Jóvenes denuncian que las ayudas del Gobierno vasco al alquiler "no se ajustan a la realidad"
El departamento de Vivienda ha revisado los requisitos para poder acceder a Gaztelagun, el programa del Gobierno vasco al que solo han podido acceder 2.700 personas
9 mayo, 2022 05:00La precariedad laboral, que aún trata de solucionarse con la nueva reforma laboral; la falta de oferta de viviendas en alquiler, la alta demanda de los mismos y sus precios convierten el proceso de encontrar un piso siendo joven en todo un "vía crucis". Así los describen los propios jóvenes que se siguen enfrentando a la difícil tarea de emanciparse. Porque en Euskadi, emanciparse cuesta. Cuesta mucho dinero y cuesta mucho tiempo.
La edad media de emancipación de los jóvenes vascos está en los 30 años, la cifra más alta de toda España. Y precisamente reducir esta cifra es uno de los retos de la nueva Ley de Juventud Vasca. La propia consejera de Igualdad, Justicia y Políticas sociales, Beatriz Artolazabal, asegura que esto es algo que "no nos podemos permitir". Por eso se ha marcado como objetivo que en los próximos años ese momento llegue dos años antes, a los 28.
¿Y cuáles son las causas de esta emancipación tan tardía? Hay dos factores muy claros: la falta de empleos dignos y las dificultades para acceder a una vivienda. El primer factor, a pesar de que uno de cada cinco desempleados en Euskadi es menor de 25 años, va por el camino de mejorar gracias a la nueva reforma laboral que pone coto a la temporalidad. Por otro lado, está el alquiler, y aquí es donde las entidades públicas están tratando de impulsar medidas para ayudar a los jóvenes. Pese a ello, según revela un estudio del Instituto Vasco de la Competividad Orkestra, más de un 64% de los jóvenes menores de 35 años no se ha emancipado aún.
Desde el Gobierno vasco se ponía en marcha en 2019 Gaztelagun, un programa de ayudas al alquiler para jóvenes. Su objetivo para tres años después era que unas 6.000 personas recibieran dichas ayudas, sin embargo, en la actualidad solo las están recibiendo 2.694 personas, de las cuales casi la mitad son mayores de 30 años. Por lo tanto, no están logrando el objetivo de ayudar a la emancipación de los más jóvenes. Pese a ello, el consejero de Vivienda, Iñaki Arriola, hace un balance "sumamente positivo", dato que choca con la opinión de otros grupos parlamentos como EH Bildu, quien ha solicitado precisamente estos datos al Ejecutivo y le ha cuestionado sobre dichas políticas públicas.
A pesar de hacer un balance positivo, el Ejecutivo ha decidido revisar los requisitos para poder acceder a estas ayudas. Mirando los datos, se puede comprobar que casi 2.500 solicitantes se han quedado sin poder acceder a ellas y a más de 800 se las han retirado.
Los cambios son los siguientes: sobre los ingresos máximos pasan de 18.000 a 24.500; el precio del alquiler del piso sube de 750 a 800 euros; la cuantía máxima mensual se eleva de los 250 a los 275 euros y además se elimina el máximo de tres años de percepción y se podrá recibir de forma indefinida hasta los 36 años si se cumplen los requisitos. Además, para las personas recién llegada a Euskadi, el tiempo mínimo de empadronamiento pasa de un año a seis meses.
Sandra García tiene 27 años y llegó a Vitoria hace unos ocho meses. Ella ha tratado de solicitar las ayudas del Gobierno vasco y se las han denegado por varios motivos: no llevaba el tiempo suficiente en Euskadi y el precio del alquiler del piso estaba por encima de lo que marcaban las bases (750 antes, 800 a partir de ahora). "Ponen unos requisitos que son surrealistas y no se ajustan para nada a la realidad del mercado aquí. Ahora han subido algo más, pero, ¿me pueden decir ellos donde hay un piso en Vitoria por menos de 750 euros? Yo comparto piso y en el que vivimos sigue superando los 800 euros. Así es completamente imposible", apunta Sandra García.
Y la realidad es que Euskadi sigue siendo la tercera comunidad autónoma con el precio del alquiler más alto, donde el precio medio del metro cuadrado de 12,3 euros. Solo le superan Madrid y Cataluña. Vitoria sigue siendo la capital más barata y San Sebastian la más cara. Este precio desorbitado de la vivienda sumando a los bajos salarios de la juventud, que no supera la media de los 1.200 euros, obliga a muchos de ellos a destinar más de la mitad de su sueldo mensual en pagar el alquiler o una hipoteca en el caso de quienes se decidan por esa opción.
Según datos de un informe también de Orkestra, por ejemplo, un guipuzcoano entre 18 y 34 años debería ganar actualmente un 122% más de lo que cobra al mes para poder optar a una vivienda sin endeudarse por encima de lo recomendable. Además, con su salario actual podría optar a una vivienda que no supere los 114.252 euros ni los 46 m2. Y a todo esto sumándole la falta de concordancia entre la oferta y la demanda de pisos, donde el alquiler turístico le sigue comiendo la tostada al alquiler común.
Un bien "económicamente incalcanzable"
El propio Consejo de la Juventud de España confirma en un informe que "los elevados precios del mercado inmobiliario" convierten a un inmueble en "un bien económicamente inalcanzable" para el joven que vive en Euskadi. "Ni en el caso de un asalariado ni con los ingresos de un hogar joven es posible emanciparse sin sobrepasar el umbral de sobreendeudamiento", añadía la presidenta del consejo vasco.
Esta paradoja lleva a que ahora mismo, salga más barato comprar que alquilar, aunque esto es algo "impensable" para muchos muchos jóvenes por el contexto socioeconómico y laboral actual y por la falta de ayudas de las administraciones más a largo plazo. Por ello, la única alternativa que les queda a los jóvenes es la de compartir piso. Cosa que para muchos es una "falsa independencia" ya que siguen viviendo con más personas.
La experiencia de Aitor Senz es algo diferente. Él es de Vitoria y se independizó a finales de 2019, cuando tenía 23 años y optó por un piso de Vitalquiler. “Estas no son viviendas para todo el mundo ya que hay que dejar una fianza de unos 4.000 euros más un mes de alquiler y te dan la vivienda completamente vacía. Entonces hay un desembolso muy grande que yo pude hacer porque ya llevaba un par de años con trabajo estable”, explica. “Si se estudia una carrera, se hace un máster y tal pues al final te plantas con 24 o 25 años sin haber trabajado. Y entre que encuentras uno y consigues hacer un colchón con el que poder irte de casa pues pasan más años. Y de comprar una casa ya ni hablamos”, añade Aitor.
Quien si optó por comprar fue Begoña Alonso. Ella tiene 27 años y hace pocos meses se compró un piso en Vitoria. Asegura que ella nunca se había planteado alquilar por lo altos que están los precios y vio que iba a pagar más por un alquiler que lo que está pagando por la letra de una hipoteca. Aún así, ella comprende que para dar este paso hay que tener un buen trabajo. “Mirando y mirando opté por un piso de nueva construcción porque uno de segunda mano me iba a suponer un desembolso extra al tener que reformarlo y además los precios eran parecidos. Mejor pagar por algo nuevo que por algo que vas a tener que reestructurar”, opina.
Malas experiencias y pésimas viviendas
Laura Martínez llegó a Vitoria hace más dos años desde Cartagena con “una mano delante y otra detrás”. Tiene 24 años y aunque su idea inicial era vivir sola, la única vía posible que ha encontrado es compartir piso aunque no tuvo muy buenas experiencias durante la búsqueda. “Me encontré con un piso en el que vivían ocho personas, en condiciones muy malas y sin apenas ventanas. Encontré anuncios que te ofrecían chollos y eran todo alquileres trampa. Incluso una vez quedé por internet con una supuesta chica para ver un piso y apareció un chico. Vi muchos, muy pequeños, muy sucios y muy caros. Vamos que no eran ni buenos, ni bonitos, ni baratos”, cuenta Laura, que por el momento ni se plantea pedir las ayudas porque "seguro que no me las dan".
Caso parecido es el de Cristina Martínez, que tiene 28 años y llegó a San Sebastián desde Cádiz. Ella describe su llegada a Euskadi como “traumática” porque al tener que buscar todo por internet, lo que se encontró a su llegada nada tenía que ver con las fotos que había visto. Además, coincide en el alto desembolso inicial que exigen las inmobiliarias y que a ella le costó poder hacer frente. “Los precios están por las nubes, se aprovechan de la gente que llega desesperada y no hay nada por menos de 750 euros. Hay tanta demanda y tan poca oferta que disparan los precios”, apunta.