Los socios del Gobierno vasco se han reencontrado. O, al menos, eso escenifican. Entre el martes y el miércoles, con pocas horas de diferencia PNV y PSE anunciaban, por un lado, el inicio de las conversaciones para acometer una reforma fiscal y daban a conocer, por otro lado, que ya han acordado la aplicación en Euskadi del impuesto a las grandes fortunas que tanto parecía enfrentales.
Con estos dos movimientos en materia fiscal los peneuvistas y los socialistas retoman la senda del acuerdo entre socios después del fuerte encontronazo vivido en los últimos diez días. Porque lo cierto es quie el choque por el centro de refugiados de Vitoria elevó la tensión sobremanera entre las direcciones de ambos partidos. No sólo por las declaraciones altisonantes. También en los despachos.
En cada uno de los 'bandos' admiten que la pelea derivada de la acogida subió de tono más de lo que se pretendía. Una cosa es que los socios evidencien sus diferencias en cuestiones relevantes, como admitía el propio Eneko Andueza en su reciente entrevista con este periódico, y otra cosa bien distinta (y más resbaladiza o incluso peligrosa) es que crucen acusaciones de trazo tan grueso.
¿Lo mejor es exhibir acuerdos?
Ya la pasada semana los consejeros del Gobierno vasco de PNV y PSE se conjuraron para bajar el listón de esta discrepancia por los refugiados. Pero todavía quedaban reproches que lanzarse. En especial a los jeltzales no les gustaron nada las palabras del líder del PSE acerca de su discurso.
Seguramente ambas partes habrán concluido que la mejor manera de cambiar la percepción de los ciudadanos, más allá de conjuras declarativas, era exhibir acuerdos en cuestiones relevantes. Claro que, como siempre en política, todo tiene su anverso y su reverso, de manera que la oposición está que trina por los anuncios de las formaciones gobernantes.
En tiempo electoral todo movimiento es sospechoso.