Entrada a la COP29 que se ha celebrado en Baku (Azerbaiyán)

Entrada a la COP29 que se ha celebrado en Baku (Azerbaiyán) Europa Press

Opinión

La decepción de Bakú

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“El petróleo es un regalo de Dios”. Estas declaraciones del presidente de Arzebaiyán, país anfitrión de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29), eran un claro presagio de que esta edición no iba a pasar a la historia por su impulso decidido para mitigar el principal problema de nuestro planeta.

Así ha sido, la madrugada del pasado domingo, el encuentro terminaba como un acuerdo que la mayoría de actores califican de decepcionante. Los países más ricos, responsables de la mayoría de las emisiones contaminantes se comprometían a pagar 300.000 millones de dólares anuales a los países más pobres, menos prolijos en emisiones pero más sufridores del aumento exponencial de los desastres naturales provocados por el calentamiento global.

Esto supone 3 veces más de lo que se aportaba hasta ahora, pero queda muy lejos del billón de dólares anuales que se considera necesario para mitigar y adaptar la tierra al cambio climático. Eso si se cumplen los acuerdos logrados, la realidad es que hasta ahora se han incumplido sistemáticamente.

Si hay algo poderoso en el ser humano es la resistencia al cambio y su tozudez para postergar la lucha contra el cambio climático intentando defender un sistema económico y energético que se ha mostrado nefasto para la supervivencia de la humanidad.

El coste de no actuar está siendo ya mucho más alto que el de invertir en acelerar la transformación verde de la economía

Podemos seguir negando la evidencia o intentar alegar los daños que supone al actual sistema productivo la urgente transición ecológica pero la realidad, ampliamente demostrada por la ciencia, es que el coste de no actuar está siendo ya mucho más alto que el de invertir en acelerar la transformación verde de la economía.

Tenemos casos muy graves y evidentes tan recientes como los destrozos provocados por la DANA de Valencia. Todavía no se han acabado de contabilizar todos esos daños pero estoy seguro que triplicarán, en el mejor de los casos, el de las posibles medidas que los hubieran mitigado y en algunos casos evitado.

Confieso que me he vuelto una persona cada vez más desconfiada y no me parece que sea una coincidencia que las tres últimas cumbres sobre el cambio climático se hayan celebrado en países productores de petróleo como Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Azerbaiyán. El lobby de los fósiles sigue siendo muy poderoso y, aunque sabe que esta transición energética es inevitable, sigue intentando retardarla lo máximo posible para defender sus intereses particulares.

Si el año pasado en Dubái se lograba el compromiso de la mayoría de los países para poner fecha al fin del uso de combustibles fósiles, en Bakú no se ha avanzado ni un ápice en este campo y la presión de los países productores de petróleo, encabezados por Arabia Saudí, ha intentado borrar cualquier referencia a la eliminación de estos combustibles tradicionales en el texto final e incluso han añadido alguno de ellos, como el gas, como combustible de transición necesario.  

En un mundo sobresaturado de información en el que los asuntos urgentes nos hacen perder la perspectiva de los temas verdaderamente importantes, esta COP 29 ha tenido mucha menos repercusión que la anterior.

Muchos problemas tienen que ver con el cambio climático y la forma en la que abordemos su lucha va a marcar nuestro futuro

La complicada situación geopolítica mundial, las repercusiones de las elecciones norteamericanas y las catástrofes naturales ha minimizado su impacto mediático. Curiosamente, muchos de estos problemas tienen que ver con el cambio climático y la forma en la que abordemos su lucha va a marcar nuestro futuro más próximo.

La falta de valentía y decisión política de los gobiernos de los países más desarrollados y de las potencias emergentes como China nos aboca a un escenario de incertidumbre que no es bueno para nadie y es especialmente malo para la transición hacia una economía baja en carbono.

Si tuviéramos que hacer un símil automovilístico el cambio climático sería Verstappen y la estrategia mundial para combatirlo Valtteri Bottas, el piloto finlandés que es último en la clasificación del Mundial de Fórmula 1. Estamos todavía debatiendo, hablando, rebatiendo a los negacionistas cuando la realidad es que deberíamos de estar actuando ya con una hoja de ruta clara y definida para descarbonizar la economía mundial.

Las empresas, las nuestras también, necesitan marcos de actuación claros que permitan establecer sus estrategias a largo plazo. Desde el Gobierno vasco se ha establecido claramente la descarbonización de nuestra industria como uno de los ejes de esta legislatura. Una decisión muy inteligente, en mi  opinión, porque a pesar de los intentos del lobby fósil por retardar lo inevitable no hay otro posible futuro.

No podemos seguir mirando al pasado para resolver los problemas del futuro

Es el momento también de que empresas y ciudadanía remen de manera conjunta para impulsar esta transición pendiente. No podemos seguir mirando al pasado para resolver los problemas del futuro.

Tras la decepción de Bakú esperemos que llegue la esperanza de Belem, la ciudad brasileña que acogerá la COP30. Creo que debemos redoblar la presión sobre nuestros líderes para que hagan caso a la ciencia y aceleren de una vez las medidas de mitigación y adaptación al cambio climático que pasan por una reducción drástica de las emisiones y esto no se puede hacer sin una rápida y progresiva eliminación del uso de combustibles fósiles.

En Belem, muy cerca de la Amazonía, el mayor pulmón verde del planeta, quizás se pueda abordar de manera más decidida el drama de la perdida de masas forestales y biodiversidad, fundamentales como sumideros de CO2.

Mientras, en pleno Black Friday, permítame que les recuerde que cada año hay una cumbre mundial que intenta frenar las consecuencias del cambio climático y que la de 2024 nos ha dejado más decepciones que alegrías, a pesar de cuestiones positivas como la creación del mercado de carbono.