La hija de Isaías Carrasco muestra su rostro en una protesta tras el crimen.

La hija de Isaías Carrasco muestra su rostro en una protesta tras el crimen. Archivo

Opinión

Recuerdos de cuando ETA asesinó a Isaías Carrasco

El exconcejal del PSE fue asesinado a dos días de las elecciones generales de 2008

Más del autor: Aquellos días de marzo en Mondragón

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Ahora se cumplen 17 años. Era un 7 de marzo, viernes, como hoy mismo, cuando sonó el teléfono. Desde la redacción de 'ABC' me llamaban porque "parece que ETA ha asesinado a un concejal socialista en Mondragón; tienes que salir hacia allí inmediatamente". Y hacia allí fui, claro. 

Fueron terribles días de marzo que todavía no he olvidado. Ni los quiero olvidar, por supuesto. No entendía, aunque tuviera que contarlo, por qué los etarras habían disparado cinco veces contra Isaías Carrasco a las puertas de su domicilio. Confirmado su fallecimiento, la explicación se abría paso de forma tan sencilla como devastadora. 

ETA decidió asesinar a este trabajador, afiliado a UGT y padre de tres hijos porque había sido concejal del PSE en dicha localidad. Y porque era un blanco fácil -sin escolta- para los sembradores del terror. Así, la organización terrorista buscaba influir en las elecciones generales que se celebraban dos días después. 

Pasear esos días por las calles de Mondragón evidenciaba mejor que cualquier otra experiencia profesional la profunda distancia entre quienes considerábamos aquello un horror y quienes lo justificaban, amparaban o aplaudían

Fue el último golpe de ETA en el corazón de los socialistas vascos, como escribió aquí Zuriñe Gómez en el decimocuarto aniversario del crimen. Pero no fue el último asesinato perpetrado por esa banda que tanto sufrimiento generó durante tanto tiempo en Euskadi y en el resto de España. 

Como periodista tuve que contar otros asesinatos de ETA y otros muchos atentados. Pero el asesinato de Isaías Carrasco me dejó una huella indeleble porque pasear esos días por las calles de Mondragón evidenciaba mejor que cualquier otra experiencia profesional la profunda distancia entre quienes considerábamos aquello un horror y quienes lo justificaban, amparaban o aplaudían. 

Diecisiete años después, para mí aquel crimen sigue siendo igual de demencial, de bárbaro y de estéril. Pero, eso sí, ya no está tan presente en la vida pública de Euskadi. La comodidad es enemiga de la memoria. Y la convivencia se cimenta en el olvido. Es, nos guste o no, la aplastante lógica del posterrorismo en Euskadi. 

Sin embargo, quienes estábamos allí podemos y debemos contar unas cuantas cosas que, vistas con ojos de hoy, resultan casi inconcebibles. Recuerdos que por tenebrosos que sean no debemos desterrar. 

Sabemos, por ejemplo, que quienes gobernaban en el Ayuntamiento de Mondragón no condenaron el asesinato de un vecino que se había sentado en ese mismo salón de plenos como edil. Al igual que los herederos políticos de aquellos gobernantes municipales tampoco han condenado todavía el asesinato.

Sabemos también que aquel domingo electoral se celebró en el viejo San Mamés el primer minuto de silencio por una víctima de ETA. Sí, el primero, más de 800 víctimas después. Y claro, como no había costumbre, unos cuantos aficionados interrumpieron a gritos el recuerdo a la víctima.  

Sabemos igualmente que para los concejales de PSE y de PP de entonces el miedo era incesante y feroz, mientras la mayoría, sí, la enorme mayoría de la sociedad vasca miraba hacia otro lado aunque se manifestase contra el crimen de turno. 

Y sabemos que el día del entierro de Isaías Carrasco en Mondragón se vivió un contraste terrible entre quienes asistimos al cortejo fúnebre, presidido por un silencio que helaba la piel, y quienes a 300 metros poteaban entre risas sin empatía alguna por la víctima o su familia. 

Suena increíble pero así fue. Parece que ha pasado una eternidad. Pero son 17 años. Juzguen ustedes sin son demasiados para recordar.