En el 'Elogio del crimen' Marx explica la paradoja del capitalismo: el crimen activa la economía. Gracias a los criminales hay empleo para policías, periodistas, criminólogos y todo tipo de expertos en las diversas maneras de matar, robar, estafar… No en vano, Thomas de Quincey hablaba del asesinato como “una de las más bellas artes”. Descubro en cartelera 'El inocente', cuarto largometraje de Louis Garrel, y acudo al cine.
Garrel es despreciable pues es guapo, talentoso y está casado con Laetitia Casta. Le odio. La película funciona muy bien pues la acción dramática avanza siempre, como en una screwball comedy. Lo más logrado es la mezcla de géneros. Con notable habilidad, Garrel, quien además protagoniza el filme, consigue integrar la trama criminal en la comedia romántica. O al revés.
La fábula es circular pues comienza y termina en los muros de la prisión. La subtrama que mejor funciona es la que tiene que ver con el teatro. La madre del protagonista (Anouk Grinberg) quiso ser actriz. No pudo ser, pero trabaja en la prisión enseñándoles el oficio de comediante a los reclusos. Como vemos al principio del filme, esta mujer se enamora de un alumno aventajado (Roschdy Zem), con el que contrae matrimonio en la misma cárcel.
Los personajes tienen algo de tragedia griega pues no hay contingencia. El delincuente recién salido de la prisión, que se convierte en padrastro del protagonista, se ve obligado a seguir delinquiendo. La reinserción es imposible pues siempre está en deuda con otros. El propio Garrel afirma que la película sirve de reflejo del "enfrentamiento entre dos generaciones", pues la madre se enamora de un exconvicto y el hijo tratará de sabotear su relación para salvarla.
'El inocente' me ha recordado a una joya del cine español titulada 'Los dinamiteros' (1964), de Juan García Atienza, protagonizada por Pepe Isbert, con la formidable banda sonora de Piero Umiliani. Aquí tres ancianos deciden robar a la Mutualidad en la que
cobran su mísera pensión. En ambas películas el robo sale mal, pero sentimos una gran identificación con los malhechores. El truco a nivel de guión es simple; la Mutualidad tiene menos moral que los ancianos que pretenden asaltarla.
El cine refleja los deseos inconscientes de los espectadores que, en el fondo, soñamos con realizar los deseos de estos personajes
¿Por eso nos identificamos con estos ladrones? Estos personajes entrañables delinquen buscando una justicia poética imposible. Precarios para siempre, sueñan con una vida cómoda. Sus problemas son reales. Aunque tienen sus necesidades materiales cubiertas, sueñan con vivir cómodamente. El séptimo arte refleja los deseos inconscientes de los espectadores que, en el fondo, soñamos también con realizar los deseos de esos personajes con los que nos identificamos.
El cine nos emociona y perturba desde 1895 y hay películas que son atemporales. 'Atrapado en el tiempo' (1993), traducida al español como 'El día de la marmota', dirigida por Harold Ramis y protagonizada por Bill Murray y Andie MacDowell, es un claro ejemplo. Según parece, cada 2 de febrero desde el año 1887, los habitantes de Punxsutawney (Pensilvania) celebran un festival en el que esperan la predicción del tiempo de una marmota. Pues bien, en la película de Ramis, el gran Murray interpreta a Phil Connors, un meteorólogo neurótico y malhumorado que es enviado junto a su equipo de televisión para cubrir el mencionado festival.
El detonante del guión es que este personaje se verá obligado a repetir una y otra vez ese mismo 2 de febrero en un ciclo que parece infinito. Cada día a las seis de la mañana, Connors se despierta en la misma cama del mismo hotel y con la misma radio encima de la misma mesilla emitiendo la misma y maravillosa canción I Got You Babe de Sonny & Cher, y el mismo mensaje publicitario de los locutores que anuncian emocionados: “¡excursionistas, arriba!” De ese modo recuerdan a todos los habitantes del pueblo que hoy es el Día de la Marmota. La condena de Phil Connors es terrible y sin embargo obtiene cada vez una nueva oportunidad para corregir sus errores. Poco a poco, lo va logrando.
El Aberri Eguna (día de la Patria Vasca o día de la marmota) se celebra cada Domingo de Resurrección desde el año 1932. Fue prohibido tras la guerra civil española de 1936 y se comenzó a celebrar de nuevo en 1964, durante el franquismo (mientras toda la izquierda española vivía en la clandestinidad).
¿Por qué se empezó a celebrar en ese año 1932? Básicamente en ese momento se cumplió medio siglo de la "revelación" que Sabino Policarpo de Arana y Goiri tuvo gracias a su hermano mayor (el hasta entonces carlista Luis Arana). Ese descubrimiento consistió en darse cuenta de que los vizcaínos no eran españoles y que, por lo tanto, tendrían derecho (a decidir) o reclamar una nueva patria y un nuevo Estado.
Mientras se destruye Osakidetza, nos quedamos sin médicos, los hogares no pueden pagar el gas o la hipoteca, Euskadi es una nación
Para mí esta anécdota tiene bastante gracia por motivos familiares. El 14 de julio de 1894 la ikurriña (bandera vasca) fue ondeada por primera vez en la historia. Esta primera ikurriña fue elaborada en tela de lanilla en la fábrica de mi familia: Toldos Bilbao Goyoaga. Según tengo entendido, fue Gumersindo Bilbao Goyoaga (hermano de mi tatarabuelo Juan), quien recibió a Sabino y a Luis para confeccionar la bandera, con unas proporciones de cuatro metros y medio de largo y dos y medio de alto, y con apenas veinte centímetros de anchura para sus dos cruces.
En el Aberri Eguna celebrado este año Andoni Ortuzar ha explicado que Euskadi es una “nación europea”. Efectivamente, los jeltzales reivindican la “Europa de los pueblos”. Mientras Osakidetza se destruye y nos quedamos sin médicos en los centros de salud, Euskadi es una nación. Mientras los hogares vascos no pueden pagar el gas o la hipoteca, Euskadi es una nación. Ortuzar llega a decir que ellos, y no Bildu, son el “nacionalismo auténtico”.
Lo que quizá no todo el mundo sepa es que el Aberri Eguna no es celebrado únicamente por el “nacionalismo histórico” que diría José Luis De La Granja. Esta festividad nacionalista-religiosa es celebrada también, cómo no, por Eusko Alkartasuna y Herri Batasuna, integrados hoy en la Coalición EH Bildu.
El portavoz de la coalición Arnaldo Otegi ha tenido una nueva oportunidad, como Phil Connors, para condenar el terrorismo de ETA. Sin embargo Otegi ha vuelto a calificar a los asesinos etarras como “presos políticos”. Tiene razón el líder abertzale cuando hace unos meses dijo que Sortu vuelve a estar en “el centro del tablero” gracias a su apoyo a los presupuestos (y al blanqueamiento al que los demás partidos políticos y medios de comunicación contribuyen).
Si hay en España un “tablero inclinado” es este, y no otro.
Por último, esta semana también hemos descubierto que la plataforma soberanista Gure Esku busca crear la ikurriña más grande del mundo para el paso del Tour de Francia por Euskadi. Yo quería hablar de cine, pero el arte refleja la realidad. Y mi realidad cotidiana, desgraciadamente, tiene que ver con esto. Sigo atrapado en el tiempo. Supongo que la vida es eso que sucede mientras los nacionalistas siguen dando el coñazo. Es el día de la marmota.