Este es uno de esos artículos que cuesta escribir si sabes que estás metiéndote en terreno pantanoso. Habrá que abrir el paraguas para mitigar los efectos de un chaparrón que viene cayendo desde que empezó a gestarse la Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI, más conocida como “ley trans”.

Decía lo del paraguas porque el debate que se ha generado, áspero, duro y difícil, está muy centrado en el ámbito emocional y no atiende a las realidades divergentes que debieran diferenciar a las personas transexuales  de las personalidades transgénero. 

El feminismo clásico, en el que me incluyo, reconoce al género como un constructo social y cultural que es el responsable de los actuales estereotipos y de las diferencias jerárquicas. Erradicar los mandatos de género, aquellos que determinan cómo deben comportarse los hombres y las mujeres según los dictados del patriarcado, ha sido uno de los objetivos de las mujeres que durante años han luchado por los derechos de las mujeres. El principio regulador del feminismo se basa en la necesaria categoría de sexo para entender el género. 

 

Olvidarnos de la distinción por sexo conlleva la pérdida de la titularidad de muchos de los derechos de las mujeres y aquellas leyes basadas en la igualdad, caerán

 

Quienes defienden el generismo aseguran que éste es una vivencia interna e individual que no tiene porqué corresponderse con el sexo. Su principio regulador está basado en que solo nuestras creencia sobre el género, no la ciencia, define nuestro sexo. 

Olvidarnos de la distinción por sexo conlleva la pérdida de la titularidad de muchos de los derechos de las mujeres y aquellas leyes basadas en la igualdad, caerán. Sexo y género se confunden continuamente, creo que con intenciones no demasiado claras. 

Uno de los asuntos que más debate está generando es la participación de las personas transexuales y transgénero en las competiciones deportivas. Es este un aspecto que me pilla de cerca porque me inscribo con regularidad en pruebas de carrera a pie de larga distancia, maratones. En algunas majors (como se denomina a varias de las maratones más prestigiosas del mundo) se ha añadido la categoría de No Binario a la tradicional de hombres y mujeres. Simplemente hay que pinchar en el recuadro “no binario” para que califiques en la nueva categoría. Para acceder a esas carreras hay que cumplir unos requisitos de marca que, evidentemente, son distintos para hombres y para mujeres. Nuestras diferencias endocrinas, psicológicas, biomecánicas, musculoesqueléticas, anatómicas, cardiopulmonares, hormonales y físicas hacen que esas marcas tengan que ser específicas para unos y otras. ¿Qué sucede entonces con quienes se identifican como no binarios, es decir, aquellos que aseguran tener un género fluido que transiciona entre dos o más géneros bien de forma perpetua o esporádica?  Pues sucede que los organizadoras de esas pruebas han decidido que los no binarios califiquen según las marcas de las mujeres. Si a un hombre se le exigen, por ejemplo, tres horas y media de tiempo en una maratón para calificar, a la mujer se le exigen cuatro. ¿Por qué un hombre no binario, con las características correspondientes al sexo masculino, califica como mujer cuando no ha sufrido ninguna modificación en su cuerpo? ¿No será más lógico que un hombre no binario califique en la categoría de hombre y una mujer no binaria lo haga con las mujeres? Las diferencias entre hombres y mujeres anteriormente citadas no son una construcción sino una observación. La diferenciación por sexo se antoja fundamental para que no salgamos perdiendo las de siempre, las mujeres. Hombres calificando según las marcas de mujeres van a dejar fuera a féminas y van a asestar un duro golpe al deporte femenino. Por testosterona, sí, y nunca mejor dicho.

 

Las mujeres nos sentimos menospreciadas, sabemos que perderemos así puestos en la calificación y que de nuevo, pagaremos el pato

 

Por el momento, Londres, Boston, Nueva York y Chicago se ha sumado al carro de “no binario” más por ser ejemplo de diversidad que por convicción. Aseguran que al no tener demasiadas referencias de sus marcas han optado por equiparar esa categoría con la de mujer. Por supuesto hay muchos hombres frotándose las manos ya que nunca calificarían con las marcas que se les exigen como varones pero sí podrán hacerlo marcando la casilla de no binarios y haciéndolo como mujeres. No hay más que leer numerosos blogs y comentarios en redes sociales de hombres que se sienten muy “agradecidos” de esta normativa y a los que les da igual marcar una casilla que otra. El caso es acceder a la prueba. El ganador no binario de la maratón de Chicago lo hizo con un tiempo de dos horas y cuarenta y siete minutos; el de Nueva York con dos horas y cuarenta y cinco. Son marcas élite en las mujeres y muy exigentes incluso para los hombres. Ahora ellos podrán acceder a marcas más asequibles pero manteniendo su correspondiente testosterona. 

Las mujeres nos sentimos menospreciadas, sabemos que perderemos así puestos en la calificación y que de nuevo, pagaremos el pato. 

No, quienes avalamos la diferencia entre sexo y género ni somos tránsfobas ni estamos en contra de la diversidad. Únicamente defendemos nuestros derechos.