Betanzos, la ciudad que alimenta cuerpo y alma
Nadie más veloz que mi madre cortando patatas para hacer tortilla. Era un plato que, en casa, no faltó casi ninguna noche mientras ella se valió por sí misma.
A gusto de mi padre, casi siempre sin cebolla, como suele hacerse en Betanzos, lo que había influido en la cocina de mi madre, que ella trabajó en uno de sus restaurantes.
Podría no haber mantel sobre la mesa. Podía, incluso, faltar pan o el vaso de agua sobre ella. Pero el día que no había tortilla, era un día sin sol. Un día insípido, gris, neutro. Un día sin rendir homenaje a los comedores de patatas, como dice Manuel Rivas, el escritor. Lo aclaro porque ese es también el nombre de mi bisabuelo, de mi abuelo, de mí tío y de mi primo que, siendo el único que sigue entre nosotros, porta todos los valores que reúnen los Rivas.
Pero yendo a la tortilla, de la tortilla a la de La Casilla, el bar que la hizo famosa, recordaba mi madre su falta de cuajo y calidad del producto. Y la cantidad de huevo, que no de patata, ya que no es una tortilla gruesa. Tan importante como el ritual del cambio de la intensidad del fuego en las diferentes etapas de fritura y cuajado. Algo que ella siempre seguía a rajatabla, fuera en cocina bilbaína, de gas eléctrico o vitrocerámica.
La patata gallega se cotiza. No en bolsa pero sí en el mercado. Buena muestra de ello es que cada 1 y 16 de mes, en Betanzos acudan a la feria las aldeanas con productos de la huerta entre los que no faltan las patatas ni los huevos.
Con esos huevos y patatas, los bares de Betanzos hacen sus famosas tortillas entrando entre ellos en competición por ver quien se lleva el premio.
Mientras pudieron, mis padres plantaban sus patatas y tuvieron sus gallinas. Mi padre colaboraba en la elaboración de la tortilla pelando al detalle la patata. No siempre la cosecha era buena, pero al igual que en casi toda la zona era patata kelebek.
Coristanco. Esa localidad de la Costa da Morte, a pocos kilómetros de Betanzos, pasa por ser una de las mayores productoras de kelebek que se consume, casi en su totalidad, en la zona.
Hay que tener huevos. Muchos. Casi una docena para una tortilla de la que tras ser devorada por 4-5 personas no quedara rastro en los platos. Quizá un reguero, un hilillo amarillo intenso difuminado si se ha procedido a untar con pan. Siguiendo por la apuesta de producto KM 0, y de calidad, hay que mencionar a O Galo Celta. Algo deben de tener esos huevos de gallinas veteranas en los que hasta Martin Berasategui se ha fijado.
Los hay, pero no en Betanzos, que se atreven a preparar la tortilla con patatas fritas de bolsa. Si ha de ser, que sea con la patata "de proximidad" Bonilla, vecina de Inditex, en Arteixo.
Todo el mundo sabe la importancia del pan en la mesa. En Galicia hay mucho, y bueno, por lo que no hay que desaprovechar la ocasión de completar el homenaje con un trozo de queso. Es frecuente que se trate de quesos cremosos.
Historias de superación detrás de cada pequeño productor. Tras cada éxito, numerosos tropiezos. Los inicios de Ramón do Casar tienen mucho de esfuerzo. Tras años como emigrante en Venezuela regresa a su tierra y con sus hijos construye, en 2013, una bodega que apuesta por las variedades autóctonas blancas: treixadura, godello y albariño con denominación de origen Ribeiro. Brindemos.
Betanzos de Los caballeros
El origen de este sobrenombre no es tan claro como el evidente poder de la villa en el siglo XV. El aire medieval que conserva le sirvió para ser declarado conjunto histórico artístico en 1970.
Una visita, por breve que sea, obliga a recorrer sus calles y sus iglesias. En una de ellas, en la de San Francisco, de estilo gótico, está el sepulcro de Fernán Pérez de Andrade, caballero y poderoso noble conocido como "O Boo".
Junto a la de San Francisco, está la iglesia de Santiago en cuyas inmediaciones hay que admirar también el ayuntamiento y el edificio de la bolsa. Se dice que Betanzos es la población con más iglesias por metro cuadrado. Una de las mas llamativas es Santa María del Azogue, nombre que se daba al espacio del atrio dedicado al mercado, y es delante de la de Santo Domingo de donde, cada 16 de agosto, sale el Globo de Betanzos, el aerostato de papel más grande del mundo a decir de los betanceiros.
La visita a Betanzos es una inmersión en el románico, gótico, en el renacimiento, la edad media o en barroco. Una inmersión cultural en la historia de una ciudad que conserva la farmacia más antigua de Galicia, la de Couceiro, y custodia restos de la muralla con sus puertas de acceso a la parte antigua donde las cuestas son constantes.