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El lehendakari Imanol Pradales y el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, han pactado el traspaso a la Comunidad Autónoma Vasca. | Europa Press

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Opinión

El bicho de la administración vasca

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La semana pasada quedé a comer con un amigo, arquitecto, de esos que están todo el día concursando para levantar casas, colegios, ambulatorios o dibujando planos para concesionarios de coches, vivienda pública y privada, etcétera. Unas veces gana y muchas veces pierde, y sigue dibujando.

Este hombre tiene una sociedad con otros dos colegas en las que los tres son autónomos societarios. Es decir, que se pagan sus cuotas, y dan trabajo a otros arquitectos, aparejadores y otros profesionales del sector.

Venía rebotado el colega, “Mira Jose. Esto está muy mal hecho. Así no se puede. No hay manera de que podamos competir con el empleo público. Se me han ido dos arquitectas, que me ha costado un montón formar y se van al gobierno vasco. Yo no puedo pagar esos sueldos...” Y acababa con no sé qué de Pedro Sánchez.

Yo, aunque nadie que me lea se lo crea, tiendo a no discutir con los amigos, les dejo desahogarse y en otro momento, cuando ordeno mis ideas, si se dejan, les pego la chapa. En este caso, voy a aprovechar esta tribuna incomparable para poner de relieve unas cuantas cosas.

La primera es que Pedro Sánchez, su mujer, su hermano, ni siquiera Ábalos o Koldo, tienen nada que ver con lo que le pasa, con la gente que se te va, colega. Si quieres buscar un responsable de esta situación, amigo mío, es mejor que mires al partido que gobierna en Euskadi, casi ininterrumpidamente, desde 1980. Más de cuarenta años oiga.

La máxima del PNV en la construcción de las administraciones públicas vascas siempre ha sido pagar más y mejor que España. Desde las primeras trasferencias en aquella década, en las que los funcionarios dejaban de estar pagados por Madrid para ser pagados por Lakua ¡Menudas fiestas! ¡Qué gozos en el aparato franquista recién peneuvizado y homologado!

Y yo allí con nómina, contrato y llaves. El rey de la montaña

Uno, que es un poco como Forrest Gump y ha pasado por un montonazo de acontecimientos históricos, si no de protagonista, al menos de comparsa, recuerda que su primer trabajo con nómina fue como por 1979 o así. Por resumir, cuando llegó la democracia, las instituciones de la dictadura tenían un montón de propiedades inmobiliarias que desarrollaban determinadas actividades y que, en su mayor parte, pasaron a las instituciones democráticas del estado. También en Bilbao.

Concretamente, en la calle Ripa, había un hogar de la OJE, Organización Juvenil Española, única organización legal para organizar a los jóvenes con guateques, misas, campamentos, formación del espíritu nacional y esas cosas. Ese hogar, de la noche a la mañana, y una vez que la OJE fue despojada de su exclusividad y pasó a ser un grupo juvenil más, pero con cero afiliados, fue vandalizado por sus antiguos ocupantes hasta que se instauró la nueva autoridad, en este caso la Dirección General de Juventud, española.

El caso es que allí, en el centro de Bilbao, enfrente de El Arenal, había un pisazo con un montón de despachos, sala de baile, biblioteca, baños, barra de bar, completamente operativo y listo para ocupar. Lo cual hicimos un montón de grupos de chavales con diversos intereses. El único requisito era llegar antes y una vez todo lleno ¡ah! se siente. A mí me lo contó un colega que estaba en un grupo de espeleología y yo, que tenía uno de teatro, acudí raudo y veloz y, cual inkiokupa, me hice con uno de los cuartos.

El piso de Ripa se abría todas los días de cuatro a ocho de la tarde y las llaves las tenía un chaval, algo mayor que nosotros, que tuvo que irse a la mili y que me pasó el curro. Y yo allí con nómina, contrato y llaves. El rey de la montaña.

El PNV se ha centrado en dos aspectos principales respecto a la función pública, pagar más que otras y colocar al máximo de gente posible

Para cobrar la nómina, 14.000 pesetazas, una fortuna para un mandril posadolescente, acudía cada mes a la sede de la Dirección de Juventud en Bilbao, que estaba situada enfrente de donde está hoy el perro del Guggenheim. Ya saben, el edificio desde donde se tiró James Bond. Ese que ahora alberga varios departamentos de la Diputación de Bizkaia. Ahí.

La primera nómina me la pagó un señor con bigote del régimen anterior, en un despacho revestido de maderas oscuras y con las obras completas de Jose Antonio pulcramente dispuestas tras su rancio escritorio. Me entregó un talón, con una seriedad grave, pesada, como de despedida. Un talón firmado por la secretaría de estado del momento. Meses después, el señor había desaparecido, las obras de Jose Antonio también, y el clima de derrota de las personas de aquella oficina se había tornado en sonrisas. Había gente nueva como nuevos eran los tiempos, y mi talón lo firmaba el Gobierno vasco. Si no fue la primera trasferencia, fijo que fue de las primeras.

Desde entonces, el PNV se ha centrado en dos aspectos principales respecto a la función pública, pagar más que otras y colocar al máximo de gente posible. Es decir, crear una tupida red clientelar que les asegurara cuarenta y cinco años de preponderancia política.

Es cierto que el tema se les ha complicado por los múltiples factores que este autor ha reseñado hasta la náusea: falta de relevo generacional, menos compromiso militante, renuncia a un discurso propio en temas importantes y cruciales que les llevan a perder contra Bildu, y nos dejan un panorama ciertamente preocupante.

En EiTB, con el tiempo, y sin mucho estrés, podrá llegar a ser una señora que se levante 60.000 euros anuales

En Euskadi hay cerca de 180.000 nóminas que salen de nuestros impuestos, 40.000 más que en 2018: administración del Estado, de Euskadi, de las diputaciones, de los ayuntamientos,  empresas públicas y fundaciones,  educación pública y concertada, sanidad, EiTB o seguridad y protección civil. Es un 8% de la población, pero si convenimos que otras dos personas dependen de esa nómina, podemos decir que de lo público vive un cuarto de la población total de Euskadi.

Además, en todos y cada uno de los puestos de esas instituciones, empresas y organismos públicos, excepto -curiosamente- en los más altos, de designación directa, se cobra más que en el mismo puesto de cualquier empresa privada, por lo que no es de extrañar que el talento huya y se diluya en lo público, a cambio de una certeza de 14 pagas de por vida y de una nómina creciente por trienios.

Es normal, por lo tanto, que un periodista que trabaja en una productora de televisión o en una agencia de comunicación, o en una emisora de radio e, incluso, en un diario de referencia, se vaya en cuanto pueda a EiTB si saca la oposición. Allí, con el tiempo, y sin mucho estrés, podrá llegar a ser una señora que se levante 60.000 euros anuales. Inimaginable en el sector privado.

Es tal el nivel de ingresos, la tranquilidad y la seguridad laboral de las personas fijas de ETB, por seguir con el ejemplo, que a los máximos responsables del ente les resulta complicado promocionar a profesionales porque, por ley, no queda mucho margen de mejora salarial y, a dichos profesionales, no les compensa perder la laxitud y bonanza en la que su vida laboral discurre ¿Lo ven? El talento no es un factor de mejora en estos sitios.

Policías a 50.000 euros, profesorado de primaria a 42.000, administrativos de bajo rango a 35.000 en Bilbao, ... Para que se hagan una idea, casi cuatro de cada diez euros del presupuesto vasco es para pagar nóminas. Para abrir la persiana ¿Qué empresa privada puede competir?

Volviendo a lo público, más preocupante aún que los sueldos, es la baja productividad, el absentismo, o la nula vocación de servicio público

La otra pata de esta situación diabólica es el papel de los sindicatos, mayoritariamente ELA y LAB. Actualmente, en la Mesa General de la Administración, las centrales han reclamado que el tope salarial en Euskadi sea superior al del Estado. La consejera Ubarretxena les ha contestado que eso es ilegal, pero los sindicatos alegan, no sin lógica, que si ha sido posible en Educación y Ertzaintza... Aquí va eso de quien siembra vientos recoge tempestades.

En definitiva, amigo mío, tienes razón. No alcanzas a pagar los sueldos de la pública, aunque tal vez sí puedas pagar algo más a tus currelas si te quitas beneficios. No lo sé. Desde luego, en las grandes corporaciones, donde las cúpulas ejecutivas y directivas reparten sueldos y bonus de auténtico escándalo, lo veo más posible. La prueba es que no han cerrado, como algunos vaticinaron, tras la subida del salario mínimo impulsada por el gobierno... de Pedro Sánchez. Un 61% desde 2018.

Volviendo a lo público, más preocupante aún que los sueldos, es la baja productividad, el absentismo, o la nula vocación de servicio público. Todo unido a la cerrazón sindical para terminar con estos privilegios. Por no hablar de la insistencia en amortizar todas las plazas que quedan libres tras la jubilación de sus titulares, incluso las obsoletas, improductivas o innecesarias. Podemos llegar a vivir situaciones absurdas estilo realismo comunista.

En 1989, el agosto anterior a la caída del muro de Berlín y del colapso de los regímenes comunistas, el Forrest Gump que les escribe viajó en la Nissan Vanette, que su padre utilizaba para repartir, por Yugoslavia, Hungría y Checoslovaquia. En Praga, en unos almacenes estatales, adquirí una preciosa vajilla de porcelana y una cristalería de bohemia de quitar el hipo, por un precio de saldo. Aún la conservo y la saco en las ocasiones especiales, usted ya sí sabe.

El proceso de compra discurrió de la siguiente manera: pedimos a un señor lo que buscábamos, nos llevó a donde una señora que nos enseñó el género. Elegimos y pasamos al siguiente nivel donde otra persona diferente fue al almacén y otra trajo las cajas, que otra envolvió y llevó a pagaduría, donde otra cobró y otra, la última, nos entregó el género a cambio del comprobante de compra. Y todo ello sin una sonrisa de nadie, más allá de la de la mía. Siesos de narices, como un funcionario vasco.

Así que sí. O le pegamos una pensada al bicho administrativo que nos come por las patas, o nos arriesgamos a que en ETB siga habiendo en un futuro, encargados del fax y del teletipo. Por poner un ejemplo absurdo. Porque no le veo yo mucho sentido a formar ingenieros que terminan de bomberos, a arquitectas que derivan en administrativas o a expertos en nuevas tecnologías de la información que aspiran a ser periodistas del Ente Vasco de la Energía.