Ha llegado la manipulación de los votos
Uno de los peores males de una democracia parece haber llegado a España o al menos a una parte de ella. Hablo de la manipulación de los votos o la compra de los mismos, es decir el cambio del sentido del voto de algunos ciudadanos por una retribución económica que aporta el partido hacia el que se cambia el sentido del voto.
De todas las posibles manipulaciones electorales, (“acarreo de votantes”, “urnas embarazadas”) la más difícil de detectar y eliminar es la compra de votos y lo es por una razón especialmente, tiene causas estructurales muy insertadas en la sociedad.
Lo primero que es necesario son los partidos que están dispuestos a ganar votos, no ya mediante dinero, sino mediante métodos ilegítimos. Aquí las dirigencias de los partidos deberían ser contundentes con este tipo de prácticas
Pero vamos a cómo se genera un contexto de compra de votos en una democracia. Lo primero que es necesario son los partidos que están dispuestos a ganar votos, no ya mediante dinero, sino mediante métodos ilegítimos. Aquí las dirigencias de los partidos deberían ser contundentes con este tipo de prácticas, incluso cuando suponga un evidente perjuicio para sus intereses electorales y deben serlo desde sus propias elecciones internas en las cuales, y a falta de legislaciones generales que las regulen, la manipulación de los votos no está tan fiscalizada por órganos judiciales.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que, si hay una práctica de compra de votos, el dinero utilizado para esa compra es un dinero negro o en “B” y, por tanto, es ilegal. Los propios partidos tienen que controlar mejor sus cuentas y la recaudación de las mismas.
La segunda pata para la existencia de prácticas de compra de voto es evidente. Si hay un comercio ilegal del voto hacen falta alguien que lo compre y alguien que lo venda, es decir, alguien que esté dispuesto a ceder el derecho a votar libremente a cambio de dinero ilegal. Es la parte más peligrosa y lo es porque la existencia de esta segunda pata tiene en parte razones estructurales, incluso de índole socioeconómicas.
Veamos que nos dice la experiencia y la investigación politológica sobre países donde la compra de votos es algo habitual. Según la escuela más marxista de la ciencia política un alto grado de igualdad entre clases favorece los sistemas democráticos de calidad y sin manipulaciones del voto, mientras que unos altos índices de desigualdad perjudican seriamente a la democracia. Esta escuela huye de razones culturales u organizacionales. Aunque estas últimas razones también están presentes en la manipulación del voto, las razones socioeconómicas son indispensables para que se dé el fenómeno.
La lógica es sencilla: si hay personas que tienen dificultades para llegar al final de mes, estarán dispuestas a vender su voto (incluso por poco dinero) para garantizar su subsistencia y la de su familia. A esto debemos añadir que para una parte importante de la ciudadanía el voto es un acto que conlleva pocos réditos personales o económicos, es decir, los incentivos por participar en una elección no se perciben tan altos como realmente son
El porcentaje de gente que cree que las democracias son peores que un sistema autoritario o a las que les daría igual vivir en una democracia o en una dictadura va en aumento
Es, como digo, una razón indispensable, pero no la única. La otra es una razón cultural. Según recientes estudios, el porcentaje de gente que cree que las democracias son peores que un sistema autoritario o a las que les daría igual vivir en una democracia o en una dictadura va en aumento. Por tanto, se produce un descenso de la importancia del acto democrático de votar. Aquí aparece uno de los mayores males de las democracias del siglo XXI, el negacionismo de la democracia tan impulsado por corrientes ideológicas autoritarias, concretamente en España, negacionismo difundido por la extrema derecha.
No hay que ser un sociólogo muy avispado para concluir que en España ambas condiciones están en aumento y en Euskadi pasa más de lo mismo, aunque es cierto que, en diferente medida, al menos la razón socioeconómica.
Es cierto que hay quien dirá que la manipulación del voto y la compra de los mismos es algo que lleva pasando en España desde hace mucho, y puede que no le falte razón, pero también es cierto que esas manipulaciones electorales se daban en contextos sociológicos muy determinados y de una manera no generalizada. Otros dirán que antes se producían esta práctica, pero que ahora se denuncian y puede ser verdad, pero el daño a estas alturas es grande y las consecuencias no son nada positivas.
La extrema derecha está utilizando el voto y teorías conspiranoicas para deslegitimar el sistema en todo el mundo y España no se va a librar de esto
La extrema derecha está utilizando el voto y teorías conspiranoicas para deslegitimar el sistema en todo el mundo y España no se va a librar de esto. De hecho, los asaltos a las instituciones democráticas que hemos visto en Brasil o EEUU estaban justificados en parte por la manipulación del voto.
En este escenario, es importante que los partidos se pongan las pilas para frenar estas prácticas y que lo hagan de forma conjunta y en varios frentes. Lo primero y más importante, tal vez sea una reforma de las leyes que regulan las elecciones (LOREG) para evitar la financiación ilegal de las campañas, que la fiscalización de las cuentas sea más rápida y más efectiva y que las prácticas ilícitas de compra de votos tengan un castigo mayor (En México se llegan a anular las candidaturas si se demuestra la compra de votos).
Pero no solo se debe abordar esto desde cambios legislativos. También hay que hacer cambios profundos en la política y en los partidos. Es importante que los partidos cumplan y recuperen la confianza ciudadana para que el voto se vuelva a poner en valor y además hay que hacer pedagogía, y discurso democrático. Volvamos a hablar de valores democráticos, acabemos con la falacia de “la democracia es el menos malo de los sistemas” y sobre todo acabemos o reduzcamos considerablemente las desigualdades sociales. Tendremos más y mejor democracia.
¿Y en Euskadi? Tomemos consciencia de que el problema está a las puertas; si no le prestamos atención se meterá en nuestra cocina y acabar con eso después será muy complicado.