Si de alguien se está hablando en este año electoral es de nosotras, las mujeres. En las elecciones municipales y forales del 28 de mayo fuimos protagonistas porque, por primera vez, encabezábamos muchas de las candidaturas. Como resultado de este aumento de nuestra presencia en las listas, más diputaciones y ayuntamientos que nunca están liderados por una mujer. Pero como la alegría dura poco en la casa del pobre, Pedro Sánchez convocó por sorpresa otras elecciones, las generales, con la intención de saldar cuentas con su mermado electorado y hacer visibles unos pactos PP/VOX que son los que nos han vuelto a dar protagonismo.
Si de algo se está hablando en este periodo preelectoral es de la eliminación de concejalías de igualdad en los ayuntamientos gobernados por los nuevos aliados y de la mentira que supone hablar de violencia de género, término que consideran manipulado e inventado por las feministas, ese grupúsculo de lesbianas que actuando como grupo de presión crean chiringuitos para sacarle la pasta a las instituciones y organizar fiestas y merendolas. Sé que la ironía no suele ser bien captada pero, por favor, entiéndase en este caso. Además, las banderas arco iris han dejado de ondear en sus instituciones y hemos visto actuaciones tan increíbles como la cancelación de la representación de obras teatrales que, en su obtusa visión, atentan contra la moralidad. Virginia Wolf es una de las autoras canceladas por haber escrito obras como Orlando en la que un hombre transiciona a mujer.
Las banderas arco iris han dejado de ondear en sus instituciones y hemos visto actuaciones como la cancelación de la representación de obras teatrales que, en su obtusa visión, atentan contra la moralidad
Vienen tiempos oscuros si no lo paramos a tiempo. No es que yo quiera condicionar el voto de nadie pero sí creo en los cordones sanitarios. Y ante quienes niegan evidencias como la violencia de género, el cambio climático y la libertad para sentir como cada una crea, hay que aplicarlo.
Desde el año 2003, año en el que se comenzaron a contabilizar, 1.200 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas. En la violencia en pareja el 95% de los condenados son hombres y también los son casi el 100% de los que ejercen la violencia sexual. Son datos y muestran evidencias. Querer negarlas es simplemente no querer perder el privilegio de superioridad que otorga el dolor que causan los agresores. Porque sí, dominar, controlar, poseer y adueñarse de vidas ajenas es lo que estos violentes consideran su parcela de poder y de privilegio.
Dominar, controlar, poseer y adueñarse de vidas ajenas es lo que estos violentes consideran su parcela de poder y de privilegio
Pero llegan personajes que son capaces de reconocer a cara descubierta que quieren gobernar un país sin saber siquiera lo que es el Convenio de Estambul y nuestro derecho a ser reconocidas como víctimas de la violencia de género se viene abajo. Intentar suprimir el propio concepto acuñado en 2011 y ratificado en 2014, es querer camuflar uno de los problemas de primer orden de este país.
Para que lo sepa Santiago Abascal y sus acólitos, y aunque asegure que ni lo conoce ni es relevante para él, el Convenio de Estambul determina que la violencia contra las mujeres es una violación de los derechos humanos basada exclusivamente en el género. El Parlamento Europeo exige a los 35 países vinculados por el convenio que lo cumplan al ser un paso fundamental para acabar con esta lacra en un continente, el nuestro, en el que 50 mujeres son asesinadas cada semana a manos de sus parejas.
El Convenio de Estambul determina que la violencia contra las mujeres es una violación de los derechos humanos basada exclusivamente en el género
El 23 de julio muchas mujeres vamos a votar con miedo, con temor a que nuestro voto no sea suficiente para frenar la distopía que hasta ahora solo hemos visto en el cine y en las series. Pensábamos que jamás podría llegar aquí, pero el pensamiento totalitario, excluyente y negacionista de nuestros problemas se ha instalado ya en muchas ciudades y pueblos de España. No sólo es preocupante que un partido de extrema derecha quiera hacerse con el gobierno; también lo es que 357.000 jóvenes, según el barómetro del CIS del pasado mes de abril, aseguren que se sumarían a las filas de Abascal para las elecciones generales. La media de edad de los votantes de VOX baja a medida que sube la presencia de esta formación en redes como TIK TOK. Sí, VOX ha sabido colarse en esta red social infinitamente mejor que lo han hecho sus contrincantes, salvo Podemos. Este último tiene cerca de 400.000 seguidores en la red china y VOX cuenta ya con casi 250.000. El resto de partidos tiene cupos residuales de seguidores. Está claro que quien hoy triunfe en la red más juvenil se llevará un buen puñado de votos. Sorprende además que el 43% de quienes aseguran que votarían a la formación de Abascal sean universitarios.
357.000 jóvenes, según el barómetro del CIS del pasado mes de abril, aseguran que se sumarían a las filas de Abascal para las elecciones generales
Entre ese alto porcentaje de jóvenes que aseguran ver en VOX una opción real de voto ha calado el mensaje de que la violencia de género es una invención de las feministas, feminazis nos llaman, y que no es un problema real. Incluso la ven como algo “normal” que aparece con naturalidad en tantas imágenes de las que consumen a diario, es decir, las pornográficas.
Total, que entre los negacionistas, los extremistas, los jóvenes confundidos, los que quieren gobernar sin tener en cuenta uno de los problemas reales más dolorosos del país y los machitos que no quieren perder sus privilegios nosotras, las mujeres, corremos el peligro de que nuestros derechos sean clausurados. Nos ha costado mucho llegar hasta aquí como para quedarnos en casa a esperar que pase. Decía Edmund Burke que para que el mal triunfe sólo es necesario que los buenos no hagan nada. Hagamos todo lo que sea necesario. Nos va mucho en ello.