Iñaki Arteta (Bilbao, 1959) es el cineasta vasco que más ha ahondado en el terrorismo de ETA con sus películas. Si bien durante años se centró en presentar los relatos de las víctimas, después dio una vuelta de tuerca al centrarse en los testimonios de los verdugos y de sus cómplices en el documental 'Bajo el silencio'.
Ahora Arteta ha convertido esa obra en un libro, con título homónimo y editado por Espasa, donde reflexiona sobre el terrorismo y sobre la realidad posterior en Euskadi. A su juicio, la actual convivencia en nuestra comunidad es un mero espejismo que posibilitan el olvido y el silencio entreverados. En esta charla con Crónica Vasca habla sin tapujos acerca de todo ello.
¿Por qué no identifica a las personas entrevistadas con nombre y apellidos?
Porque en la película tampoco se hace. Representan perfiles. No son dirigentes. No son políticos de primera fila, sino gente común, cada uno en su ámbito. Como ellos hay montones de personas que piensan igual. Están los que han pasado por ETA. Y luego en el mundo nacionalista están otros que han tenido altavoces: el sacerdote, el profesor, el escritor, la actriz, los concejales... O sea, personas con capacidad de influir en la gente. Y tienen cierta condescendencia con el terrorismo.
Es fabulosa la empresa de indagar en las mentes de esa gente. Me hubiera gustado entrevistar a cien y no a seis. Porque es muy revelador para la gente común que otra gente que vivía con ellos es capaz de involucrarse en una organización asesina
Este es un libro que habla de silencios. ¿Por qué, a su juicio, hay tanto silencio en la sociedad vasca?
Es la clave de nuestra subsistencia psicológica. Los que lo han hecho no quieren hablar porque habiendo como hay 300 casos sin resolver prefieren no decir nada. Y la sociedad es silente en el sentido de que no les reprocha nada. El silencio es protector para los perpetradores, en el sentido amplio, incluyendo a los chivatos y los que ayudaron a matar. Esos nunca dirán nada. Entre la gente común está el perfil de quien no quiere tener líos hablando contra la cultura imperante, que es nacionalista y que incluye el asunto del terrorismo. Y están quienes han sufrido con el terrorismo pero que ya prefieren no hablar. Ese silencio es la clave de que incluso quienes han matado puedan vivir en paz. Así todo funciona y vivimos una convivencia absolutamente falsa, un espejismo.
O sea, los monstruos siguen escondidos. Lo digo porque acaba el prólogo con una frase: "los monstruos mienten y se esconden" en Euskadi.
Claro. Se protegen. Aparte de las cuestiones técnicas, que es que les puedan inculpar por algo, la conciencia de que hicieron un mal terrible lo tienen todos. Estoy convencido: saben lo que han hecho. Y no sólo apretar el gatillo, sino también dormir tranquilo tras apretarlo. Es fabulosa la empresa de indagar en las mentes de esa gente. Me hubiera gustado entrevistar a cien y no a seis. Porque es muy revelador para la gente común que otra gente que vivía con ellos es capaz de involucrarse en una organización asesina. Indagar en la mente de los perpetradores es algo que, por otra parte, siempre nos ha encantado en las películas y documentales.
Habla de conciencia pero no parece, al leer el libro, que haya demasiados arrepentidos entre los miembros de ETA.
Eso es una cuestión casi técnica. Si le pones las cosas fáciles a quien ha hecho el mal, ¿para qué se va a arrepentir? Para eso está la cárcel, ¿no? Algunos a los que entrevistamos han pasado 25 años en la cárcel y no parece que hayan reflexionado mucho sobre lo que hicieron. Insistentemente les preguntábamos al respecto.
En ese sentido, hay una entrevista a un ex etarra que es profesor en la UPV que se niega todo el tiempo a referirse a su pasado. "De eso no quiero hablar". Sin embargo, sí habla del contexto histórico, las causas del terrorismo, etcétera.
Me puedo imaginar por qué. Incontinencia verbal para hablar de unas cosas pero no para hablar de lo que es probablemente lo más importante que ha hecho en su vida: estar en un entramado para asesinar. Ha decidido esconderlo. No soy psicólogo pero todos sabemos por qué alguien oculta las cosas.
La sociología vasca no es nacionalista, pero la sobreactuación y la sobrerrepresentación del nacionalismo nos invade desde hace 40 años. Es el gran éxito nacionalista. Eso de que para inaugurar un parque haya que bailar el aurresku. Imagínate que en Sevilla bailasen una sevillana al inaugurar un parque
ETA siempre ha contado con un sustento o apoyo intelectual. En el libro hay un momento en que se pregunta a un escritor, con cita a Dante, sobre la justicia. Y él contesta que "hay muchas injusticias y uno que lucha contra ellas puede convertirse en verdugo". ¿Qué significa eso?
No lo sé, habría que preguntárselo. Yo tengo un juicio moral sobre eso, pero en la película no quiero hacer juicios morales. Hacemos preguntas. Las respuestas se las dejo al lector o a quien vea el documental.
También es muy impactante leer las entrevistas a los hijos de etarras. En el fondo, justifican todo lo que hicieron sus padres, a los que ven como presos políticos...
Nosotros nos preguntábamos qué piensa el hijo de un asesino en serie. Qué perspectiva puede tener de su padre. Son entrevistas muy curiosas porque el entrevistador se empeña con insistencia en saber si un joven puede tener un punto de vista humanitario respecto a lo que hizo su padre. Puedes imaginarte muchas respuestas, pero las que dan son reveladoras de ese mundo que parece tener otras coordenadas morales que no casan con las de quienes no hemos estado en eso.
Escogieron como entrevistador a alguien de fuera y de otra época, que no vivió directamente los años del terrorismo en Euskadi. ¿Era para lograr un resultado más objetivo por así decirlo?
Se buscaba más objetividad, sí. Yo he hecho las entrevistas de mis anteriores películas pero pensé que en este caso era mejor que las hiciera el nieto de alguna víctima. Buscamos durante mucho tiempo pero nos fue imposible. Y sí era interesante que fuera joven y de fuera, porque para los entrevistados es diferente responder en ese caso.
Algunos reaccionaron mal a las preguntas. Se quitaron el micrófono y se fueron. El primer entrevistado nos llamó y nos mandó un burofax para que no sacásemos la entrevista. Este tipo de entrevistas comprometidas, de periodismo de investigación, tienen la dificultad del acceso a esas personas.
La única esperanza son los jóvenes. Es importante que tengan nuevas miradas sobre lo que ha pasado y sobre cómo crear una sociedad más tranquila y más justa
En los agradecimientos dice que esta es la película más difícil en la que ha trabajado. ¿Por qué?
Llegamos a pensar que no la íbamos a hacer nunca. Porque hablamos con más de cien personas. Y la mayoría no quería salir ni saber nada. Algunos eran personas que han cometido muchos asesinatos, están sueltos en la calle y no quieren ni hablar del tema. Pero claro, como hay tantos conseguimos que saliera adelante. Nos faltó, eso sí, algún etarra arrepentido. Incluso los oficialmente arrepentidos no querían hablar.
Otra diferencia con sus películas es que antes aparecía la voz a las víctimas y en este caso aparecen más los perpetradores. ¿Cómo es sentarse a hablar con un terrorista?
Me pareció fascinante. Era un proyecto que tenía en mente desde el año 2000. Leí un libro de Fernando Reinares, 'Patriotas de la muerte', y me surgió la idea. Desde el núcleo del dolor que son las víctimas he ido abriendo a otras visiones. Era ya la hora de hablar no del pasado sino del presente. Nos costó mucho financiarlo. Pero consideramos que los testimonios que teníamos constituían un muestrario suficiente.
¿Por qué los jóvenes vascos saben tan poco del terrorismo? ¿Es optimista para el futuro?
Yo y los que trabajamos con estos temas lo hacemos para que haya referencias en el futuro. Para que se pueda acudir a ellas e informarse. Por eso hay que trabajar con criterio y con honestidad. Lo mismo que estos primeros jóvenes que empezaron con ETA tomaron una decisión que contrarió a sus padres ideológicos del nacionalismo...
Cualquier situación histórica cambia. Las ideologías se van superponiendo. Con los regímenes pasa igual. Las juventudes detestan a sus padres y cambian. Nadie en el año 60 en España podía imaginar que iba a haber democracia. Todas las sociedades cambian. La única esperanza son los jóvenes. Es importante que tengan nuevas miradas sobre lo que ha pasado y sobre cómo crear una sociedad más tranquila y más justa.
En Euskadi parece existir una suerte de ETA sociológica, gente que justifica y aplaude el terrorismo. ¿Existe una lucha de relatos aquí? ¿Se siente partícipe de algún bando en esa lucha?
Claro que hay una lucha de relatos. Se dice que se ha derrotado a ETA pero no se le ha derrotado como por ejemplo se derrotó a la extrema derecha. La ultraderecha de verdad, la de los años ochenta, que daba palizas y que también mató a gente aquí, se acabó. No hay relato que defienda aquello. Pero es curioso que si alguien se atreve a defender un relato a favor del terrorismo o del nacionalismo radical o del independentismo, no pasa nada.
El nacionalismo tiene un atractivo que parece genial, se perdona todo, incluso el asesinato. La coraza ideológica del terrorismo, que es nacionalista, genera interferencias porque viene a decir que tenían razones para hacer lo que hicieron. Esa manera de contemporizar con el asesinato es posible aquí. El nacionalismo es como una especie de magia.
¿Pensar y hablar así le lleva a ser un apestado en los círculos culturales vascos?
Sí, lo soy hace muchos años. El nacionalismo tiene que ver con lo etnicista pero también con lo intolerante y lo tribal. Si uno da pistas de que no es de la tribu, le sumergen en un silencio ya normalizado. No cuentan contigo. Si no eres de la cuerda, tienes menos posibilidades. Tiene un precio. Curiosamente mi primera película era para defender a las víctimas pero el nacionalismo me detesta desde entonces. En principio pensé que era una película humanitaria pero el nacionalismo moderado se dio por aludido.
Creo que el nacionalismo ha tenido una responsabilidad clarísima en la permanencia del terrorismo.
El año pasado se montó una gran polémica porque el festival de San Sebastián emitía la película de Évole sobre Ternera. ¿Cómo lo vivió usted?
Lo viví de una forma muy interesante. Porque cuando vi que emitían esa entrevista con un terrorista, pensé que justo el año anterior yo presenté 'Bajo el silencio', con terroristas entrevistados, y no le hicieron ni caso. Yo ya tenía una relación bastante interesante con el Festival de San Sebastián que entonces se rompió. Me parece bien que Évole entreviste a un terrorista, porque es interesantísimo. Yo entrevisté a unos cuantos. Vean mi película. Un mes después pensé que quizás era interesante publicar las entrevistas en este libro. A la editorial le interesó. Y aquí estamos.
Hay diferentes maneras de entrevistar a terroristas. Yo no quería entrevistar a Otegi, Ternera u otra gente con el discurso más preparado.
A medida que pase el tiempo probablemente va a haber cosas más interesantes para contar. Porque el tiempo te da un perspectiva más suculenta e interesante. Yo estoy contento con lo que he hecho hasta ahora, pero queda mucho por hacer
Cuando vio los últimos resultados de las elecciones vascas, con Bildu creciendo tanto y casi empatando con el PNV, es decir con una hegemonía nacionalista tan clara, ¿qué pensó?
El nivel de perplejidad con esta sociedad lo tengo ya superado. Es todo muy extraño, en el peor sentido. Por una parte, que esa simpatía por el asesinato, por eliminar a un grupo de la sociedad, se mantenga incluso después de ETA es muy grave. Y, por otra parte, que la falta de coraje para denunciar esa simpatía también se premie es increíble. Quienes no sepan, los jóvenes que no se han enterado, puede entenderse, porque ven a Bildu hablar de ecologismo y estas cosas. Pero la gran masa de votantes conoce que hace unos años se gritaba aquello de "ETA, mátalos". Es desolador. Eso no es incompatible con lo que antes decía sobre que las cosas pueden cambiar. No hay nada predestinado.
Hay que pensar que si sumas al nacionalismo llamado moderado y el radical hay 500.000 votos. Pero en Euskadi vivimos dos millones. La sociología vasca no es nacionalista, pero la sobreactuación y la sobrerrepresentación del nacionalismo nos invade desde hace 40 años. Es el gran éxito nacionalista. Eso de que para inaugurar un parque haya que bailar el aurresku. Imagínate que en Sevilla bailasen una sevillana al inaugurar un parque. O que haya que llevar al niño obligatoriamente a estudiar en euskera. O tantas cosas. Aquí hay cosas indiscutibles. La hegemonía nacionalista se ha impuesto y se ha admitido. Pese a todo eso, la demografía y otros parámetros de la sociedad pueden cambiar las cosas. Bildu no es radical para los jóvenes de GKS.
Para terminar, ¿le quedan a Iñaki Arteta historias por contar en próximos documentales?
Muchas. Como no hay mucha gente que lo haga, lo tengo fácil (risas). No es fácil conseguir la financiación, porque además no hay dinero público para mis películas. Pero ideas tengo de sobra porque queda mucho por contar. A medida que pase el tiempo probablemente va a haber cosas más interesantes para contar. Porque el tiempo te da un perspectiva más suculenta e interesante. Yo estoy contento con lo que he hecho hasta ahora, pero queda mucho por hacer. Ocurre con los nazis: con los años han surgido más preguntas interesantes.