Una bandera LGBT en el Orgullo de 2019. efe

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Sociedad

Xavi, víctima de terapias de conversión: “Ahí es cuando comenzó mi tortura más intensa. Me autolesionaba"

Tras defender que era homosexual, fue internado en un convento y allí comenzó un proceso de represión y abuso que marcaría su vida para siempre

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A los 18 años, Xavi decidió dar un paso que requería tanto valor como honestidad: contarle a su entorno que era homosexual. En lugar de recibir el apoyo y la comprensión que muchos jóvenes en su situación anhelan, se encontró con un camino marcado por la represión, el dolor y la negación sistemática de su identidad.

Su historia, como la de tantas otras víctimas de terapias de conversión, deja en evidencia que, aunque estas prácticas están prohibidas en España, siguen ocurriendo en silencio y con total impunidad.

Saúl Castro, abogado especializado en Derecho LGTBIQ+, advierte: “Una terapia de conversión es cualquier práctica que busca anular o modificar la orientación sexual, la identidad o la expresión de género de una persona”.

La tortura de las terapias de conversión

“Me crie en un entorno profundamente religioso”, cuenta Xavi. “Cuando le dije a mi familia que era homosexual, decidieron que un cura me ayudaría a ‘vivir mi fe siendo homosexual’”. Pero lo que vino después fue cualquier cosa menos un acto de fe o de cuidado.

“Me enviaron a un encuentro de verano a un convento de monjas. Me internaron en la casa madre, me quitaron el teléfono móvil y ahí es cuando empezó mi tortura más intensa durante seis meses”. Aquello no era un retiro espiritual. Era aislamiento, imposición y vigilancia constante. Durante ese tiempo, convivió con otras personas que, como él, estaban allí para "corregirse". Muchas eran menores de edad.

“Vi cómo les medicaban con ansiolíticos, antidepresivos… No tenían miramientos. Si había que medicarles mejor, porque así supuestamente aseguraban una vida adulta feliz”, recuerda en EITB.

Terapias de conversión LGTBIQ / El Colombiano

Terapias de conversión LGTBIQ / El Colombiano

La justificación detrás de estos tratamientos era tan absurda como peligrosa: “Cualquier cosa es motivo para justificar que eres homosexual: un padre ausente, una madre protectora, incluso haber jugado a la ouija”.

El impacto psicológico de esta experiencia fue devastador. Durante mucho tiempo, incluso después de salir de ese entorno, Xavi luchó con las secuelas. “Me autolesionaba. Era muy común que las víctimas lo hicieran”.

"Me ha costado encontrar un lugar seguro"

Hoy, a sus 28 años, sigue intentando reconstruirse. “A mí me ha costado mucho encontrar un lugar seguro donde ser yo mismo. Muchas veces me sigo preguntando quién soy y si mi identidad está bien”.

Aunque estas prácticas están prohibidas por la legislación española, no se sancionan. “Hacer una terapia de conversión es como hacer botellón en el parque: no se reconoce a la víctima, no hay derecho de indemnización, no se le permite participar en el procedimiento y no se garantiza nada”.

Para Castro, el daño que se inflige a las víctimas es profundo y duradero. “El estado en el que se encuentran es muy grave. Esto tiene que ir al Código Penal”.

Mientras tanto, Xavi sigue compartiendo su historia para evitar que otras personas pasen por lo mismo. Su testimonio no es solo una denuncia, es también un llamado urgente a la acción y a la empatía. Porque nadie debería sufrir tortura por amar o ser quien es.