Periolistas
Puede que el término no les suene muy familiar, salvo que sean mujeres y periodistas al mismo tiempo. Periolistas es la palabra con la que, sobre todo en redes sociales, se hace referencia a las mujeres que ejercemos este oficio con la intención de menospreciar nuestro trabajo, de descalificarnos y de criticar nuestros posicionamientos. Suele hacerse de manera bastante agresiva, amparados quienes utilizan tan despectivo término por un anonimato que les retrata como lo que son, ignorantes que se sienten agraviados ante mujeres que les superan en conocimientos y en profesionalidad.
Creo que todas hemos tenido que escuchar eso de “mira la periolista ésta” cuando hemos intervenido en alguna conversación en la que se daban datos erróneos o se lanzaban sentencias alejadas de la verdad. Entonces, quienes se hacen pequeños cuando una periodista les pone delante hechos contrastados y verdades comprobadas, responden con esa palabra que utilizan a modo de insulto y menosprecio.
Quienes se hacen pequeños cuando una periodista les pone delante hechos contrastados y verdades comprobadas, responden con esa palabra
Podríamos hacer un completo #metoo del periodismo ejercido por mujeres. Bueno en realidad podríamos hacerlo en cualquiera de los ámbitos profesionales, deportivos, culturales, etc, etc, etc.
Hace unos días, la compañera Almudena Ariza, curtida en mil frentes informativos, lanzaba una campaña para cambiar el significado de esa palabra y transformarla en símbolo de empoderamiento y valentía. Ha puesto en marcha una iniciativa materializada en unas bolsas de tela en las que aparecen lemas reivindicativos que reflejan la importancia del periodismo y de la lucha por la verdad. Si queremos una sociedad libre y democrática en la que hombres y mujeres vivamos en igualdad hay que trabajar por un periodismo riguroso, que busque la verdad, impulse cambios y nos haga mejores.
El movimiento “periolistas” se practica, como no podía ser de otra manera, con sororidad. Las bolsas de tela están elaboradas por mujeres costureras en riesgo de exclusión social, confeccionadas totalmente a mano y respetuosas con el medio ambiente. Cada bolsa es un compromiso con la verdad y el periodismo. Toda la información está en www.periolistas.com
Si queremos una sociedad libre, democrática e igualitaria hay que trabajar por un periodismo riguroso
Esa infravaloración de las mujeres periodistas es más patente aún en los foros de opinión. Cuando acudes a una tertulia no es que sientas el síndrome de la impostora, es que te lo hacen sentir. En las mesas de opinión no equilibradas, aquellas que incluyen al mismo número de opinadoras que de opinadores, son casi siempre ellos quienes arrancan el tema, quienes acaparan el mayor número de minutos, quienes por su tono parecen ser los que dominan la información y el análisis. A nosotras se nos exige el doble para estar en el mismo sitio y cuando nos hacemos hueco por derecho propio se dice que somos “mujeres de armas tomar”. No, solo hacemos nuestro papel como ellos, pero se nos mira con lupa y con otras dioptrías. ¡Cuántas veces dices algo valioso y a la hora de atribuirlo se lo atribuyen a un hombre! Y eso es solo un mero ejemplo. Hay muchos más.
Por supuesto que hay aliados, y buenos, en la profesión. Soft mans, hombres blandengues que diría el Fary ahora en inglés gracias a la inteligencia artificial. Necesitamos muchos de esos en las redacciones, en los consejos de administración, en la dirección de los medios, dirigiendo programas y tertulias. Pero necesitamos también ser nosotras quienes tengamos la oportunidad de ejercer esas labores sin pasillos estrechos, techos de cristal o suelos pegajosos que nos impidan despegar.
A nosotras se nos exige el doble para estar en el mismo sitio y cuando nos hacemos hueco por derecho propio se dice que somos “mujeres de armas tomar”
El periodismo se ejerce con miradas diversas, con distintas interpretaciones y con sensibilidades variadas. De lo contrario no es periodismo, es comunicación desde el pensamiento único. Las periolistas somos perseverantes y capaces de responder con verdad a los ataques que se nos lancen desde el anonimato o con nombre y apellidos.
Ese término que comenzó siendo un insulto ha pasado a ser un concepto reivindicativo de nuestra labor. Darle la vuelta, mirarlo desde otra perspectiva, le ha dado un sentido nuevo. Seguiremos ejerciendo el periodismo con las gafas moradas puestas para que quienes aún no las utilizan comiencen a percibir que otras miradas son posibles.
Cuanto más igualitario, equitativo y justo sea el periodismo que ejercemos más libre será este mundo y quienes lo habitamos.