"Con calma, pero debemos hacer una revisión fiscal", señalaba hace unos meses el aun consejero de Hacienda y Economía del Gobierno vasco, Pedro Azpiazu, en una entrevista en Crónica Vasca. La declaración de intenciones lleva tiempo ahí, de hecho PNV y PSE han anunciado conversaciones sobre fiscalidad, pero la realidad es que la legislatura se ha agotado sin que ninguna de las tres diputaciones haya dado pasos serios para concretar cambios de suficiente calado en la materia como para ser considerados una reforma.
La complejidad institucional de Euskadi hace que no sea sencillo en primer lugar definir qué es una reforma del sistema tributario. La competencia legal en materia de fiscalidad recae en los parlamentos provinciales, las juntas, pero dado que el grueso de las necesidades sociales en el País Vasco se cubren con presupuestos de Lakua, que beben de los ingresos de las haciendas forales, al final el Gobierno vasco asume un papel protagonista en la materia.
Esa función de coordinación, hasta cierto punto tutela, de la normativa fiscal de los tres territorios por parte del área de Hacienda del Gobierno vasco es a priori más sencilla en la medida en que los colores políticos de las cuatro instituciones sean similares. Cuando eso no ocurre la tormenta está asegurada pero es que incluso pueden saltar chispas cuando, en fases como la actual, existen pactos políticos estables para gobernar.
De hecho hasta ahora esa estabilidad institucional ha sido precisamente uno de los obstáculos para una reforma en profundidad. Si las cosas funcionan para qué cambiarlas, es en resumen la posición de PNV y PSE, que asientan esa lectura además en un ritmo recaudatorio que bate récord tras récord, al menos hasta ahora.
Gipuzkoa, el primer paso
Pese a la voluntad manifestada por Azpiazu de abrir un debate para impulsar cambios este año, el bilbaíno dejará la cartera de Hacienda sin novedades. Gipuzkoa sí ha dado algún paso en ese sentido en el arranque del año con la conformación de una ponencia en juntas generales (EH Bildu suma en solitario únicamente dos representantes menos que la suma PNV-PSE) justificada por esa necesidad manifestada por el propio Azpiazu de garantizar que se pueden cubrir las políticas sociales. La ponencia guipuzcoana, en la que sí se habla de reforma y de consolidar un nuevo sistema tributario a largo plazo, contrasta con los discursos tibios desde Álava y Bizkaia, que enfrían las expectativas y apuntan a modificaciones mucho más ligeras.
¿Puede ser 2024 un punto de inflexión en la fiscalidad? Por un lado habrá que ver si la buena racha a nivel de ingresos continúa. La economía vasca muestra en este inicio de año una cierta debilidad en sectores tractores como la automoción o la siderurgia, con un buen puñado de compañías clave en un periodo de transición, y eso puede mermar la alegría recaudatoria de las haciendas, sostenida en gran parte en el empleo.
En el último consejo de finanzas de la era Azpiazu celebrado en febrero, Gobierno vasco y diputaciones fijaron una estimación de crecimiento de los ingresos del 5%, por debajo de los años anteriores, y el objetivo puede quedar lejos si la desaceleración llega para quedarse (Lakua acaba de rebajar la previsión de avance del PIB al 1,9%).
El impulso de una nueva cara
Un pinchazo de la recaudación sería un buen argumento para que el nuevo consejero o consejera que releve a Azpiazu trate de asumir en primera persona el peso de liderar una reforma más o menos uniforme y acompasada en los tres territorios. Y, como sucede a nivel particular, la configuración del Parlamento Vasco tras las elecciones del día 21 puede ser relevante a la hora de mover posiciones de nacionalistas y socialistas, que podrían no repetir la mayoría absoluta de esta legislatura.
Esa apertura a acuerdos con otras fuerzas para salvar la gobernabilidad podría tocar a la fiscalidad, uno de los puntos centrales en los que partidos como PP, Elkarrekin Podemos o la propia EH Bildu reclaman cambios sustanciales. Los últimos grandes cambios en la fiscalidad vasca (2014 y 2018) se cocinaron por PNV, PSE y PP, en el primer caso en pleno enfrentamiento con Bildu por las medidas impulsadas bajo su gobierno en Gipuzkoa. La política, eso sí, ha cambiado mucho desde entonces como lo ha hecho también la propia coalición abertzale, en muchas quinielas favorita para imponerse en estas autonómicas.