El candidato a lehendakari de EH Bildu, Pello Otxandiano, junto al coordinador general de la coalición, Arnaldo Otegi / JAVIER ETXEZARRETA - EFE

El candidato a lehendakari de EH Bildu, Pello Otxandiano, junto al coordinador general de la coalición, Arnaldo Otegi / JAVIER ETXEZARRETA - EFE

Opinión

Pactos y gobiernos

2 abril, 2024 05:00

Que estamos ante una elección un tanto atípica en Euskadi no es ningún secreto. La sensación que existe en medios de comunicación y opinión pública es que el PNV va a tener una victoria complicada e incluso puede perder las elecciones en votos, en escaños o en ambos y que lo hará frente a EH Bildu.

Si bien es cierto que EH Bildu apareció en otras citas autonómicas como la alternativa electoral más plausible a las victorias del PNV, en aquellas ocasiones, la coalición soberanista tenía un contra que le alejaba de las preferencias de los votantes y hacía que fuese muy complicado alcanzar las estimaciones que se espera de ellos para este 2024. Ese contra era la percepción de victoria.

Voy a detenerme un momento para explicar cómo funciona la percepción de victoria en una elección. En principio lo que dice la teoría es que, si en un electorado concreto, la opinión mayoritaria es que un partido va a ganar una elección, ese partido tiene ventaja a la hora de movilizar y recabar el voto que otros no tienen. Esto que en los medios de comunicación se presenta como un efecto racional en realidad tiene más que ver con nuestro ser como animales sociales. Tendemos a hacer lo que el grupo hace en su mayoría para no sentirnos excluidos ya que el ostracismo social es biológicamente uno de los mayores miedos que puede sentir un humano. Simplificando, tendemos a comportamos como percibimos que se comporta la mayoría para no ser las ovejas negras del rebaño. A esto se le llama efecto bandwagon.

En otras citas electorales, EH Bildu se presentaba ante el electorado como la alternativa, pero la ciudadanía seguía sin tener claro que fuesen a superar al PNV a pesar de su crecimiento. La comunicación que llevaban a cabo tampoco ayudaba a afianzar esa percepción de victoria. Desde los temas de campaña (conflicto, presos, cuestiones identitarias) mal abordados en lo comunicativo, el tono y las voces del mensaje o incluso, la vestimenta de sus portavoces y candidatos y candidatas presentaban a la ciudadanía una opción electoral que parecía estar lejos del estereotipo que el electorado vasco tiene de un partido que pueda ganar y gobernar.

La comunicación que llevaban a cabo tampoco ayudaba a afianzar esa percepción de victoria

Eso parece haber cambiado en esta elección. EH Bildu ha presentado un tono muy diferente al que suele ser habitual, más calmado y tranquilo y eso parece haber agradado no solo a sus electores. También ha anestesiado a los votantes que se movilizarían en contra de un posible gobierno de los soberanistas de izquierdas. Además, el mensaje es bastante coherente y se ha salido de los marcos del populismo impugnatorio a los que nos tenían acostumbrados en su comunicación electoral.

Sin embargo, EH Bildu tiene un problema. Si bien es cierto que tiene una percepción de victoria mucho mayor que en elecciones pasadas, sus posibilidades de conformar un gobierno no parecen ser demasiadas.

El relato se cuenta solo: EH Bildu necesita sí o sí al menos al PSE para gobernar y muy posiblemente a alguna de las marcas de la izquierda de ámbito estatal (Elkarrekin Podemos o Sumar). Sin embargo, en lo que para mí fue una estrategia equivocada y que según las encuestas ya le está suponiendo costes al PSE, Eneko Andueza frenó en seco esa posibilidad de que los socialistas apoyasen a EH Bildu para un gobierno. Ante esta situación que lastraba no las posibilidades de la coalición, no de ganar, pero sí de gobernar, EH Bildu y su nueva estrategia tenía que plantear una solución porque el riesgo de caer del caballo ganador era importante.

Si bien es cierto que tiene una percepción de victoria mucho mayor que en elecciones pasadas, sus posibilidades de conformar un gobierno no parecen ser demasiadas

En ese momento y ante dicha tesitura, EH Bildu rompe los esquemas (para no romper las estructuras) y le plantea a su electorado dos elementos: primero, que gobierne la lista más votada y segundo, que es posible una coalición con el PNV. La juagada descoloco a muchos, pero tiene todo el sentido del mundo dentro de la estrategia. Presentando una coalición con el PNV, EH Bildu se iguala a los jeltzales y suaviza la mala imagen que lastraba en el pasado su percepción de victoria. Con esta propuesta de coalición EH Bildu deja de ser esa fuerza política más cercana al populismo impugnatoria de sus primeros años, aunque eso, como es lógico tiene unos costes.

En primer lugar, hay que justificar esa coalición y para ello "el PNV es un partido progresista". Nota al pie: No lo es. El PNV es un partido liberal, como mucho social-liberal con elementos tradicionalistas. Incluso me atrevería a decir que hoy en día algunos de sus militantes más jóvenes están más cerca del libertarismo de Milei que de cualquier tipo de progresismo (Ojo, no digo que sean libertarios). 

Por otro lado, los votantes de EH Bildu situados más a la izquierda podrían cambiar sus preferencias de voto. A la vista de las encuestas esto no ha sucedido. EH Bildu sigue teniendo unas expectativas electorales buenas y si hubo fugas de electorado por la izquierda, las ha compensado con otros electorados llegados de otros sectores ideológicos. De hecho, si analizamos los EITB Focus de febrero y marzo, la preferencia por la coalición EH Bildu-PNV ha mejorado en 4 puntos porcentuales, del 18% al 22% y seguramente, esta propuesta de coalición no fuese la predominante hace un par de años.

Si analizamos los EITB Focus de febrero y marzo, la preferencia por la coalición EH Bildu-PNV ha mejorado en 4 puntos porcentuales, del 18% al 22%

La pregunta que me surge ahora y que comparto es la siguiente: ¿Es la coalición con el PNV la preferida por parte de los votantes de EH Bildu? Sí y no. Como ya dije en estas páginas hace un mes, el votante de EH Bildu no está pensando en gobiernos ni coaliciones. Ahora mismo piensa en ganar y poco más. Pero es que, además, aquí está pasando algo que tiene mucho que ver con el efecto bandwagon que comentaba al principio del artículo. Los partidos que tiene una alta percepción de victoria suelen tener una mayor cohesión electoral y las posibilidades de fuga de electrodos son mínimas, aunque las propuestas sean muy diferentes a las que por coherencia entrarían dentro de la lógica ideológica de los partidos. Traducido: La preferencia de las coaliciones no depende en la mayor parte de la libre opinión del electorado de EH Bildu, más bien de la directriz que lancen en campaña los portavoces y líderes de la coalición. Estoy convencido de que mañana aparece Otxandiano llamando a una coalición de izquierdas, la preferencia cambiará drásticamente al menos entre el electorado de EH Bildu.

En cualquier caso, creo que los votantes en general son más inteligentes de lo que presuponen los partidos y tienen clara la idea de qué papel juegan en esta elección (y en otras) y saben que las preferencias que muestre en relación a las coaliciones de gobierno no tienen porque hacerse realidad en el futuro. Gobernar es difícil y depende de muchos factores, formar gobierno también y aquí debe imperar la máxima que suelo repetir: en política no hay imposibles, solo improbables.