1 de Mayo y la deriva de los sindicatos

1 de Mayo y la deriva de los sindicatos Europa Press

Opinión

1 de Mayo y la deriva de los sindicatos

En 1889, el Congreso de la Segunda Internacional Socialista, celebrado en París, declaró el 1 de mayo como Día Internacional de los Trabajadores

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Hoy 1 de mayo, día en que escribo esta pieza, es buen día para analizar el papel de los sindicatos en los tiempos que vivimos. Aunque es obvio que nunca fueron santo de devoción de al menos parte de la derecha, percibo que, en los últimos tiempos, ha crecido la indiferencia general hacia ellos e incluso el rechazo, y no solo entre los que no tienen interés en que existan o incluso entre aquellos a los que les conviene su irrelevancia, sino entre quienes, admitiendo que su labor es necesaria, consideran que, dedicados como están a otros menesteres, han olvidado su labor histórica, que no es otra que la defensa de la clase obrera; porque, conviene recordarlo, no es obligación de los sindicatos pensar en el interés general de la sociedad en la que desarrollan su tarea, sino defender los derechos de una parte de ella.

De la misma forma que la izquierda oficial que nos gobierna no es la izquierda histórica que algunos añoramos, estos sindicatos tampoco son los sindicatos cuya importancia histórica casi nadie cuestiona; y no son lo que eran en parte porque los tiempos han cambiado, porque carecen de la capacidad de influencia que tuvieron, porque dudo que exista como tal la clase obrera, y, sobre todo, porque los propios sindicatos se han traicionado a sí mismos. 

Y hoy carecen del prestigio que tuvieron. Por un lado, corruptelas y mariscadas al margen, más que los protectores de los derechos de los trabajadores, parecen la correa de transmisión de la izquierda oficial y del gobierno, capaces incluso de manifestarse contra la oposición en lugar de contra quienes manejan los hilos y deberían ser los garantes de que los derechos laborales se cumplan; por otro lado, como la izquierda oficial y este gobierno, han abrazado, durante los últimos años, el discurso, algunas de las tesis y hasta parte de las ideas del nacionalismo: lo vimos con motivo del golpe independentista y las ulteriores medidas que tomó Sánchez en beneficio de sus responsables, y lo vemos habitualmente en Euskadi.

Si es absurdo ver a la izquierda encamada con el nacionalismo e incluso con el independentismo, igualmente obsceno es ver a los sindicatos convertidos en instrumentos al servicio de algunas de las causas del nacionalismo

Y hasta han apoyado la inmersión lingüística, práctica que ataca los derechos de millones de trabajadores. Y si es absurdo ver a la izquierda encamada con el nacionalismo e incluso con el independentismo, igualmente obsceno es ver a los sindicatos convertidos en instrumentos al servicio de algunas de las causas del nacionalismo; porque la izquierda y el nacionalismo son conceptos antitéticos y contradictorios; y porque el nacionalismo rupturista que padecemos en España perjudica gravemente los intereses de los trabajadores.

Pero es desgraciadamente en lo que se han convertido, arrastrados, supongo, por la deriva de la izquierda política, y arrastrados por sus propias incapacidades; por decirlo de otro modo, que ninguno de los líderes actuales es precisamente Nicolás Redondo Urbieta, gigante de la lucha obrera.

El 1 de mayo, Día de los Trabajadores, no fue una concesión voluntaria de los poderosos sino consecuencia de años de movilización, huelgas y lucha obrera. Su origen se ubica en el Chicago del siglo XIX, en plena Revolución Industrial, cuando los derechos laborales eran una entelequia y no había límite alguno a la explotación de los trabajadores: sus derechos eran una hoja en blanco.

En 1884, la Federación de Sindicatos Organizados y de Sindicatos de Trabajadores estableció el 1 de mayo de 1886 como fecha límite para que las empresas establecieran la jornada de 8 horas. Al cumplirse el plazo establecido y no cumplirse las exigencias sindicales, una marea humana abandonó sus puestos de trabajo y se echó a las calles en todo EE.UU. En Chicago, los enfrentamientos derivaron en tragedia: el 4 de mayo, en el curso de una concentración pacífica, una bomba estalló donde se encontraba la Policía, lo cual derivó en una represión brutal por parte de las autoridades: ocho líderes anarquistas fueron detenidos, juzgados sin pruebas concluyentes y condenados. Cinco de ellos murieron; cuatro de ellos fueron ahorcados. Son los Mártires de Chicago. En 1889, el Congreso de la Segunda Internacional Socialista, celebrado en París, declaró el 1 de mayo como Día Internacional de los Trabajadores.

Los retos a los que nos enfrentamos son enormes, consecuencia de la robotización, la inteligencia artificial o el nuevo orden mundial. Y es difícil saber el papel que los sindicatos jugarán, habida cuenta su deriva

En España se viene celebrando desde el año siguiente, con el paréntesis franquista, cuyo dictador no era partidario de los derechos de los trabajadores ni de ninguno otro. Afortunadamente, las cosas han cambiado desde entonces y hoy los trabajadores gozan de amplios derechos en los países democráticos; la lucha hoy no consiste tanto en ampliarlos sino en que se cumpla lo que ya está escrito y convertido en ley gracias a un trabajo de décadas.

Hoy se habla más de los aranceles de Trump, las guerras comerciales, los efectos de la globalización o la dependencia energética; y menos de precariedad laboral y salarios, aunque todo esté relacionado. Los retos a los que nos enfrentamos son enormes, consecuencia de la robotización, la inteligencia artificial o el nuevo orden mundial. Y es difícil saber el papel que los sindicatos jugarán, habida cuenta su deriva. Además, como decía en este mismo medio el experto en sindicalismo Juan Pablo Landa, "no parece que culturalmente el ejemplo sindical sea un referente ni para los jóvenes ni para muchos ciudadanos".

Hoy Unai Sordo y Pepe Álvarez no son precisamente los Mártires de Chicago; y no es que quiero que lo sean, pero algún punto intermedio debería haber entre morir en la cárcel por defender a los trabajadores y hacer el trabajo sucio al Gobierno de España (o al de Euskadi sus filiales vascas), que es lo que llevan demasiado tiempo haciendo.

Con la llegada de la democracia en España y la aprobación de la Constitución de 1978, el 1 de mayo se convirtió en jornada festiva y de reivindicación obrera. Y aunque mucho se ha avanzado desde el momento fundacional de la fecha, sigue habiendo derechos que reivindicar y razones por las que manifestarse; desgraciadamente, los sindicatos actuales no son ya parte de la solución sino del problema.