En los últimos días, hemos asistido a la 'vuelta al cole'” del alumnado vasco, que se ha ido incorporando de forma paulatina a cada ciclo educativo. Las clases han abierto sus puertas y el engranaje ha vuelto a ponerse en marcha. Miles de alumnos recuperan sus rutinas, y otros acceden al sistema educativo por primera vez.
Es precisamente entre las niñas y niños que se estrenan en las aulas, donde nos encontramos con un dato muy preocupante que se viene repitiendo ya en los últimos años. En este curso son 13.000 matriculaciones menos.
Si vamos extrapolando las caídas en el número de alumnas y alumnos de nuestras escuelas en los últimos años, nos hacemos perfectamente conscientes de que en el medio largo plazo, el problema es de la máxima gravedad. De hecho, no nos hace falta esperar. Estamos ante un problema de difícil resolución que ya nos está pasando factura en muchos ámbitos sociales y vitales.
La realidad es que ya en este momento minimizar esa brecha nos puede llevar décadas
Llevamos meses, años incluso, viendo que el número de nacimientos es claramente escaso para que se produzca un relevo generacional natural. La realidad es que ya en este momento minimizar esa brecha nos puede llevar décadas, incluso si empezáramos a revertir la tendencia ahora mismo.
No somos suficientes para seguir dando respuesta a las necesidades que tenemos con una población ya claramente envejecida, que en los próximos diez años va a ver como ese segmento poblacional crece de forma exponencial.
El sistema, nuestro sistema no está preparado para esto. No estamos preparados para que sean más los que cobran la pensión de jubilación que los que trabajan. Y esto no va a menos, va a más. Evidentemente, todo esto pone en entredicho nuestro preciado estado del bienestar.
Cada vez son más los puestos de trabajo que no se pueden cubrir por falta de perfiles profesionales
Este retorcido contexto está íntimamente relacionado con lo que está ocurriendo en el mercado laboral. Cada vez son más los puestos de trabajo que no se pueden cubrir por falta de perfiles profesionales. Hay una permanente preocupación por esta cuestión, cuya solución se hace cada vez más complicada, entre otras cosas, porque se trata de un problema general y, por lo tanto, con más obstáculos que respuestas.
Si tenemos en cuenta los datos, y en este caso, esos 13.000 alumnos menos que hay en nuestros centros, parece bastante obvio que los incentivos a las políticas de natalidad no están surtiendo efecto. Y esto ya ocurría antes de que factores como la carestía de la vivienda se haya convertido en uno de los obstáculos más importantes para decidir tener o no descendencia.
Las instituciones deben repensar en las políticas para incentivar la natalidad y buscar auténticos alicientes que permitan incrementarla. Parece claro que el cheque bebé está muy lejos de ser la solución. Las políticas de conciliación cada vez más extendidas tampoco son la panacea para dar respuesta al complicado problema.
Somos una sociedad claramente envejecida que no es capaz de mantener las condiciones actuales del sistema
En esta coyuntura toca, sin duda, introducir una vez más esa variable que a algunos les hace brotar sarpullido. Nos hacen falta, mucha falta, los inmigrantes. Somos una sociedad claramente envejecida que no es capaz de mantener las condiciones actuales del sistema. Necesitamos de otros para poder hacerlo, entre otras cosas, para que nos ayuden a sostener todo esto, empezando por nuestros propios cuidados.
No hay relevo generacional. El asunto no se puede arreglar de hoy para mañana, por razones evidentes. Así que no podemos perder todo aquello que los inmigrantes nos están aportando ya. De momento se ocupan de lo que nosotros no queremos hacer, pero esa tampoco es una buena fórmula, porque es de todo menos justa. Lo de cuidar el talento para que no se nos escape, también va con ellos.
Si no les permitimos desarrollar sus capacidades y progresar entre nosotros, lo harán en otra parte, y nosotros y nuestro modelo de vida, se irá extinguiendo poco a poco.
El dato es desalentador. Este año hay en las clases vascas 13.000 pequeñas y pequeños menos que el curso pasado. Y esta cifra se quedará corta para el próximo curso. Estamos ante una cuestión de supervivencia. No tenemos ni banquillo, ni cantera.