de residuos se han depositado en estas instalaciones desde su apertura en la década de los 70 del siglo pasado, lo que da una idea de la gran cantidad de recursos que hemos desperdiciado durante muchos años por no saber tratarlos adecuadamente para darle una segunda vida o incluso para no generarlos.

El objetivo de la UE es que el 60% de los residuos municipales puedan reutilizarse o reciclarse para 2030

En Euskadi funcionan todavía ocho vertederos que siguen recibiendo una buena parte de esos residuos que no hemos conseguido convertir en recursos. El reto es conseguir que cada vez haya menos instalaciones de este tipo y que cierren, como lo va a hacer San Marcos. Esto será una excelente señal de que hemos hecho bien los deberes y estamos transformando nuestra tradicional economía lineal en otra más circular.

El objetivo de la UE es que el 60% de los residuos municipales puedan reutilizarse o reciclarse para 2030, desgraciadamente en la gran mayoría de los municipios vascos estamos todavía muy lejos de llegar a esa cifra.

Para lograrla, es necesario impulsar un cambio de hábitos en una buena parte de la ciudadanía que todavía no conjuga lo suficientemente bien dos verbos imprescindibles como reutilizar y reciclar antes de tirar. Vitoria-Gasteiz, la Capital Verde de Europa en 2012, gasta más de 1 millón de euros al año en recoger bolsas de basura que los ciudadanos dejan fuera de los contenedores.

Imagínense cuantos residuos se están desperdiciando en estas bolsas por no haber hecho una adecuada separación previa y el coste de recogida y tratamiento para las instituciones correspondientes.

Creo que seguimos sin ser muy conscientes del enorme gasto que supone el tratamiento de nuestros residuos y la gran cantidad de millones de euros que estamos desperdiciando por no gestionarlos adecuadamente. Seguimos consumiendo como si tuviéramos un planeta con recursos infinitivos y esto no es así.

Mientras la aplicación de las diferentes directivas europeas con sus correspondientes reglamentos y sanciones ha impulsado una mejora considerable en el aprovechamiento y gestión de los residuos industriales, los residuos domiciliarios siguen sin alcanzar los ratios mínimos exigidos por la UE con cifras muy alejadas de los países líderes.

El cambio de tendencia pasa necesariamente por una mayor concienciación, pero también por una política de sanciones para los que no gestionan correctamente sus residuos y de incentivos para los que si lo hacen. Es la tradicional política del “palo y la zanahoria” que, en mi opinión, ha sido la base para el incremento exponencial en las cifras de reutilización y reciclaje de otros territorios.

No basta con reutilizar y reciclar al máximo nuestros residuos. La primera de las R mágicas es la reducción. Reducir es el verbo que más deberíamos practicar y esto pasa  por un mejor ecodiseño de los productos que consumimos

Ya hay ayuntamientos vascos que empiezan a aplicarlas o las están estudiando, la capital alavesa prevé la aplicación de bonificaciones en la tasa de basuras a las personas que más usen el contenedor marrón de residuos orgánicos.

Sin embargo, no basta con reutilizar y reciclar al máximo nuestros residuos. La primera de las R mágicas es la reducción. Reducir es el verbo que más deberíamos practicar y esto pasa por un mejor ecodiseño de los productos que consumimos para evitar, por ejemplo, empaquetamientos innecesarios o para minimizar su huella ecológica ampliando al máximo el ciclo de vida de ese producto.

Son cada vez más las empresas vascas que aplican estos conceptos a sus productos, pero hay aún mucho camino por recorrer y, en este sentido, este camino se recorrerá mucho más rápido si son los propios consumidores los que demandan y valoran este tipo de productos frente a la cultura tan extendida y dañina del usar y tirar.

Las facturas de la gestión de los residuos en nuestras ciudades son, con diferencia, unas de las más cuantiosas y su precio se incrementa año tras año. El esfuerzo de la mayoría de los ayuntamientos para dotarse de las infraestructuras necesarias para tratar adecuadamente estos residuos y favorecer la colaboración de la ciudadanía ha sido muy importante en los últimos años, pero sigue faltando una implicación mayor de la población y una mayor dedicación económica a las campañas de comunicación y sensibilización.

En la mayoría de los países europeos y en los proyectos financiados por la UE se invierte entre un 1% y un 3% del coste total del contrato en este tipo de servicios. En la inmensa mayoría de las ciudades vascas y españolas ese porcentaje es significativamente menor y esto debe de cambiar urgentemente. La comunicación debe ser continúa para lograr alcanzar sus objetivos y debe seguir una estrategia a largo plazo.

Hace poco hablábamos en esta misma columna de la necesaria descarbonización de nuestra economía y la gestión de sus residuos es un aspecto fundamental para acelerar esta transformación pendiente. Recuerdo que hace unos cuantos años, en uno de los maravillosos programas de “Vaya Semanita” de ETB, Pruden, el alavés, volvía locos a sus compañeros de piso, vizcaino y guipuzcoano, obligándoles a separar y reciclar correctamente cada residuos que generaban. Ojalá tengamos muchos más Prudens en nuestra sociedad que interioricen que nuestros residuos no son basura, son recursos.

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