El Gobierno de España no ha podido, de momento, dar cumplimiento a la penúltima exigencia del fugado Puigdemont a cambio de que este les permita alargar la agonía de una legislatura en vía muerta y cuya característica principal es la corrupción que asola a la Moncloa y al PSOE y la sumisión de los socialistas a las exigencias de los independentistas: esto es, que el catalán, el euskera y el gallego sean lenguas oficiales en el conjunto de la Unión Europea, como forma no solo de lograr más recursos económicos y blindar las políticas de imposición lingüística en las comunidades autónomas donde el nacionalismo gobierna, sino como modo de acercarse un pasito más a su objetivo último: la independencia.

Patxi López, esa eminencia, ha tratado de explicárnoslo con éxito escaso: se trata, según él, de defender a España tal como es, o sea, plural y diversa. Se ve que no se ha dado cuenta del asunto hasta que no se lo ha exigido Puigdemont, precisamente aquel que pretende expulsar el español de Cataluña.

Al parecer, el Gobierno de España se ha visto forzado a renunciar a la votación de la propuesta ante las dudas mostradas por varias delegaciones. Yo, sin embargo, no tengo dudas: un idioma debe ser lengua oficial porque se hable, no para que se hable cuando no se habla porque no se quiere; y mucho menos para obtener ventajas políticas a cambio; y peor aún, para colmar las exigencias del nacionalismo, que es de por sí insaciable.

Lo que en ningún caso es admisible es promover con medidas coercitivas hablantes forzosos para perpetuarlo, que es lo que el nacionalismo ha querido históricamente

La mejor forma de defender la pervivencia de un idioma es hablarlo, lo cual es perfectamente respetable, pero en ningún caso obligatorio; y por ahí podría empezar Patxi López. Otra forma es permitir que otros lo utilicen, lo cual está perfectamente garantizado. Lo que en ningún caso es admisible es promover con medidas coercitivas hablantes forzosos para perpetuarlo, que es lo que el nacionalismo ha querido históricamente; los más sectarios, cuando quieren hablarlo y no tienen con quién, pretenden que quienes no lo saben lo aprendan obligatoriamente; y, a continuación, que quienes lo conocen, lo empleen cuanto más mejor. A ver qué va a ser esto.

Sin embargo, hay dos enemigos principales de las lenguas: quienes las prohíben y quienes las imponen; y ellos pertenecen al segundo de los grupos. Pero el PSOE no atiende a razones complejas, sino a las simples exigencias de Puigdemont: o lo tomas o te atienes a las consecuencias.

"El euskera es nuestra lengua y nuestro patrimonio, no es comprensible", dijo la vicelehendakari y consejera de Cultura y Política Lingüística del Gobierno Vasco, Ibone Bengoetxea. Es, sobre todo, lengua y patrimonio de quienes la hablan, lo cual debe por supuesto respetarse, pero en ningún caso imponerse.

El euskera, mal que les pese a quienes lo usan políticamente para alcanzar sus objetivos políticos o satisfacer sus obsesiones, tiene su propio espacio, y pretender con medidas coercitivas que ocupe más espacio del que actualmente ocupa, es no solo irrespetuoso con quien vea vulnerados sus derechos, sino que, además, no sirve de nada. O incluso es negativo, porque la gente se harta.

Décadas de imposición lingüística apenas han servido para nada: mucha más gente lo entiende, pero prácticamente la misma lo habla

Llevamos tiempo viéndolo: el euskera es lengua habitual en determinados pueblos y barrios de Euskadi, y está bien que así siga siendo si sus usuarios así lo quieren, pero apenas se habla en otras muchas zonas, lo cual debe del mismo modo respetarse. Décadas de imposición lingüística apenas han servido para nada: mucha más gente lo entiende, pero prácticamente la misma lo habla. La globalización y la fuerza y pujanza del español son seguramente los responsables, pero es normal que así sea. Nuestros jóvenes pueden estudiar en euskera y quien quiere hablarlo puede hacerlo sin el menor obstáculo, ¿cuál es el problema?

Bengoetxea ha señalado que "la diversidad de las lenguas forma parte del ADN de la UE" y defiende que esta diversidad es "una expresión de las diferentes realidades sociales y culturales que conforman Europa". Además, critica que "se actúe en contra" de esta pluralidad por "intereses partidistas".

Lo primero que señala es una obviedad que no merece mayor comentario salvo un par de apuntes que quizás olvida: la pluralidad lingüística no puede implicar derechos diferentes ni políticas de imposición para extender el uso de un idioma; por otro lado, los derechos son de los ciudadanos, no de las lenguas; y, además, no existe el derecho a imponer ningún idioma para garantizar su pervivencia. En cuanto a actuar en contra de la pluralidad lingüística, identitaria o cultural, el nacionalismo tiene probada experiencia, así que pregunte en casa.

Podemos recordarle a Pilar Alegría que esa pluralidad lingüística está perfectamente garantizada salvo donde gobiernan los nacionalistas o sus primos hermanos socialistas

Por su parte, otra eminencia a quien todas las mañana le trasladan el argumentario de Moncloa para que lo verbalice lo mejor que pueda en rueda de prensa, o sea, la portavoz del Gobierno de España, Pilar Alegría, sostiene que el "interés" del Gobierno "es que se reconozca y se respete esa identidad plurilingüe" de España. Podemos recordarle que esa pluralidad lingüística está perfectamente garantizada salvo donde gobiernan los nacionalistas o sus primos hermanos socialistas.

En Cataluña, sin ir más lejos, de donde ha salido la propuesta que el PSOE ha hecho suya, los únicos derechos lingüísticos vulnerados son los de los ciudadanos a los que les gustaría estudiar en español y, sin embargo, no pueden porque no les dejan, viendo su derecho constitucional vulnerado. Y ante lo cual el PSOE no solo no dice nada, sino que es uno de los principales responsables de semejante atropello.

Pero no vayamos ahora a dar más razones de las que llevamos dando unos cuantos años, porque la explicación en este caso, como en otros, es sencilla: lo exige Puigdemont y punto. Y Pedro Sánchez, para alargar su estancia en la Moncloa, debe satisfacerlo. Y todo el PSOE y el Gobierno de España se han puesto a ello, convencidos, ay, ingenuos, de que van a convencernos.