Los chalecos solidarios que salvan nuevas vidas
La modista Valentina Palmero confecciona bolsos y mochilas con chalecos salvavidas en desuso del atunero Aita Mari
10 agosto, 2021 05:00No es solo un producto. Es algo único que viene impreso en cada chaleco. Es toda una historia que empieza con el propio Aita Mari y lo que fue su labor allá por 1800 y que hoy está más presente que nunca. Así define Valentina Palmero, dueña de la tienda de confecciones Las cosas de Valen, en Zumaia, las colecciones de bolsos y mochilas que crean a raíz de los chalecos salvavidas que les proporciona el atunero de rescate marítimo Aita Mari y las redes de pesca del puerto de Getaria.
Esta propuesta, nació a principios de años, desde la asociación de Salvamento Marítimo Humanitario y llegaba hasta la modista venezolana, con el fin de hacer Upcycling. Es decir, aprovechar estos objetos, que, junto con un poco de creatividad, se pueden convertir en artículos con mayor valor. “Los chalecos tenían que ser retirados por problemas de inspección y normativas de náutica internacional, pero todavía servían para darles otra vida”, señala la propietaria de la tienda. Por eso, no dudó ni un instante y se puso en marcha con el proyecto.
Parte de la ventas de estos productos se devuelven a salvamento marítimo para recuperar el coste de los chalecos salvavidas. Hasta el momento se han confeccionado alrededor de 100 piezas, entre siete tipo de productos diferentes: mochila, riñonera, japank, pouch, bolso y bandolera que van desde los 40 euros hasta los 180 en función del tamaño. Con esta iniciativa que comenzó en el mes de marzo, se han conseguido recaudar 3.000 euros para que los voluntarios del pesquero puedan seguir salvando vidas de personas migrantes que huyen de sus países en busca de un futuro mejor.
Fases del proyecto
El proyecto está dividido en seis fases. La primera consiste en desarmar y descoser cada chaleco salvavidas. “Para esta tarea que lleva entre una o dos horas tarea pedimos ayuda a los vecinos de Zumaia. La respuesta fue increíble. Fueron muchos voluntarios los que participaron activamente en esta fase. Sobre todo gente mayor con más tiempo libre” manifiesta Palmero. Para este primer paso hay que tener mucho cuidado con el material, ya que las costuras están muy prietas, tienen salitre y el tejido está deteriorado y se puede romper.
Después, se hace una valoración de piezas y pre-clasificación según el tamaño y el estado del material. A continuación hay que mojarlos para quitarles todas las manchas como puede ser combustible. Una vez que se hayan secado se lleva a cabo el proceso de patronaje y por último, junto con las redes de pesca, se confeccionan las piezas finales.
Cada pieza numerada tiene su propia web en una plataforma digital llamada URIJI a la que se accede a través de un código QR a modo de título de propiedad de quien lo adquiere. Allí encontrará trazabilidad y toda la historia de su producto único. “Hemos descubierto un tipo de cliente diferente al que teníamos. Mucho más solidarios, no solo con las personas, si no con el medio ambiente”, señala Palmero.
Nuevas historias
Desde Las cosas de Valen siempre han intentado ser agradecidos con los voluntarios. Este año se realizó una rifa con dos productos entre todos aquellos que quisieron colaborar con la causa. Sin embargo, ahora que ya saben cómo han funcionado quieren dar nuevas oportunidades a los refugiados y proporcionarles a aquellos que quieran y tengan ganas de trabajar formar parte de este proyecto con una remuneración. “ Yo sé que no es fácil emigrar. Lo he vivido en primera persona. Por eso quiero ayudar desde lo que puedo”, explica Palmero.
Por otra parte, esta venezolana no deja de trabajar en otros proyectos para seguir con la ayuda humanitaria. En esta última ocasión de la mano de refugiados sin fronteras en Madrid. Su siguiente propósito es enseñar en unas jornadas de puertas abiertas cómo se trabajan los recursos de los que disponemos y los calificamos como basura para darles una utilidad mayor sin tener que deshacernos de ellos.