Uno de los dulces o postres más famosos del mundo es el cruasán o croissant. Se trata de una creación que enamora a buena parte de la población y que se originó en el siglo XVII. Pero no nació, a diferencia de lo que se cree, en Francia. Este manjar es de Austria y nació en este lugar durante la conquista del Imperio Otomano.
El Ejército trabajaba de noche para evitar ser descubierto, así como los panaderos vieneses. Ellos evitaron el ataque de los turcos, pues fueron ellos los que dieron la voz de alarma. Para celebrarlo, los reposteros crearon un bollo con forma de luna creciente: la misma que tenía la bandera otomana.
En aquel entonces, este dulce hojaldrado no se llamaba croissant, ya que este nombre deriva de los franceses que lo llamaron así tras hacerlo suyo. Este nombre se usó por primera vez en 1863, tal y como expone el diccionario francés Littré y la primera receta francesa del cruasán se hizo pública en 1905.
El cruasán XXL de Bilbao
En la calle Ercilla número 40 de Bilbao se ubica la pastelería donde nacen los cruasanes más grandes de toda la villa: Eoni Bakes. Los hay de todos los tamaños y para todos los gustos, desde el más tradicional hasta de Lotus, de pistacho, de Oreo, maracuyá o de Cheesecake, entre otros.
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El instagrammer @mi_top_burgers ha ido a probarlos y ha salido sorprendido. "Ya te digo yo que es más grande que mi cabeza", destaca. El suyo es de tarta de queso, pero no descarte pedirse el de pistacho o el de Oreo la próxima vez. "No me entraba ni en la boca, ah y se hacen por encargo", apunta.
El cruasán más querido por los bilbaínos
La pastelería La Suiza, en la calle Marqués del Puerto, 4, lleva más de 60 años vendiendo a su público dos de los dulces más populares de la ciudad. Desde el famoso bollo de mantequilla tan amado por los bilbaínos hasta su tan querido cruasán de almendra.
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Una pastelería de las de toda la vida, porque a veces no hace falta ser creativo para atraer a la clientela, y que consigue unir la calidad, tradición y el sabor en un solo bocado. Sus bollos son tiernos y también sutiles y jugosos, como lo es su cruasán de almendra con azúcar glas por encima, que desaparece en un abrir y cerrar de ojos a media mañana, y su bollo de mantequilla, todo un clásico en la villa.
La segunda mejor pastelería en vender estos dulces es la centenaria Arrese, con más de 165 años a sus espaldas. Sus dulces son amarillentos en cuanto se parten por la mitad, y es que este local destaca por el uso de la mantequilla en sus productos, lo que los vuelve más sabrosos.