¿Hay demasiado dinero público en la operación de Talgo?
¿Hay demasiado dinero público en la operación de Talgo?
Se supone que los 700 trabajadores de la planta de Rivabellosa van salir beneficiados y la sede social va a volver a Euskadi
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Esta semana hemos tenido importantes novedades en la operación de la compra de Talgo por parte de un consorcio vasco liderado por José Antonio Jainaga, presidente de Sidenor.
Las dudas que había se disipan y el culebrón está cerca de llegar al final. Hemos visto un gran avance con la luz verde del Gobierno central a la entrada de la Sepi en el capital de Talgo. Y ahora falta la refinanciación de la deuda que la empresa negocia con los bancos.
Pero cabe hacerse una pregunta: ¿no hay demasiado dinero público comprometido para una operación empresarial?
Por un lado, el Gobierno central entra en la operación a través de la Sepi. Y, por el otro, ya sabemos que el Gobierno vasco entra a través de Finkatuz para la compra de la empresa y a través de otro fondo para adquirir obligaciones convertibles.
Vemos, por tanto, mucho dinero público, tanto de Euskadi como del resto de España, que va destinado a una operación que sí, afecta a una empresa estratégica, pero que también beneficiará, sobre todo, a determinados empresarios.
La duda es si tanto dinero público se tiene que dedicar una operación de estas características. Ya se sabe que la frontera entre lo empresarial y lo político siempre es pequeña, pero es que en este caso ha sido exagerado comprobar cómo tanto desde la Moncloa como desde Ajuria Enea se ha empujado la operación.
Se supone que la operación es buena para Euskadi porque los 700 trabajadores de la planta de Rivabellosa van salir beneficiados, porque así se mantiene el arraigo de una empresa con origen vasco y porque, además, la sede social va a volver a nuestra comunidad.
Son argumentos de peso. Y, en principio, no hay por qué estar en contra de la operación. Pero, insisto, al mismo tiempo es necesario poner sobre la mesa esa prevención sobre si no se estará trazando un camino en que lo empresarial y lo político se mezclan demasiado.
El caso es que el culebrón avanza y parece ser que se rematará despúes del verano, una vez que los accionistas de Talgo lo aprueben.
Bienvenida sea esa aprobación, sobre todo si, como se ha dicho, la sede social se traslada a Euskadi y ayuda a la economía vasca, que bastantes nubarrones presenta ya por otras cuestiones como los aranceles.