Su nombre, Ishak Pasa Palace, suena tan exótico como la región en la que se encuentra, Anatolia. Ciudades con nombres complicados de pronunciar, y hasta de escribir, en nuestro idioma esconden maravillas que atraen a los turistas locales y, en menor medida, a extranjeros. Es el caso de Dogubeyazit, en la provincia turca de Agri.
La grandiosidad del palacio otomano de Ishak Pasa, construido en la era de los Tulipanes, con casi 8.000 metros cuadrados de superficie, se completó en 1784 tras un siglo de trabajos. Más que un edificio, Ishak Pasa es un completo complejo que incluye desde sala del harén, construido a semejanza del de el Palacio de Topkapi y con baño en cada una de las habitaciones; mazmorras clasificadas por la dureza de las condenas; cocinas, biblioteca o mezquita, precisamente el área mejor conservada.
En el palacio , que llegó a tener más de 300 habitaciones, se aúnan influencias otomanas, selyúcidas, persas y turcomanas; en su construcción se emplearon piedras volcánicas procedentes del Ararat y dado su color negro se aprovecharon para decorar el salón de ceremonias.
Para hacer frente al frío extremo, el palacio contaba con un sistema de calefacción, considerado el primero del mundo. Aunque la circulación del humo por tuberías no fuera suficiente como para evitar cubrirse, el calor que proporcionaba ayudaba a abrigar leyendas como la de la fuente de leche, en el jardín de palacio, por uno de cuyos caños fluía la leche en días especiales.
Aunque la palabra castillo suene grandilocuente, del de Urartian, una fortaleza construida sobre las rocas, frente a Ishak Pasa, solo quedan ruinas. Los restos de las murallas y la presencia de cuevas junto a el, dan una idea de la importancia del asentamiento durante la época del Reino de Urartu. Ampliado por varias civilizaciones, en el interior hay tumbas y restos arquitectónicos.
Tanto a la Mezquita de Beyazit, único monumento que se conserva de la antigua ciudad en plena ruta de la seda, como al castillo, construidos ambos antes que el palacio, se puede llegar caminando desde el palacio.
La tumba del poeta del siglo XVII, Ahmed-i-Hani, reposan en un montículo cerca del Palacio y es otro de las visitas que generan interés.
Sal de la vida
Menos recurrente, pero igualmente atractiva es la visita a la cercana cueva de sal de Tuzluca, de las que diariamente se extraen 150 toneladas que se distribuye a toda la región oriental de Anatolia.
Un paisaje realmente curioso, con paredes en tres tonalidades de sal, al que la magnífica iluminación le otorgan un aspecto peculiar, similar al de una mina. La entrada, con un precio apenas superior al euro, no tiene límites horarios para el visitante que, frecuentemente, la usa como terapia frente a enfermedades respiratorias.
La amplia oferta turca de turismo atrae a los locales pero, quizá ,el emplazamiento haga que siga sin ser un lugar lleno de visitantes.
Consejos
Tras la visita a Ishak Pasa conviene tomarse un respiro en un pequeño restaurante, que también dispone habitaciones, a los pies del Palacio. Noah restaurant es el terreno en el que Ayse Sahin desarrolla todas sus habilidades con la carne, preparándola de mil y un maneras diferentes.
El precio de las entradas a cualquiera de los monumentos destacados apenas superan el euro en ninguno de los casos, por lo que saltarse el acceso es absolutamente ridículo. Máxime en el caso de Ishak Pasa Palace, considerado desde 2020 Patrimonio mundial de la Unesco.