Hay que reconocerlo, tuvimos una campaña electoral autonómica bastante entretenida. Hubo buenas estrategias electorales (personalmente me gustó la campaña joven de EH Bildu), personajes que llamaban la atención y que estaban bien construidos a pesar de que nos parecían poco convencionales (ahí estaba Eneko Andueza y su participación en el debate), errores, aciertos de campaña importantes y giros en las estrategias.
La campaña electoral vasca llamó la atención y despertó cierta curiosidad en el electorado. Muchos anticipábamos una campaña aburrida y poco motivante, pero la incertidumbre del resultado y la competición cerrada entre PNV y EH Bildu añadieron tensión narrativa a la cita electoral.
Incluso, en algún momento pudimos pensar que la fase aburrida que caracterizó a los últimos años de la era Urkullu había pasado a mejor vida y que esta campaña y los nuevos liderazgos nos traerían una política, más dinámica, activa y por tanto más entretenida.
Quien pensase eso se equivocaba completamente. La política vasca ha vuelto a parámetros poco entretenidos para los votantes y se presenta otra vez aburrida. Esto no tiene por qué ser malo, pero tampoco bueno. En este artículo voy a exponer las razones por las cuales yo entiendo que la política vasca es aburrida y ya serán los lectores quienes hagan el juicio moral o ético.
La política vasca ha vuelto a parámetros poco entretenidos para los votantes y se presenta otra vez aburrida
La primera y para mí más importante razón es que aún estamos construyendo la convivencia y en esa edificación encontramos que los partidos políticos están rebajando la tensión en favor de abrir puntos de encuentro para todos. Seamos sinceros, la situación anterior, incluso sin violencia, no era sostenible para ningún país, sociedad y mucho menos política. No digo que los partidos tiendan a rebajar esta tensión motu proprio. De hecho, los partidos vascos se ven más obligados por los electorados a rebajar tensiones, ya que estos últimos castigan en las urnas o no dan importancia a actitudes que rompen el consenso.
Esto nos lleva a la segunda razón: el sistema de partidos en Euskadi ha cambiado y parece que lo seguirá haciendo rápidamente en los próximos años. Lo he dicho hasta la saciedad, pero el hecho de que ya no haya un partido antisistema significativamente importante y orientado a la oposición perpetua y deslegitimador del sistema electoral, rebaja muchísimo la tensión y hace que los exabruptos parlamentarios, mediáticos y de discusión pública enajenada no sean ni tan frecuentes ni tan intensos como lo eran antes.
Hasta aquí tenemos lo bueno: una polarización menor entre partidos y élites políticas y un trabajo de búsqueda de la convivencia que estaría por encima de otros intereses partidistas o individuales.
Los partidos vascos se ven más obligados por los electorados a rebajar tensiones
Si nos quedásemos aquí todo sería ideal, pero no nos engañemos. No solo por esa búsqueda de la convivencia la política vasca es aburrida. Hay una segunda razón que hace que la política vasca no sea tan atractiva para el gran público. La discreción.
En una situación política sana, con niveles de polarización aceptables y unas élites políticas que tienden al acuerdo, la política tiene una parte en la que las operaciones de diálogo, acuerdo y encuentro se desarrollan de forma discreta.
La filosofía de esto es clara y no tiene por qué ser negativa. Los políticos están asignados por la ciudadanía a través del contrato social y la legitimidad democrática para ejercer las prerrogativas populares y estas es mejor hacerlas en la parte oscura de la política y al margen del foco de los medios de comunicación y de la sociedad.
En Euskadi esta parte oscura de la política es tal vez demasiado amplia. El sistema clientelar hace que tal vez demasiados grupos de influencia pequeños tengan demasiada influencia en la política al margen del escrutinio de sociedad y votantes y la ciudadanía se siente desamparada ante tanto movimiento en la parte oscura de la política.
El sistema clientelar hace que tal vez demasiados grupos de influencia pequeños tengan demasiada influencia
Además, esa parte oscura de la política es para el ciudadano, no solo difícil de escudriñar (la política oscura se desarrolla en reuniones informales entere agentes y normalmente lejos de las instituciones), sino también de difícil penetración. A esta parte oscura solo puede llegar o con determinadas características socioeconómicas o mediante la pertenencia a grupos de presión de diferentes características.
La ciudadanía vasca como ente soberano queda por tanto al margen de los procesos de toma de decisiones y no pueden ni valorarlos ni focalizarlos y la influencia de los grupos que si pueden operar en la parte oscura de la política es demasiado grande, así surge el tan conocido como clientelismo vasco y que parece se ha convertido en uno de los pilares que sostiene la política vasca.
Sobra decir que los grandes beneficiados de esta configuración clientelar de la política vasca son quienes de una forma u otra ostentan diferentes cuotas de poder político y los grupos de presión que tienen ventajas para participar de las operaciones en la zona oscura.
El tan conocido como clientelismo vasco parece que se ha convertido en uno de los pilares que sostiene la política vasca
Que gran parte de la política se ejerza en la zona oscura hace que la política pierda interés para el ciudadano que, abrumado por la incapacidad de influir a través de los canales convencionales, observa los procesos políticos desde la empatía.
Ese carácter aburrido de la política vasca que tanto se alaba desde algunos partidos y sectores políticos puede ser buena (nos aleja de la polarización y permite construir la convivencia), pero tiene un riesgo, puede acabar con los procesos que dan poder a la ciudadanía y por tanto pone en cierto riesgo la democracia en Euskadi. Aburrámonos, pero con cierta medida.