Las vacaciones tienen el peligro de hacer un paréntesis mental tan profundo, que la vuelta se hace especialmente cuesta arriba. Tendemos a pensar que el plazo hasta el retorno es tan largo que incluso hay cosas que pueden cambiar sustancialmente. Craso error. Prácticamente nada cambia. En el mejor de los casos vuelves con una grata experiencia y buen color, pero lo que dejaste pendiente, te sigue esperando aunque ya no recuerdes ni la clave de tu ordenador.
Entre las cosas que evidentemente no han cambiado en este agosto hasta ahora vacacional por excelencia, apunto hasta ahora porque parece que la tendencia empieza a modificarse, entre todo lo que no ha cambiado está la situación política.
Da igual los kilómetros que hayas puesto de por medio, quien más quien menos ha vivido con pesar, tristeza y lágrimas los incendios que han arrasado la península en las últimas semanas.
El fuego ha sembrado la desolación allá por donde ha pasado, calcinando patrimonio medioambiental, pasado, futuro e historias. Muchas historias vitales que ya no van a volver a escribirse de la misma manera. Una catástrofe de dimensiones incalculables que tal vez, solo tal vez, podría haberse evitado o en todo caso minimizado.
Una, esta que les escribe, quizás imbuida de ingenuidad por el espíritu vacacional, pensó que una desgracia de estas características no encontraría fisuras a la hora de afrontar el problema y partiendo de una premisa: el monte se ha quemado para todos y los incendios no tienen color político.
El fuego que en algunos casos se cree que es purificador, en esta ocasión se lo ha llevado todo por delante y lejos de purificar ha servido para que la polémica, la polarización y las salidas de tono campen a sus anchas
No hizo falta que pasará mucho tiempo para volver a comprobar que una vez más y ya van infinitas, la bronca política se instalaba antes del análisis o de la búsqueda de soluciones. El fuego que en algunos casos se cree que es purificador, en esta ocasión se lo ha llevado todo por delante y lejos de purificar ha servido para que la polémica, la polarización y las salidas de tono campen a sus anchas.
Ni ante una catástrofe son capaces los políticos de tender puentes. Hace unos meses fue la DANA y hoy son los incendios. Y no, no son todos los políticos iguales pero francamente, a veces lo parecen.
Estaban los incendios campando a sus anchas y ya teníamos la bronca política servida. A partir de ahí y lejos de recular se incrementaron los fuegos y crecía y sigue creciendo la tensión en las filas políticas, mientras lo que se apaga son las voces de quienes de verdad tienen conocimiento de cómo hemos llegado a este punto.
Las redes sociales son un hervidero de opiniones en todos los sentidos, opiniones motivadas en muchas ocasiones desde perfiles políticos que sinceramente, algún asesor debería plantearse seriamente dejar de usar a sus representados de forma indiscriminada y sin filtro, porque no les aportan nada bueno y contaminan el ambiente mucho más de lo que ya está.
Escuchar a la ciencia, oír a los técnicos, tener en cuenta sus opiniones debería ser una obligación. Es lamentable ir a la hemeroteca y ver que situaciones como las producidas en el mes de agosto han sido vaticinadas por quienes tienen conocimiento y no se han tenido en cuenta. Y así una y otra vez mientras nos quemamos o nos inundamos.
Las vacaciones no han templado los ánimos de los políticos y lo peor, no les han dotado de altura de miras para hacer causa común ante una desgracia que nos afecta a todos, absolutamente a todos
Y esto también lo dicen los científicos a los que lejos de poner en valor se cuestiona y critica cada vez más por parte de indocumentados: van a ser situaciones que se repitan en el tiempo, junto con otras derivadas de muchas circunstancias entre ellas sin duda, el cambio climático.
Podemos escuchar y actuar en consecuencia o hacer oídos sordos y ver qué pasa mientras perdemos el gran potencial que tenemos en materia medioambiental.
Las vacaciones no han templado los ánimos de los políticos y lo peor, no les han dotado de altura de miras para hacer causa común ante una desgracia que nos afecta a todos, absolutamente a todos.
La bronca política no es el mejor extintor y seguramente tampoco da votos a quienes la protagonizan, más bien los regala a quien menos los merece. Los sondeos de intención de voto dan fe.