El trayecto desde la ciudad dura un suspiro. Pero a veces no hace falta más para que todo cambie. El abrupto desfiladero de Techa anuncia, desde Vitoria, la entrada al Valle de Kuartango: unos 84 kilómetros cuadrados amurallados por el capricho cárstico de la Naturaleza. La pirámide del monte Marinda abraza el paisaje desde el norte. La sierra Badaia levanta un tabique al este frente a la Llanada alavesa. Al sur, el muro de Arkamo completa el cierre. Aquí un pueblecillo con cuatro casas. Allá otro. Así hasta veinte. No más de 450 almas. Huele a encina, roble, haya y pino silvestre. El río Baias susurra melodías de cristal. Es uno de esos escenarios donde se diría que nada pasa, salvo el tiempo. Solo que en este caso, como en tantos otros, las apariencias engañan.

El Valle de Kuartango se está convirtiendo en referencia de innovación y emprendimiento rural. Esto no lo dicen los autóctonos, sino la Unión Europea. Y tiene mérito, mucho, porque hace tiempo que aparece en la lista de municipios vascos con mayor riesgo demográfico. La densidad poblacional es tan baja que, inevitablemente, faltan servicios, justo eso que llama a mucha gente a vivir en un pueblo. En la cabecera, Zuhatzu, está el médico, un bar, las piscinas, el gimnasio y una sidrería. El colegio se ubica más al norte, en Izarra. Pero no hay cajeros ni comercio estable y el ultramarinos apenas se deja ver dos días por semana.

La realidad demográfica es la que es y, sin embargo, la evolución de los últimos tiempos evidencia que algo se está haciendo bien. Desde el Ayuntamiento cuentan que, en el último año y medio, la población ha aumentado de 385 a 430 personas. “En 2005 había cuatro niños. Ahora, más de 30”. La combinación de la proximidad de la capital (30 kilómetros), la necesidad de aire fresco que trajo la pandemia y las políticas de vivienda pública han propiciado el asentamiento de nuevos habitantes. Buena parte son familias jóvenes que trabajan en Vitoria o municipios próximos. Además, "la llegada de la banda ancha ha favorecido la instalación de nuevas empresas". Desde 2020 funcionan cuatro PYMES relacionadas con industrias creativas. También están naciendo explotaciones agroecológicas y la truficultura se abre paso. Todo un logro en un valle dedicado tradicionalmente a la ganadería.

Zuhatzu / JAIONE SANZ

Lo que le pasa a Kuartango es que es un municipio en movimiento, con ganas de romper inercias. No hay Ayuntamiento con "mayor inversión per capita de Euskadi" ni pueblo "con mayor número de actividades en Álava" que Zuhatzu. En eso tuvo mucho que ver el anterior primer edil, Eduardo Fernández de Pinedo, firme defensor de la cultura como motor de desarrollo rural. También con él al frente del Consistorio, arrancó un proceso de participación ciudadana clave en el propósito de mantener población, captar nuevos habitantes y atraer talento. Gracias a la escucha activa y la osadía de experimentar hoy existe Kuartango Lab, centro de emprendimiento e innovación rural. La piedra angular, cada vez más, de la ambiciosa estrategia local.

Kuartango Lab se sitúa en Zuhatzu, al lado del Ayuntamiento, frente al río. El entorno es espectacular. Mucho árbol, el río Baias de por medio y la tapia de la sierra de Arkamo al fondo. Del edificio, a simple vista, solo llama la atención el tamaño: 5.000 metros cuadrados de superficie y tropecientas ventanas rectangulares, todo pintado en beige y color teja. Hay que atravesar el acceso principal para descubrir su distinguido pasado. Ahí están, impertérritas, las escaleras originales del antiguo balneario. Esa fue su función, centro de aguas medicinales, hasta principios del siglo XX. Entonces el tren paraba en el pueblo y la burguesía española llenaba los vagones para disfrutar de las curas. Cuando cerró, llegaron los Salesianos, taparon la fuente milagrosa, reformaron el espacio eliminando todo rastro opulento y montaron un internado. Así, hasta que en los setenta abandonaron el lugar. Fue entonces cuando el pueblo "se encontró con un marrón".

La superficie era excesiva: demasiado espacio para que una empresa o una institución se asentara en el edificio, demasiado que remozar en caso de montar una nueva actividad, la que fuera. "Hacía falta poner en marcha algo diferente", explican desde el Ayuntamiento. Y eso es lo que pasó: se lanzó un proceso participativo en el que entraron administraciones, agentes empresariales y la propia comunidad del Valle. La cocreación de soluciones dio forma a Kuartango Lab, un espacio destinado a atraer talento, generar oportunidades de negocio y acoger eventos para revitalizar la comarca a través de la suma de proyectos e inteligencias. No es palabrería: hace ya un año la iniciativa europea Smart Rural 21 la reconoció como una de las 40 soluciones inteligentes más destacadas de todos los pueblos de la UE.

Todavía queda mucho por rehabilitar, pero se puede decir que el centro de emprendimiento e innovación rural de Kuartango quedó oficialmente inaugurado en septiembre de 2021. Ahora mismo, entre la parte baja y el segundo piso, hay teatro, sidrería, coworking, salas de encuentro y un semillero con más de una decena de emprendedoras (mejor en femenino, porque casi todas son mujeres) que apostaron por instalarse entre las altas paredes del antiguo balneario. Entre ellas, María Santórum y Beatriz Sancho. La primera tiene, junto a su socia Lidia, una editorial tradicional e idependiente: Uzanza. La segunda, un estudio de diseño y comunicación: Milagros a Lurdes.

Actividad en el teatro / JAIONE SANZ

Las dos son mujeres fuertes y comprometidas con el mundo rural. Las dos atesoran un vínculo irrompible con Kuartango. La madre de María es del Valle, así que aquí es donde la editora pasó gran parte de su infancia y a donde decidió regresar tras diez años en Inglaterra. También hay algo de cordón umbilical en la historia de Beatriz, aunque de otra manera, porque ella procede de Sestao. Diez años antes de jubilarse, su abuelo fue destinado a Kuartango como jefe de estación, así que de niña pasó algunas temporadas en la zona. "Renfe nos unió con este lugar para siempre, como sucedió con tantas personas. Y con el paso del tiempo volví. Volví con mi pareja para crear nuestro proyecto de vida. No sé qué autor dijo que la verdadera patria de un hombre es su infancia".

Esa unión al Valle se ha cristalizado también en su compromiso con Kuartango Lab. María entró en el centro de innovación y emprendimiento antes incluso del estreno oficial. "Puse los cristales en mayo de 2021 y los muebles llegaron en junio", recuerda. Nunca se ha arrepentido de la decisión. "Mientras germinaba la idea de la editorial, me la imaginaba en Vitoria porque no suele haber sitio para montar una empresa, sea grande o pequeña, en la zona rural. Además, al principio no tenía muy claro qué estaba sucediendo ahí dentro. Pero me llamaron, me enseñaron cómo iban las obras y supe que iba a ser un espacio perfecto", cuenta. Algo similar le sucedió a Beatriz: "Estaba en el Ayuntamiento viejo, pero la única emprendedora era yo. Cuando vi la oportunidad en Kuartango Lab me fui, pero casi sin saber lo que me iba a encontrar. "¡Las sorpresas que me he llevado desde septiembre de 2021!".

Zona de emprendimiento / JAIONE SANZ

María y Beatriz coinciden en que Kuartango Lab sobrepasa con creces su función como semillero de empresas. Algo flota en la atmósfera que provoca fraternidad. "Ser emprendedora, y más en la zona rural, puede generar mucho sentimiento de soledad. Este espacio aporta compañerismo, compartimos las vivencias del día a día, nos desahogamos… Creamos redes", afirma la editora. La diseñadora destaca la "diversidad de gentes y empresas" que aglutina el espacio, pero sobre todo la complicidad. "Se aprende de todo y de todas. Nos aupamos los unos a los otros. Y estar en el mismo barco, remando juntos, nos permite llegar mejor a buen puerto. Esto no te lo va a dar un coworking de la ciudad, estas sinergias son únicas", considera.

Además, las dos están convencidas de que Kuartango Lab "ha puesto al Valle en el mapa, generando visibilidad y nuevas oportunidades". En septiembre este edificio fue sede de la segunda edición de La Gran Kedada Rural, un encuentro sobre Innovación rural con emprendedores y artistas de primer nivel de todos los territorios. Entre ellos, Jordi Évole y Rozalén, pero también personas del sector de las energías, de finanzas, de consumo, artesanos, ganaderos, nómadas digitales… con muchas ganas de aprender y empaparse de inspiración. Más de 2.000 personas descubriendo qué pasa en este trocito de la Península y llevándose un puñado de contactos de vuelta a casa.

La Gran Kedada Rural / JAIONE SANZ

Y éste es solo un ejemplo del trajín que se llega a cocer en Kuartango Lab, mientras el Valle parece permanecer en calma chicha. El próximo lunes, el centro de emprendimiento e innovación se convertirá durante casi un mes en campo de operaciones de catorce mujeres emprendedoras europeas que participan en el programa The Break. "Ya tuvimos dos tandas en primavera y otoño el año pasado, y en 2023 otra vez. Esto es muy importante para la comarca y es maravilloso para quienes estamos aquí, poder nutrirnos de diferentes formas de ver y de hacer", aplaude Beatriz. A veces no hace falta más que colaboración y osadía para que todo, no en un suspiro pero sí poco a poco, cambie.