¿Dónde está el carisma?
Quedan tres días y aquí no se ve carisma, no se ve desparpajo, no se ve el pulso vibrante de un encendido debate que muestre cuáles son las diferencias agudas y prominentes que nos obligan a escoger el voto
24 mayo, 2023 05:00Ya no hay carisma. Quedan tres días para el final de la campaña y no encontramos el carisma. El carisma es la especial capacidad de algunas personas para atraer o fascinar. No veo yo a nadie que atraiga ni fascine. Veo mucho perfil de empleado de ayuntamiento, de jefe de sección bien aplicado, de aspirante a la plaza, de opositores a la administración pública. En ocasiones, muy eficaces.
Parece que hubieran acabado el tiempo de los carismáticos. Lo que no se sabe es si ya no hay personajes con simpatía suficiente para fascinar o es que ahora los ciudadanos no los necesitan y prefieren gente esforzada que no moleste con una arrolladora personalidad que acaba siendo la excusa para hacer lo que les da la gana.
Los candidatos vascos son anodinos, como para no molestar. Son discretos, gente circunspecta que solicita el voto con mucha educación y sin incordiar
Antes había carisma, que es esa capacidad citada y que siempre va acompañada de alguna característica física que la soporta. Azkuna necesitó del bigotón para trascender, sin esa masa capilar bajo la nariz su liderazgo hubiera sido más difícil. Lo mismo y lo contrario le pasaba a Odón Elorza, que, sin ese solar público, esa azotea, esa calva ingente, no hubiera repetido tantas veces en el cargo. En Vitoria, fue Alfonso Alonso quien se prestó a la caricatura con ese perfil de estudiante a media pensión y ese cigarrillo colgado del labio con el que imitaba a Anacleto, el personaje del gran Vázquez, y que le sirvió para ascender a portavoz nacional y a ministro de Sanidad.
Para ser carismático hay que ser caricaturizable y los candidatos de ahora, no lo son. Los candidatos vascos son anodinos, como para no molestar. Son discretos, gente circunspecta que solicita el voto con mucha educación y sin incordiar.
En Euskadi se han proscrito las impertinencias y se oculta a los políticos de hechuras estrafalarias. Qué hay que ver a las candidatas de Bildu Maddalen Iriarte y Rocío Vitero, que van vestidas al estilo de Ainhoa Domaica y de Esther Martínez que son del PP. Que ya no es posible identificar a los candidatos por su vestuario y menos aún por su peinado. Está todo muy aburguesado, ya no hay cortes de pelo de raigambre local ni una txapela identitaria ni aun siquiera un pañuelo palestino reivindicativo y testimonial.
No hay nadie que se atreva. Juan Mari Aburto es quien lo hubiera tenido más fácil a poco que hubiera engordado un poco, pero, por el contrario, le ha dado por adelgazar, por estilizarse, por alargar su figura y ha complicado así la tarea de los dibujantes de tiras cómicas, que tienen que identificar a los candidatos por el color de su partido porque, por lo demás, todos se parecen.
Quedan tres días y aquí no se ve carisma, no se ve desparpajo, no se ve el pulso vibrante de un encendido debate que muestre cuáles son las diferencias agudas y prominentes que nos obligan a escoger el voto
Quedan tres días y aquí no se ve carisma, no se ve desparpajo, no se ve el pulso vibrante de un encendido debate que muestre cuáles son las diferencias agudas y prominentes que nos obligan a escoger el voto. Qué empeño en hacerlo todo planito, todo tan cortés, todo tan cordial y considerado.
Quedan tres días de campaña y aún no hemos visto una camiseta reivindicativa, y vaya si las hay. Mira a Ione Belarra, que cuenta con un diseñador de ropa para que le dibuje una para cada mitin. Porque tiene afán de notoriedad, empeño en lograr la foto, el titular, aunque sea con insolencia, como cuando Irene Montero celebraba a su candidata de Valencia por ser “sorda y bollera” o García Page cuando le decía a su hija que ella estudiará el cuerpo humano, pero que “las prácticas las hace tu hermano”
Se nos a acabar la campaña y no tenemos la frase de los comicios. No ha habido un sopapo dialéctico, una ironía cáustica, ni un colofón magistral ni un patinazo colosal.
Nadie parece haberlos pretendido. Todo está siendo más elegante, más ilustrado, más discretamente vasco. Hasta en Bilbao, donde siempre se espera que salte un nervio inmodesto, arrogante, bilbaínamente pretencioso.
Será esto lo que quiere el público, será esto lo que se deseaba de esta campaña en la que ningún candidato se la ha jugado para destacar. Será que los vascos queremos ahora la calma humana que no tuvimos durante décadas de tensión y hostilidad. Será.