El polémico e "incómodo" monumento a Carrero Blanco en Santoña
Aparecen nuevas pintadas con los colores de la República en la escultura de 40 metros de altura, símbolo para la ultraderecha y objeto de continuas discrepancias sobre su continuidad y mantenimiento en el municipio cántabro
24 agosto, 2024 11:16Desde la playa de Laredo, 'colonia vasca' por excelencia estos meses de verano, puede observarse al otro lado de la entrada de la ría, en Santoña, uno de los monumentos más controvertidos por su conexión con la dictadura franquista. Se trata de una gran escultura en recuerdo del militar y político franquista Luis Carrero Blanco, nacido en esa localidad cántabra y asesinado por ETA en la fase final de la dictadura.
Estos días han aparecido de nuevo pintadas con la bandera de la República y diversa simbología de izquierdas, lo que recuerda el rechazo que despierta la mole de piedra entre parte de los vecinos de Santoña y alrededores. Es una dinámica habitual motivo de disputas entre los partidos con presencia en el ayuntamiento cántabro.
En los últimos tiempos viene siendo Vox la fuerza que más incide en mantener intacto el monumento que se ha convertido en un símbolo para la ultraderecha por motivos evidentes, si bien también la agrupación independiente que gobierna con apoyo del PP (Santoñeses) hace lo posible por limpiar las pintadas. Antes, otros alcaldes y alcaldesas del PSOE han apostado por mantener el monumento al almirante franquista, si bien en ocasiones desde la formación socialista se ha abierto el debate en torno a la posibilidad de darle "otro significado".
Un enfoque legal complejo
Las líneas maestras de la historia del monumento a Carrero en Santoña vienen explicados en el último libro del historiador vasco Gaizka Fernández junto con el catedrático de la UPV/EHU Santiago De Pablo, Las raíces de un cáncer, en el que se abordan los entresijos de la primera etapa de ETA. En los párrafos que abordan este monumento se recuerda que ya el Gobierno de Adolfo Suárez evitó una inauguración oficial de la estatua, terminada en el verano de 1976, a apenas unos meses para que se celebrara la votación, en diciembre de aquel año, de la Ley para la Reforma Política, un hito en el final de la dictadura.
En aquel momento la memoria de Luis Carrero Blanco era "incómoda" ya en esos primeros compases de la Transición, señalan los autores, y con el paso del tiempo "lo sería todavía más". Esa especie de 'olvido' forzado por parte de la oficialidad de la Transición hacia el monumento hizo que este se convirtiera en símbolo para las fuerzas radicales de ultraderecha que, un par de años después, procederían a su inauguración con Fuerza Nueva y Blas Piñar a la cabeza.
Como se recoge en el libro (Gaizka Fernández es uno de los responsables del Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo), la escultura presenta aristas complejas en torno a cómo abordar su continuidad o su derribo desde el punto de vista legal. Y es que Carrero fue a la vez pilar del régimen franquista y víctima de ETA, lo que más allá de lecturas políticas complica su enfoque por parte de la legislación de memoria histórica por un lado y de protección a las víctimas del terrorismo por otro.
"El resultado es que las corporaciones municipales han afrontado el problema no afrontándolo", tal y como se recoge a modo de resumen en el libro Las raíces de un cáncer.