¿Por qué Bilbao es el único mercado en el que no hay oficinas?
Ayer el Ayuntamiento de Bilbao anunciaba su intención de invertir 3,8 millones de euros para crear un albergue para 60 peregrinos junto a la Basílica de Begoña. Y estoy convencido de que los propietarios de hostels y otros negocios hosteleros que disponen de camas para este tipo de huésped estarán encantados de saber que el dinero de sus impuestos se utiliza para hacerles la competencia. Se preguntarán si no había necesidades sociales más acuciantes.
Que un ayuntamiento haga de hostelero es algo muy similar a lo que está ocurriendo con las oficinas en Bilbao, la única ciudad del mundo en la que faltan metros cuadrados para albergar a empresas. Mientras en las grandes metrópolis la eclosión del teletrabajo post-pandemia está vaciando edificios enteros, en la capital vizcaína parece suceder lo contrario.
En San Francisco, sin ir más lejos, hay tanto edificio vacío que los precios han bajado un 66% en un año. Los expertos inmobiliarios recomiendan ahora precisamente salirse de este negocio e incluso, caso de Kyle Bass, demoler bloques enteros
La quiebra del otrora gigante WeWork, centrado precisamente en espacios de coworking, y la aparición de constructoras especializadas en transformar oficinas en viviendas marcan una clara tendencia internacional. En San Francisco, sin ir más lejos, hay tanto edificio vacío que los precios han bajado un 66% en un año. Los expertos inmobiliarios recomiendan ahora precisamente salirse de este negocio e incluso, caso de Kyle Bass, demoler bloques enteros.
Sin embargo, en Bilbao sucede todo lo contrario y, de la noche a la mañana, no hay oficinas. ¿Están surgiendo tantas empresas que ya no caben? Lamentablemente, no. Lo que está ocurriendo tiene mucho que ver con el intervencionismo público en un mercado que en situaciones normales da poco de sí. De hecho, las oficinas de Bilbao siguen figurando, según los portales inmobiliarios, entre las más baratas de España, junto con las de Tenerife, en términos de rentabilidad de la inversión.
Por una parte, en la capital vizcaína apenas se construyen edificios destinados a empresas por una cuestión administrativa: el ayuntamiento ha reservado para este fin espacios aún no urbanizados en Zorrozaurre. Por otra, una parte muy importante del stock existente ha sido alquilado por las propias administraciones, que cada día manejan presupuestos más elevados y tienen más funcionarios a los que dotar de un lugar donde trabajar.
Es un ejemplo de libro de cómo las administraciones, por su capacidad fagocitadora y acceso a dinero fácil, acaban desincentivando al sector privado, el único que realmente crea riqueza en un territorio
Sin ir más lejos, gran parte de la antigua torre del BBVA tiene como inquilino a la Diputación de Bizkaia, que es tan buen pagador que el precio del inmueble se multiplicó tras firmarse el arrendamiento. Y lo que es peor, una parte sustancial de este espacio ha sido reservado para startups y algunas compañías tecnológicas cercanas a la institución foral, como la consultora Inetum o el propio banco.
De esta manera, la Diputación, con la ayuda de PwC, compite con los gestores de oficinas de la ciudad y, al mismo tiempo que limita la oferta actual al apropiarse de ella, desalienta al potencial inversor. Es un ejemplo de libro de cómo las administraciones, por su capacidad fagocitadora y acceso a dinero fácil, acaban desincentivando al sector privado, el único que realmente crea riqueza en un territorio.
Terminamos la explicación de lo que ocurre en Bilbao con un último fenómeno de intervencionismo público: la regulación de los pisos turísticos. Al limitar su actividad a las primeras plantas, se ha suprimido de golpe y porrazo un espacio al que solían recurrir despachos de abogados y gabinetes médicos. Es verdad que el crecimiento del turismo en la capital vizcaína ha pillado a todo el mundo de sorpresa, pero lo que se espera de las administraciones son precisamente más previsiones que prohibiciones.