Es una incógnita cómo afectará al panorama político español las cesiones continuas del PSOE a los nacionalismos periféricos españoles en general y al independentismo catalán en particular, especialmente desde que, tras las últimas elecciones generales, Sánchez decidió, tras prometer lo contrario, apoyarse en Otegi, Junqueras y Puigdemont, entre otros, para poder continuar en la Moncloa, único objetivo que atisba a ver el presidente del Gobierno de España y por lo que es capaz de hacer cualquier cosa.
Lo de parar a la ultraderecha no es sino un eslogan empleado inteligentemente por Sánchez que frenó la esperable mayoría que el PP parecía que iba a alcanzar junto a Vox, dado que, entre otras razones, no era una cosa o su contraria sino que el PSOE podía haber buscado el acuerdo con el PP para que el Gobierno de España no dependiera de quienes quieren romperla. Dado el resultado electoral, habría sido la única opción viable, ya que la alternativa, como estamos viendo, no puede considerarse ni siquiera gobernar sino arrastrarse a costa de la mayoría de los españoles, romper la igualdad entre ciudadanos y entre territorios y poner en peligro el Estado de Derecho y la convivencia.
El PSOE se ha metido él solo y voluntariamente en un callejón que tiene difícil salida: es lo que tiene gobernar España con quien se presenta como enemigo declarado de ella. Y, o sigue cediendo ante Puigdemont y le concede cuanto le exige, o la legislatura salta por los aires
El PSOE se ha metido él solo y voluntariamente en un callejón que tiene difícil salida: es lo que tiene gobernar España con quien se presenta como enemigo declarado de ella. Y, o sigue cediendo ante Puigdemont y le concede cuanto le exige, o la legislatura salta por los aires, lo cual puede ocurrir en cualquier momento; y, entretanto, sufrir una agonía permanente. Porque ya es tarde para romper con los separatistas y presentarse ante la opinión pública como el defensor de la Constitución Española; si hace unos meses habría colado entre los más despistados de sus votantes, ahora parece imposible, aunque, consecuencia del sectarismo obtuso, olvidos más burdos se han visto.
En todo caso, el mal ya está hecho: la concesión de los indultos a los golpistas, el abaratamiento de las penas por malversación, las negociaciones con el prófugo Puigdemont para redactar conjuntamente la ley de amnistía o las promesas de condonación de la deuda catalana o de concesión de un pacto fiscal para que los que más tienen aporten menos a los que menos tienen han supuesto por la vía de los hechos la quiebra de la igualdad en España, la ruptura de la separación de poderes y la puesta en cuestión del Estado de Derecho. Y harán falta años para reconstruir lo que Sánchez ha demolido.
Esta actitud irresponsable del PSOE, convertido en un proyecto personal de Sánchez con la aquiescencia de cargos públicos y afiliados, amenaza con llevarse por delante los más de ciento cuarenta años de historia del partido que otrora fue, con todos sus errores, el representante legítimo de las ideas clásicas de la izquierda en España. Tal cosa podría confirmarse en cuanto pierda el Gobierno de España, que es cuando uno de verdad se desgasta, recoge lo que ha sembrado y paga las consecuencias. De momento, ya ha surgido Izquierda Española, formación que reivindica una izquierda antinacionalista, que es como supuestamente debe ser toda izquierda, y se presentará a las Elecciones Europeas para, a partir de ahí, seguir creciendo.
De momento el PSOE ha perdido la mayoría de los gobiernos autonómicos y de las principales ciudades españolas, así que no podemos descartar ningún escenario. Si el PP sigue recuperando parte del voto que se fue a Vox y parte del que estuvo en Ciudadanos, Podemos sigue sin poder sumar, y Sumar sigue sin ser más de lo que hoy es, el PSOE podría estar condenado a permanecer en la oposición unos cuantos años. O incluso a tener que refundarse. Es lo que tiene haberse vendido a lo peor de cada casa para permanecer unos años más en la Moncloa para que no gobierne el PP: que al final ni una cosa ni la otra.
El PNV sigue siendo mucho PNV, pero se muestra envejecido y decadente, amenazado por una EH Bildu en ascenso que amenaza su hegemonía y hasta su presencia en la sede presidencial de Ajuria Enea; y además desgastado por una gestión más que deficiente
Por estos lares, el PNV sigue siendo mucho PNV, pero se muestra envejecido y decadente, amenazado por una EH Bildu en ascenso que amenaza su hegemonía y hasta su presencia en la sede presidencial de Ajuria Enea; y además desgastado por una gestión más que deficiente: una Osakidetza desprestigiada, una Educación con los mismos problemas que tiene la Educación del resto de España pero con el añadido de una política lingüística infame, y una política de vivienda que brilla por su ausencia. Y está por ver el daño que pueden hacerle tanto su afinidad con el PSOE como su responsabilidad en las cesiones a la extrema derecha independentista catalana; si bien el PSE y EH Bildu son igual de corresponsables, podría perder votos del electorado fronterizo con el PP, ese que lleva acumulando años.
No son pocos los nacionalistas vascos o quienes históricamente han votado al PNV sin ser nacionalistas los que reconocen en privado que lo de Sánchez y su pacto con las minorías populistas e independentistas es un disparate, e incluso conceden que la alternativa de la Gran Coalición circunscrita a un periodo temporal más bien breve habría sido la mejor de las opciones para gobernar España. Y ahí tienen la opción del PP del moderado De Andrés. Al fin y al cabo, no hace falta ser del partido para votar a la opción que en un momento puede ser considerada la menos mala.
Al candidato jeltzale, el desconocido Imanol Pradales, no le va a resultar nada sencillo el reto. Es posible que al final el PSE le conceda gratuitamente la Lehendakaritza, como históricamente ha venido sucediendo, pero no descartaría ningún escenario. A pesar de que Eneko Andueza, secretario general de los socialistas vascos, ha prometido no gobernar con los de Arnaldo Otegi, no ha descartado convertirse en lehendakari con los votos y el apoyo externo de los abertzales.
Por lo demás, Sumar y Podemos apenas sumarán, Vox tratará de salvaguardar su único escaño y los huérfanos políticos que echan de menos una izquierda no nacionalista, salvo sorpresa de última hora, seguirán esperando.