Las bicicletas son habituales en las calles de Vitoria. / Efe

Las bicicletas son habituales en las calles de Vitoria. / Efe

Economía

¿Puede Euskadi ser un territorio de media hora con ciudades de 15 minutos?

Carlos Moreno, artífice del modelo urbano que tanto debate está generando, subraya las “capacidades” que hay en el País Vasco para avanzar hacia la “revolución de la proximidad”

27 febrero, 2023 05:00

En la agenda de viajes de Carlos Moreno, artífice del repentinamente popular concepto “ciudades de quince minutos” y del no tan conocido aún “territorio de media hora”, aparece con frecuencia Euskadi. El contacto es muy estrecho con el gobierno municipal de Vitoria y la asociación Bilbao Metrópoli-30. Las políticas urbanas de las dos capitales aún no han entrado en el “marco de pensamiento” que propone el catedrático de la Universidad La Sorbona de París, porque va más allá de calles 30, bicicletas o comercios de barrio, es disruptivo hasta en lo sentimental. Pero la curiosidad pica mucho. “Conozco bien el País Vasco, voy a menudo para trabajar, intercambiar opiniones… Y siempre lo he dicho: hay un contexto muy favorable, interés y capacidad tanto a nivel territorial como de ciudades para avanzar hacia la revolución de la proximidad”.

Esto son buenas noticias, o malas si quien las recibe ha comprado el discurso de lo que Moreno llama el “movimiento complotista mundial”. Las mismas voces que ponen en cuestión el cambio climático, denunciaban conspiración con las vacunas del COVID o alertan de los “peligros” de la Agenda 2030 dicen que la ciudad de quince minutos es un ataque a las libertades de la población porque busca encerrarla en sus barrios, prohibiendo el coche en favor del ecologismo radical. La mecha prendió rápidamente en Estados Unidos y parte de la derecha española ha calcado el guion. Debates en medios y redes sociales han empezado a persuadir a parte de la ciudadanía. También aquí, en Euskadi. “Se han apoderado del tema de manera grosera y manipuladora. Lo que proponemos desde 2016 es un entorno próximo, vivible, humano, no muros de Berlín ni cámaras de vigilancia”, lamenta el también asesor de la alcaldesa de París.

Carlos Moreno en una marcha ciclista.

Carlos Moreno en una marcha ciclista.

Un modelo policéntrico

La definición básica de la ciudad de quince minutos es aquella donde todos los servicios y necesidades que se requieren para una cotidianeidad plena están a una distancia máxima de un cuarto de hora a pie o en bici: tiendas, centro de salud, polideportivo, parques, acceso al puesto de trabajo… La filosofía y sus consecuencias van más allá. Se trata de romper con la zonificación de la era post industrial, que levantó urbes fragmentadas y especializadas con largas distancias que obligaban al uso del vehículo, y atajar desatinos como la expansión desordenada y sin compacidad de Vitoria en la última década. Moreno lo resume así: “un modelo policéntrico, poliédrico, con múltiples centralidades que son multiusos”.

Es decir, en cada área hay de todo y funciona bien, lo que hace que la ciudad “se reequilibre” tanto a nivel social, como económico y medioambiental. Una urbe de quince  minutos no sufriría las desigualdades actuales, o serían menos: esos barrios de los setenta que languidecen, esos centros vendidos al turismo, esa periferia que funciona esencialmente como dormitorio. Es una reivindicación a la comunidad, a la igualdad, al progreso humano. También a la sostenibilidad, porque tambalea la hegemonía del automóvil. “Satisfaces tus necesidades en lugares multiusos, así que puedes disminuir la movilidad obligada y practicar lo que llamamos la movilidad escogida. Si coges el transporte colectivo o el coche será porque quieres, no porque no te quede más remedio”, apuntilla.

Recuperar el tiempo

La ciudad de quince minutos no va solo de perímetros y distancias, porque entonces hablaríamos de barrios autosuficientes, que ya los hay. El libro de Carlos Moreno se titula “La revolución de la proximidad” porque esa cercanía, además de física, es sentimental. Y esto lleva a la clave de fondo, al recurso caduco más valioso: el tiempo. “Como decía Pepe Mújica, se necesita tiempo para cultivar los afectos, las cosas queridas. Y lo estamos perdiendo para ganarnos la vida”, advierte el especialista. El modelo que él y su equipo proponen defiende menos prisas y más calma, una vida adagio y andante. Ese tiempo que “había desaparecido comido por la productividad y el consumo, por un ritmo infernal y anónimo se convierte en tiempo cronológico, en tiempo para la creatividad y la innovación, en tiempo espiritual”.

Por eso, y a modo resumen, las ciudades de quince minutos se asientan en tres claves. Una es el cronourbanismo: hay que acabar con la situación actual que obliga a ir rápido y perder mucha vida. La segunda ha sido bautizada como “cronotopia” y consiste en modificar las funcionalidades de las cosas para acabar con el esquema “un lugar, un uso”. Por ejemplo, colegios que fuera del horario lectivo puedan convertirse en espacios para la cultura. Y luego está la “topofilia”, o sea, el apego al lugar, porque “el orgullo” por donde se vive “es el camino adecuado para una alta calidad de vida social”.

Todo esto es válido para zonas urbanas, pero también en el territorio. En este caso no son quince minutos, sino media hora, jugando con medios de transporte sostenibles entre otras fórmulas.

Un señor pasea en bici por las calles de Vitoria.

Un señor pasea en bici por las calles de Vitoria.

El contexto favorable de Euskadi

Con las claves encima de la mesa, toca volver la mirada a Euskadi. En Vitoria y Bilbao, las capitales vascas que Moreno conoce mejor, “hay un contexto muy favorable para esta visión urbana basada en las proximidades”. Lo atribuye a “su gran capacidad de organización de los servicios”. De faltar algo, sería valentía. En el caso de Gasteiz, las políticas públicas se han orientado a “supermanzanas, tranvías, bicicarriles y buses eléctricos inteligentes”. Y ese esfuerzo está muy bien, “pero una ciudad de quince minutos no es solamente un plan de circulación”. 

A nivel autonómico, el experto conoce la noción de Euskal Hiria y cree en el potencial del País Vasco para generar “entramados territoriales que reequilibren las funcionalidades”. Eso sí, “aquí no hay varitas mágicas”. La revolución pasa por diseñar un concienzudo plan a medio plazo que invierta no tanto en infraestructuras sino en la vuelta de tuerca. También hay que acercarse a la ciudadanía para que se sienta parte del cambio, y con ese objetivo el equipo de Moreno ha confeccionado unas cuantas herramientas pedagógicas. Para rematar, conviene construir el consenso político más amplio posible.

En los últimos meses Moreno ha notado la proximidad, pero de las elecciones. “Estamos esperando a que pasen para ver cuáles son las cartas municipales y poder retomar estos espacios de intercambio de ideas, avanzar en proyectos...”. Aunque Euskadi empieza a mirar a la ciudad de quince minutos y el territorio de treinta, hay que darle más tiempo.