Txapotear
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No soy yo. Ha sido Otegi quien ha empleado el verbo “txapotear” para referirse a la situación política creada por la incorporación de condenados de ETA en las listas electorales de Bildu. Concretamente, ha dicho que esto es una campaña de sectores de la ultraderecha “a los que se han sumado irresponsablemente otras fuerzas para crear un lodazal en el que txapotear por meros intereses políticos y electorales”. No había mejor verbo que ese para expresar lo que está ocurriendo.
El “que te vote Txapote” y el txapoteo por las listas de Bildu ocupan ya la mitad de la campaña nacional de estas municipales, autonómicas y forales. Sí porque por encima de las miles de campañas locales, siempre asoma una campaña nacional que ayuda a sintetizar la marcha de las cosas, más este año que hay Generales a la vista.
Feijóo versus Sánchez
Feijóo y Sánchez han estado en Euskadi y también han hablado del txapoteo. Feijóo para afear a Sánchez sus pactos con quienes han puesto en sus listas a 44 condenados por terrorismo, Sánchez para arrogarse el éxito de la victoria sobre ETA. Es verdad que el PSOE hizo de todo en relación a ETA, desde amamantar al GAL a advertir a los terroristas de que la Policía Nacional estaba sobre su pista (caso Faisán), pero lo que acabó con ETA no fue hacer cosas tan disímiles sino aplicar la Ley y el Estado de Derecho, que fue algo que empezó con Mayor Oreja y que acabó con Rubalcaba, sí, pero no con Zapatero, que aún lamenta no haber profundizado más en aquellas fatídicas negociaciones que acabaron en la T4.
El txapoteo de las listas de Bildu es el corolario de una legislatura de pactos difíciles de asimilar para una gran parte de los electores, pero no de todos. Bildu seguirá disfrutando de un buen resultado electoral fruto de la izquierda sociológica nacionalista que viene reforzada con las deserciones de Podemos y una deriva de los votantes del PSE-EE o, al menos, de su espacio social.
La decisión de sacar a los 7 miembros de ETA con condenas por delitos de sangre que txapoteaban en las listas municipales no ha sido una decisión que esté relacionada con el resultado electoral de Bildu, cuyos electores dan eso por descontado, sino evitar que los pasos avanzados para alcanzar acuerdos con otras fuerzas se vayan a desandar por esta causa.
A por Pamplona
La mayor aspiración de Bildu en estas elecciones es la alcaldía de Pamplona, para cuya consecución requerirían, previsiblemente, de los votos del Partido Socialista de Navarra para ayudar a quitar a UPN, ganadora en las encuestas. A su vez, Bildu contemplaba la posibilidad de que PNV y PSE no presentaran candidatura a la alcaldía en aquellos lugares en los que los de Otegi sean la lista más votada. Es decir, en ambas situaciones requería de una buena sintonía con otras formaciones para llegar a tocar poder.
No cabe duda de que los esfuerzos de Bildu se han visto trastocados. Ni sus apoyos a los Presupuestos Generales del Estado y a numerosas leyes ni aún la presentación de cabezas de lista tan alejadas del estereotipo txapoteador como María del Río, en Bilbao, y Rocío Vitero, en Vitoria, han podido contener el descrédito de sus candidaturas y de sus pretensiones.
Las respuestas de los demás partidos son significativas. El Partido Popular tiene puesto el piloto automático en estas cosas, así que ha ido por su vereda sin tener que cambiar el paso. Podemos ha sido desautorizado por los propios de Bildu, que han acabado por sentirse más obligados con la situación de lo que habían pedido los de morado. Y en el PSE-PSOE-EE han estado en la retaguardia de toda la operación para no arriesgar ni comprometer a Bildu más de lo que fuera imprescindible. Han respondido tarde y sin ganas. Se les ha notado, particularmente por la expresiva reacción del PNV, que ha visto en el txapoteo bildutarra una oportunidad para ralentizar el proceso de blanqueamiento del barro que entre Otegi y Sánchez venían haciendo en los últimos cinco años.