Imagen con los principales protagonistas de 'El hombre que mató a Liberty Valance'.

Imagen con los principales protagonistas de 'El hombre que mató a Liberty Valance'. Archivo

Cultura HABLEMOS DE CINE

Nueve películas clásicas para ver (o volver a ver) este verano

Las vacaciones se presentan como un momento idóneo para ver esas eternas pendientes que aún no hemos visto y que son clásicos eternos

26 julio, 2024 05:00

En esta primera entrega de películas clásicas que no perderse este verano tenemos wéstern, noir, terror, comedia, romance y alguna película de género difuso que tienen tres cosas en común: Todas son obras maestras, todas son en blanco y negro y todas… ¡las tienes que ver!

El hombre que mató a Liberty Valance (John Ford, 1963)

Ford fue el padre del wéstern y el que llevó el género a sus más altas cotas de excelencia y maestría. Empezó con ‘La diligencia’ en el 39 y con ‘El hombre que mató a Liberty Valance’ en el 63 decía adiós al género de los géneros americano. En él conviven los viejos códigos del pistolero y el desierto, con la llegada del ferrocarril y las leyes. Un viejo vaquero con un abogado soñador. Dos formas de entender el Oeste. Dos hombres: John Wayne y James Stewart. Y un tuerto malhumorado que les llevó al límite y sacó con ellos uno de los dos o tres mejores wésterns de la historia del cine. 

Gilda (Charles Vidor, 1946)

Censurada en medio mundo por impúdica y escandalosa, esta película sobre el tortuoso amor entre la esposa del dueño de un casino y el secretario de aquél es mucho más que una historia de amor, es mucho más que cine negro, es mucho más que todo lo que has visto, porque es única. Con pasiones extremas, deseo, odio, desesperación, sensualidad y belleza, nada hubiera sido posible sin la magia de Rita Hayworth en la piel de un personaje icónico que, por otro lado, la hizo profundamente desgraciada, pues nunca pudo quitarse ya ese halo de mujer libertina y misteriosa. Indispensable. 

Arsénico por compasión (Frank Capra, 1944)

Una de las comedias más negras, alocadas e imposibles de todos los tiempos. Nada de lo que ocurre en ella es medianamente normal pues en la adorable casa de Brooklyn donde sucede la historia se juntan unas no menos adorables ancianas que tienen trece cadáveres enterrados en el sótano y sus dos sobrinos, uno, un asesino despiadado, y el otro, un inocente Cary Grant que acaba de casarse y quiere irse de luna de miel a las cataratas del Niágara. Cuando los cadáveres salen a la luz todo se desmelena y la carcajada está garantizada. Nada es lo que parece, y todo va a mil por hora… ¿Qué puede salir mal? 

De aquí a la eternidad (Fred Zinnemann, 1953)

Uno de los filmes bélicos más profundamente antibélicos que se han hecho jamás y que cuenta, además, con uno de los mejores repartos de la década de los 50: Burt Lancaster, Montgomery Clif, Deborah Kerr, Donna Reed y Frank Sinatra. Centrada en el Pearl Harbour de los días anteriores al bombardeo, en esa base militar se cruzarán pasiones y secretos con los más profundos deseos de amor y libertad que un montón de personajes verán truncados por culpa de la guerra. Es imposible saber si es más apasionada o triste. Una joya irrepetible. 

Ángel (Ernst Lubitsch, 1937)

Elegir una película de Lubitsch es demasiado complicado, pero ignoremos por un momento sus comedias, que fueron muchas y absolutamente irrepetibles, y centrémonos en su mejor película romántica, un drama de amor entre Marlene Dietrich, Melvyn Douglas y Herbert Marshall en una historia llena, eso sí, de puertas que se abren y se cierran, dobles intenciones y un fuera de campo de lo más evocador, marcas de la casa del genial director europeo. Nunca se han mirado dos amantes de manera más hermosa que Dietrich y Douglas en esta película. Y… qué final.

Perdición (Billy Wilder, 1944)

El maestro de la comedia habría pasado a la historia del cine, aunque sólo hubiera rodado esta obra maestra del género negro y una de sus películas fundacionales. La femme fatale que encarna Barbara Stanwyck sigue siendo paradigmática y la forma en que Fred MacMurray cae en sus redes para matar al marido y cobrar el seguro es despiadada y tiene papeletas de tragedia y fracaso, como en el buen cine negro. Tiene escenas irrepetibles y un erotismo lacerante a punto de explotar a cada plano. Un clásico absolutamente irrenunciable.

Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960)

‘Rebeca’, ‘Extraños en un tren’, ‘La sombra de una duda’… Hitchcock hizo mucho cine en blanco y negro, pero siempre vale la pena recordar una de sus mejores películas, una de las mejores películas de terror, una de las mejores películas en blanco y negro y, seguramente, una de las mejores películas de todos los tiempos. Esta historia de robo que se convierte en otra cosa sigue siendo un milagro desconcertante, realizado con medios televisivos y en pocas semanas, esquivando a la censura y basándose en una novelita mala. Sólo Hitchcock podía hacerlo posible. Todavía hoy, el final, sigue helándonos la sangre. 

12 hombres sin piedad (Sidney Lumet, 1957)

Película de juicio sin juicio, un thriller sin salir de una habitación, un drama social con sólo doce personajes desconocidos entre sí… Pocas películas condensan más y mejor el modo en que el cine se veía influido por la llegada de nuevos directores con ideas más modernas y televisivas, menos canónicos y con menor sentido del espectáculo. Sin embargo, ’12 hombres sin piedad’ es toda una lección de cine y de guion, además de todo un viaje psicológico a través de una serie de hombres que, cada uno con sus miserias y virtudes, debe decidir sobre la vida de alguien. Es tan buena, que las palabras se quedan cortas. 

Eva al desnudo (Joseph Leo Mankiewicz, 1950)

Esta obra maestra indiscutible sobre el mundo del teatro ofreció, seguramente, la mejor interpretación de Bette Davis de una carrera impecable porque su Margot Channing sigue siendo uno de los personajes más admirables y complejos de la historia del cine. La historia trata sobre cómo una aspirante a actriz se mete en la vida de una diva del teatro y trastoca todo cuanto la rodeaba. Una película sobre el ego, la ambición, el teatro, el éxito y las inseguridades que todavía hoy sigue siendo una lección de interpretación y de guion. Por no hablar de ese final despiadado que nos hace sonreír.