José Antonio Jainaga, dueño de Sidenor, en una conferencia

José Antonio Jainaga, dueño de Sidenor, en una conferencia

Empresas

Jainaga mide sus pasos en Celsa: el largo camino hacia un gigante vasco-catalán del acero

A finales de este mes concluye el plazo acordado entre Gobierno central y fondos de inversión para dar entrada a un socio industrial que podría ser Sidenor, aunque se da por hecho que habrá una prórroga

6 mayo, 2024 05:00

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Replicando la que puede ser la operación del año en el panorama económico si se confirma la unión de BBVA y Sabadell, otra empresa vasca, Sidenor, aspira a dar un salto adelante para liderar su sector, el acero, y curiosamente también con trampolín catalán. El equipo cercano a José Antonio Jainaga trabaja con la más absoluta discreción en el proceso de análisis del grupo Celsa en busca de ese golpe de efecto que convierta al industrial bilbaíno en uno de los principales 'hombres de hierro' en Europa.

A estas alturas se da por hecho que Sidenor es una de las firmas mejor colocadas para entrar en esa parte del accionariado de Celsa, un 20%, que los fondos reservan a una compañía con bagaje industrial. Pero también es verdad que el tiempo corre y el límite de plazo de finales de mayo se acerca sin que hayan trascendido pasos concretos que ofrezcan una pista acerca de cuál de las tres candidatas (además de la acería vasca, Megasa y Gallardo-Balboa) parte con ventaja en la carrera.

El ambiente entre la plantilla de Celsa es de máximo nerviosismo, incluso se teme que finalmente los fondos de inversión no vayan a cumplir su compromiso de asociarse con un socio industrial. El Gobierno de Pedro Sánchez ha señalado en los últimos meses que el proceso para que esa entrada se concrete va por el buen camino, pero a la vez los trabajadores perciben pasos en falso de los nuevos propietarios que no invitan al optimismo.

Los sindicatos denunciaron en febrero la intención de la compañía catalana de poner a la venta sus activos en Noruega, Polonia y Reino Unido, lo que supondría un primer incumplimiento del compromiso de unidad de grupo alcanzado por los fondos con el Ejecutivo central. La preocupación va a más entre los trabajadores en España debido a que esas plantas extranjeras son las que más brillan a nivel de resultados. Si esa operación finalmente se produce la viabilidad de las plantas españolas podría correr serio peligro.

Sidenor es una de las candidatas para entrar en Celsa / X

Sidenor es una de las candidatas para entrar en Celsa / X

Jainaga gusta a los sindicatos

De ahí que, en un momento en el que el futuro del grupo está en juego, desde el frente sindical se considere prioritario entregar las riendas de Celsa a un socio con conocimiento y experiencia en el mundo del acero. Y la opción de Jainaga resulta más que interesante, no solo para las plantas de Euskadi (Nervacero, en Portugalete, y Laminaciones Arregui, en Vitoria), que lógicamente ven en el empresario vizcaíno un hombre 'de casa' más sensible con el negocio local. El dueño de Sidenor, bien considerado por el Gobierno central, es también la opción preferente de algunas de las direcciones de los principales sindicatos del grupo.

La última palabra la tiene el propio Jainaga. Como es habitual en este tipo de procesos la discreción y la prudencia comandan los trabajos para analizar la viabilidad de embarcar en esta aventura a una compañía que por sí sola da trabajo a cerca de 2.000 personas. Reconocido por su espíritu emprendedor y ambicioso, Jainaga tiene en marcha ya una vía de inversiones a través del fondo Mirai, al que orbitan ya un buen número de firmas de pequeño y mediano tamaño en general complementarias al negocio de Sidenor. Él mismo encabezó la recompra de Sidenor a la brasileña Gerdau en 2016, lo que supuso el regreso de su centro de decisión a Euskadi, por más de 150 millones de euros.

Nervacero, una de las plantas de Celsa en el País Vasco

Nervacero, una de las plantas de Celsa en el País Vasco

Hacer números

La entrada en Celsa colocaría al grupo con sede en Basauri a otro nivel. La intención de abordar la operación está ahí pero a la vez el equipo de Jainaga es consciente de que para dar el paso hacen falta plenas garantías en todos los ámbitos. Y es que pese al porcentaje inicial de entrada en el capital lo normal sería que los fondos entregaran las llaves de la compañía a nivel de gestión al nuevo socio industrial, al que se le presume un mayor recorrido a futuro en la propiedad.

Más allá del desembolso por comprar ese 20% (la valoración de Celsa ha sido uno de los puntos de disputa durante el proceso judicial aunque informes independientes la sitúan en unos 2.500 millones) habría que atar compromisos institucionales, principalmente con el Gobierno central, en forma de respaldo para ciertas inversiones y, el asunto más delicado, acordar una reestructuración de Celsa que, en buena lógica, conllevará ajustes en el plano laboral.

Como está ocurriendo con los procesos de Talgo y BBVA, el papel del Gobierno central aquí va a ser determinante. Todo apunta a que el plazo de seis meses pactado con los fondos para vender ese 20%, que finalizaría en la última semana de mayo, se va a consumir aun con la operación muy lejos de cerrarse. Aun así todas las partes cuentan con una prórroga para seguir puliendo ofertas. El recorrido de las mismas, eso sí, y aunque desde Moncloa se puede empujar en una dirección o en otra, dependerá en última instancia de la voluntad de los fondos.