Rotterdam / GEETY IMAGES

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Opinión

También esto llegará

27 abril, 2023 05:00

Lo bueno que tiene viajar al centro de Europa es encontrar formas de vivir, de relacionarse o de comprar que más temprano que tarde acabarán llegando a este sur del continente al que, a veces, le cuesta cambiar de modelos.

La semana pasada viajé hasta Holanda para detenerme unos días en dos de sus ciudades, Rotterdam y Ámsterdam. Sí, compruebo que especialmente esta última hace honores a eso de "la ciudad más cara de Europa" y veo que es cierto también, afortunadamente, que puedes encontrar un trabajo en menos de una hora. Los anuncios con ofertas de empleo se suceden sin cesar y es por eso que su tasa de paro no llega al 2%. El sueldo mínimo es de casi dos mil euros y en muchos casos ronda los tres mil. Claro, en impuestos se les va un pico y encontrar vivienda asequible cuesta mucho. ¡No todo iban a ser maravillas! Entre las no maravillas está la turismofobia desatada ante las miles y miles de personas que cada día invaden sus calles y obstaculizan el paso de las bicicletas en las que se mueven los locales. Atropellar al turista, conocido por los lugareños como “zombi”, es realmente sencillo.

En España aún hay quien se escandaliza cuando ve por la calle a una persona trans o cuando se cruzan con personas no binarias


Hay varias cosas que me han sorprendido, unas para bien y otras no tanto. En el primer capítulo destacaría la bandera LGTBIQ ondeando en el propio Ayuntamiento de Rotterdam junto a la del país y la ciudad. No, no se celebraba el orgullo ni nada similar, es simplemente que manifiestan de esa manera que son una ciudad abierta a todas las personas, amen a quien amen y se encuadren sexualmente donde sientan que deben estar. En España aún hay quien se escandaliza cuando ve por la calle a una persona trans o cuando se cruzan con personas no binarias. Se les sigue mirando de reojo e incluso dando un codazo a quien te acompañe por si no se ha dado cuenta ¿Cuenta de qué? Pues de qué va a ser, de que del todo "normal" no es (entiéndase la ironía). Mientras sigamos pensando que el mundo se divide sólo entre hombres y mujeres seguiremos mirando por el rabillo del ojo. Por cierto, qué bonito es el respeto y la libertad de cada cual.

Robots para recoger las mesas después de un servicio, comandas que ya no te atiende un/a camarera y brecha tecnológica para muchas personas

Otra de las cosas que me ha llamado la atención, en este caso no tan para bien, es la cantidad de máquinas que van sustituyendo a las personas en la atención al público. Robots para recoger las mesas después de un servicio, comandas que ya no te atiende un/a camarera y brecha tecnológica para muchas personas que, sí, aún hoy, no se manejan con los avances de la tecnología que llevan mayor velocidad que la luz. 

Entrar a un restaurante, dirigirte a la mesa asignada y marcada con un número al que acompaña un código QR, mirar la carta, hacer el pedido, pagar y, por supuesto, añadir la propina al precio final. Todo pedido y pagado, hasta con extra, sin que sepas si la comida está buena o mala o si la atención va a ser correcta o un desastre. Desconozco si en esos países europeos todo el mundo se maneja con su móvil con absoluta naturalidad pero si sé que en España hay un alto porcentaje de personas a quienes todo esto les abruma porque internet les sigue sonando a chino.

Que debemos fomentar las habilidades tecnológicas de toda la población, especialmente la de más edad y mayoritaria, es un hecho, pero que la rapidez con la que se están imponiendo nuevas formas de vivir sobrepasa a muchas personas, también es cierto. Todo esto por no hablar de lo que supone para la relación social. Personas que buscan el contacto social en el comercio y la hotelería ven cómo ese frente se les cierra

No me cabe la menor duda de que esto lo vamos a ver en nuestros bares y restaurantes. Ojalá también seamos testigos de lo otro, las ciudades abiertas en las que no existen las viejas del visillo.