El catedrático en Economía José María O'Kean (Sevilla, 1957) acaba de publicar '¿Una nueva crisis? Inflación, malestar e incertidumbre', un libro muy pedagógico en el que trata de acercar a toda la población el lenguaje y las reglas que rigen la economía, una materia ardua pero indispensable para entender los vaivenes del mercado actual, tanto a nivel local como global. "Más que nada soy profesor y trato de explicar las cosas para que la gente lo entienda", cuenta.
-Podemos leer la temida palabra 'crisis' ya en el título. Eso sí, entre señales de interrogación. ¿Se avecina una nueva crisis en España?
-La situación actual es difícil de saber, porque estamos metidos en la crisis. No obstante, creo que que estamos saliendo. Los últimos datos que están apareciendo nos sitúan en una crisis vinculada a la espiral inflacionista.
-¿Y qué efectos puede tener?
-Hemos tenido una inflación de demanda. Eso se da cuando la gente quiere demasiados bienes y está dispuesta a pagar cantidades cada vez más altas por ellos. Las empresas no pueden abastecer esa demanda y entonces suben los precios de las materias primas, de la energía, de la producción...
Y ahora nos encontramos en una espiral inflacionista. Esto se da cuando los trabajadores negocian salarios al alza porque están perdiendo capacidad adquisitiva y entonces los empresarios suben esos salarios pero no repercuten esa subida inmediatamente en sus precios.
-¿Qué podría pasar entonces?
-Si esa inflación se mantiene de una manera más o menos sostenida, entonces el proceso para estabilizarla puede durar más tiempo. Esperamos un 2025 donde ya esté más o menos ajustada, pero se puede alargar y eso podría hacer que la economía europea se fuese parando, aunque de momento no está notándose.
-En la anterior crisis, la de 2008, se comenzó hablando de 'recesión económica'. ¿Sigue siendo de mal agüero para los mercados bursátiles y para la economía pronunciar la palabra 'crisis'?
-Bueno, el grupo financiero es una cosa y el grupo de la economía real es otra. Deberían funcionar más al unísono, pero el mundo financiero funciona muy en el corto plazo y es muy volátil. Cualquier señal o cualquier declaración del gobernador o del presidente de un Banco Central hace que baje la Bolsa y cualquier noticia que aparezca en el día provoca un movimiento especulativo muy fuerte.
En cambio, la economía real necesita más tiempo. Si el BEI dice que va a bajar los tipos de interés y los tipos de intereses bajan, significa que se está creando más dinero, que hay más facilidades de crédito, que los consumidores compran más coches, las familias más viviendas, que los empresarios empiezan a invertir... pero eso tarda al menos un año.
Por eso, una medida que repercute en el mundo financiero en unas horas, lleva más tiempo en la economía real. Entonces las crisis financieras son una cosa y las crisis de la economía real son otra. Sin embargo, la última crisis financiera que se produjo se convirtió en una crisis real de primera magnitud.
-¿Por qué se entremezclaron?
-Principalmente por la restricción del crédito. En un momento determinado nos entró a todos el pánico y nadie prestaba dinero, nadie podía refinanciar nada, todo el mundo lo que quería era atesorar dinero y no gastarlo. Empezaron a dibujarse unas expectativas muy negativas y todo se colapsó. Se paró el consumo, se paró la inversión y lo que hicimos entonces fue que el Estado se pusiera a gastar y que el Banco Central creara muchísimo dinero ante la necesidad que teníamos de financiación.
Un país como Estados Unidos, salió de la crisis en un año y pocos meses. Alemania tardó un poco más y Francia salió en dos años. Pero la economía española tardó 11 años en salir. Y después de esos 11 años, cuando estábamos ya casi levantando cabeza, nos vino la pandemia y otra vez nos fuimos al nivel del PIB de 2007.
-¿Cómo estamos ahora?
-Conseguimos revertir la senda de crecimiento y ahora la economía española está creciendo. Hemos recuperado ya el nivel de 2019, que era un poco mayor que el PIB que teníamos en el año 2000 y en el 2007, pero llevamos 15 años perdidos de crecimiento y eso es parte de la situación de incertidumbre.
-¿Y qué previsiones hace para lo que queda de año y el que viene?
-Yo creo que el escenario es que vamos a seguir creciendo. Ahora estamos con un impulso fuerte del turismo, manteniendo la economía española a unos niveles bastante altos. La gente sigue consumiendo y los salarios se van recuperando... Pero el problema está en la inflación.
-¿Qué consecuencias puede tener mantener una inflación tan elevada durante un prolongado periodo de tiempo?
-Si vuelven a subir los tipos por segunda vez, el comportamiento de gasto se reducirá y la economía empezará a ceder para convivir con una inflación del 4 o del 5%. También es verdad que en estos años, aunque los tipos de interés han subido, el Gobierno ha seguido gastando. De hecho, el incremento del gasto público en España ha crecido como nunca. Estamos ya casi cerca del 50% del PIB. El gasto ahora mismo lo está manteniendo el turismo y el sector público. Los que más dudas tienen son los empresarios y las inversiones se han frenado.
-Y en su opinión, ¿con qué herramientas debemos contar para afrontar estos , tiempos? Porque por un lado, en la anterior crisis, aprendimos que el consumo tiene que seguir existiendo, pero por otro lado también tenemos que ahorrar. Entonces, ¿cómo se compatibiliza eso?
-Es muy complicado porque un porcentaje de la población española tiene unos niveles de salario en los que es imposible ahorrar. Es muy difícil decirle a una persona que prácticamente no llega a final de mes que tiene que ahorrar.
Pero yo creo que que el problema no está tanto en la parte de la demanda, sino en la oferta. En España tenemos un tejido productivo formado por muchas empresas y muy pequeñas, que a la hora de abordar los cambios tecnológicos que se están dando, la nueva visión de la cadena de valor y cómo hay que enfocar las cosas, les cuesta mucho trabajo cambiar. Como producen cosas baratas, los salarios son también bajos.
-¿Y cómo se puede fomentar el cambio?
-En España lo que necesitamos son más empresas y más grandes, porque las empresas grandes son las que son capaces de afrontar la formación de los trabajadores en la propia empresa, así como los cambios tecnológicos y estratégicos para adaptarse mejor al al entorno económico incierto en el que vivimos. En cambio, las empresas pequeñas son más flexibles, pero carecen de una visión más global.
-Tal y como señala, el turismo es ahora el principal pilar económico de España, pero en pandemia vimos cómo en momentos de dificultades fue lo primero que cayó. ¿Hacia qué sectores considera que habría que diversificar nuestra economía?
-Hemos tenido mucha suerte porque durante los años anteriores a la crisis de 2008 siempre ha habido tres sectores que han mantenido la economía: la industria, la construcción y el turismo. En 2008, el sector de la construcción se paró en seco y desapareció casi a la mitad. Había que reponer ese sector, entonces el que cogió el testigo fue el turismo, pero con la pandemia fue el que más sufrió.
Sin embargo, el turismo se ha recuperado y es ahora mismo el que está manteniendo la economía española, con mucha fuerza en las zonas más turísticas. Hemos cambiado los hábitos de consumo después de la pandemia, la gente quiere salir y España es un país turístico de primera calidad. No obstante tenemos que cambiar el modelo y fomentar que haya más industria.
-¿Qué aprendimos de la inflación de los años 70?
-Fue una inflación debida, inicialmente, a la subida del precio del petróleo. En aquellos años no teníamos tan clara la relación entre la inflación y el paro. Era una dicotomía, o teníamos paro o teníamos inflación.
El problema vino cuando tuvimos las dos cosas a la vez. Para acabar con el problema del paro se lanzó la economía para que creciera pero eso originó mucha más inflación, así que lo que aprendimos era que primero había que acabar con la inflación frenando la economía.
Es por eso que ahora el Banco Central Europeo y la Reserva Federal han optado por acabar con la inflación con una tasa de sacrificio suave, subiendo los tipos de interés al 8% para parar las economías en seco.
-¿Esto podría revertir la situación, entonces?
Yo creo que sí, que se está articulando de una manera más o menos correcta. Hay que evitar que la inflación se desestabilice y creo que podremos contenerla en dos o tres años, siempre y cuando no nos metamos en la espiral inflacionista.
Para ello tenemos que llegar a acuerdos entre sindicatos y empresarios para que mantengan una convivencia y una moderación de salarios para que la inflación no siga subiendo.
-Pero es poco popular decirle a la gente que es mejor que no le suban el sueldo...
-Es que precisamente el populismo lo que genera muchas veces son distorsiones económicas, porque tú prometes cosas que no pueden ser y cuando la gente ve que no puede ser se te echa encima y entonces aparece alguien que dice que lo va a hacer y la cosa se va de madre...