
Karlos Arguiñano / Atresmedia
Karlos Arguiñano, chef, se abre en pleno directo con su hijo Joseba: “Yo recuerdo cuando era chaval, en las fiestas…”
Porque a veces no hace falta nada sofisticado para tocar el corazón, sino que en lo simple es donde se esconde lo auténtico: sabores y tradiciones que perduran
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El chef vasco, Karlos Arguiñano, es parte de cada casa gracias a sus programas en Cocina Abierta en Antena3. Con mucho rodaje, el cocinero no deja de compartir sus sencillos trucos para hacer una buena receta. Un fiel defensor de la comida casera y tradicional. Eso sí, usando los ingredientes frescos según la temporada y haciendo un menú variado y equilibrado.
Ya conocemos la estrategia de trabajo de Arguiñano y no es más que la importancia de cocinar en casa, teniendo el control de los ingredientes y la preparación de los alimentos. Además, el vasco se gana a su público cada día a través de los consejos, hazañas y anécdotas que regala a través de la televisión.
La cercanía del tú a tú que transmite el chef vasco a través de la pantalla es uno de los puntos fuerte con los que conecta con su fiel audiencia. En esta ocasión, el prestigioso cocinero junto a su hijo, Joseba, preparaban una deliciosa receta de endivias rellenas de pera, rúcula, queso azul y nueces garrapiñadas. Una ensalada fácil, sencilla y rica.
Es en lo simple donde se esconde lo auténtico
A veces en lo más simple está lo esencial. Padre e hijo comenzaron a preparar la receta y en el momento de garrapiñar las nueces, fue cuando Karlos Arguiñano decidió abrirse a su público e incluso hijo recordando sus vivencias que le traía esas nueces que estaba garrapiñando.
“Yo recuerdo cuando era chaval, cuando tenía 8 o 9 años. En las fiestas siempre solían venir y hacían almendras garrapiñadas”, relata Arguiñano. Un recuerdo que le traslada a os puestecitos típicos de dulces y garrapiñadas artesanales que aún perduran el tiempo.

Joseba Arguiñano y su hijo, Joseba, colaborarán juntos en el programa 'Cocina abierta' de Antena 3 EE
No solo recuerda la vivencia, sino que además aún puede saborearla: “La verdad es que estaban muy ricas”. Y, es que, este momento era uno de los placeres de cuando era niño que compartía en fiestas junto a su familia, lo que era sinónimo de felicidad.
Pero, siguiendo en la añoranza de las garrapiñadas, el cocinero vasco reconoció que ahora en el presente aún puede revivir el recuerdo y seguir compartiéndolo en familia, gracias a la cuñada. “Pero las más ricas, sobre todo, las suele traer ahora la cuñada Mireia. Una abuela o una tía suya suelen traer unos tarros”.
Asimismo, Joseba también ha corroborado lo que su padre contaba, pues se trata de una garrapiñada hecha con mucho amor y que son espectaculares: “Y les sacan el caramelo riquísimo, que se ha quedado moradito. Sí, tienen una película brillante”.
Porque a veces no hace falta nada sofisticado para tocar el corazón. Un gesto cotidiano como garrapiñar unas nueces puede convertirse en un puente directo a los recuerdos, a la infancia, a las manos de una abuela o al calor de unas fiestas populares.
Es en lo simple donde se esconde lo auténtico: aromas que evocan, sabores que abrazan y tradiciones que perduran. Cocinar en casa no solo alimenta el cuerpo, también nutre la memoria y fortalece los lazos familiares. Por eso, esos pequeños momentos —como unas nueces caramelizadas hechas con cariño— pueden ser verdaderos tesoros del día a día.