Una campaña sin antecedentes
Arranca la campaña electoral que va a cambiar muchas cosas. En Euskadi es donde de verdad se van a ver los efectos del blanqueamiento de Bildu y de su integración en las instituciones.
El proceso iniciado por Pedro Sánchez aceptando el voto de Bildu y negociando leyes y presupuestos con el partido de Arnaldo Otegi va a tener una segunda vuelta con estas elecciones municipales y forales en las que la izquierda independentista aspira a llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas o, al menos, a que la dejen gobernar allí donde sea la fuerza mayoritaria.
Su normalización como partido político se está haciendo pese a su empeño en evitarlo. La incorporación a sus candidaturas de miembros de ETA, condenados incluso por asesinatos, parece ser un esfuerzo por reivindicar el pasado criminal padecido en Euskadi.
En este proceso de normalización de Bildu, los normalizadores son quienes más tienen que perder. Si a Pedro Sánchez le vienen bien los votos de Bildu, al PSE no le conviene una fuerza de izquierda vasca que compita directamente con ellos
En este proceso de normalización de Bildu, los normalizadores son quienes más tienen que perder. Si a Pedro Sánchez le vienen bien los votos de Bildu, al PSE no le conviene una fuerza de izquierda vasca que compita directamente con ellos. Al PNV tampoco le favorece que Bildu pueda reclamar alcaldías de las que antes eran desplazados por no reunir las condiciones éticas básicas.
Esta normalización es la que va a marcar el tono de campaña, en la que sabiéndose los principales partidos en la posibilidad de depender de los otros, van a moderar sus posiciones.
El hecho de que la política en Euskadi pase por pactos transversales en los que están todos los partidos, excepto el Partido Popular, hace que sea una campaña menos ideológica que nunca y que los discursos y las ideas no aspiren a contrastar con los otros sino a ver quién ofrece más, quién está dispuesto a dar más o quien inspira más confianza.
Así, va dando muestras de ser una campaña en positivo en la que cada partido muestra sus propuestas. Una retahíla de iniciativas, frecuentemente muy caras, que procuran satisfacer las expectativas tanto generales como particulares de los electores, que, aún así, miran incrédulos a los proponentes.
Un 30% de los encuestados dice no haber decidido su voto. Este tipo de campaña tampoco parece ser muy útil para convencer a esos indecisos, toda vez que las inexplicadas diferencias entre los partidos no son un estímulo para decantarse hacia uno o hacia otro lado. Hay que tener en cuenta que muchos votantes deciden “en contra de” más que “a favor de”.
La campaña parece que va a ser muy laxa, pero es posible que nos sirva para anticipar lo que puede pasar a partir del 28 de mayo, que puede alborotar el mapa municipal en Euskadi
En 2019, la abstención alcanzó al 34%, es posible que en esta se eleve aún más. En las elecciones autonómicas de 2020 se llegó a una abstención del 49,22%. No es posible alcanzar tanto desistimiento, pero puede ser significativo el número de electores que se queden en casa.
Si esta campaña parece estar orientada a la confraternización de la mayor parte de las fuerzas políticas, los pactos posteriores pueden seguir la misma orientación. Eneko Andueza ha dicho que el PSE-EE está lejos de conformar gobiernos con EH Bildu, es creíble, pero no ha dicho nada sobre la posibilidad de dejarlos gobernar sin presentar alternativa.
La campaña parece que va a ser muy laxa, pero es posible que nos sirva para anticipar lo que puede pasar a partir del 28 de mayo, que puede alborotar el mapa municipal en Euskadi. Y en Navarra.