El presidente del PNV Andoni Ortuzar, junto al candidato a Lehendakari y ganador de los comicios vascos Imano Pradales, en la reunión de la Ejecutiva del PNV para analizar los resultados de las elecciones / Luis Tejido - EFE

El presidente del PNV Andoni Ortuzar, junto al candidato a Lehendakari y ganador de los comicios vascos Imano Pradales, en la reunión de la Ejecutiva del PNV para analizar los resultados de las elecciones / Luis Tejido - EFE

Opinión

El PNV, imbatible, ¿y ahora qué?

25 abril, 2024 05:00

Tras los resultados que han deparado las elecciones vascas, todos los partidos políticos que han logrado representación parlamentaria se sienten no solo satisfechos sino incluso ganadores, ¿no has visto cómo sonreían?: el PNV, que ha perdido cuatro diputados, ha resistido el empuje de EH Bildu, ha ganado las elecciones y podrá formar gobierno son los socialistas; EH Bildu, que aspiraba a superar al PNV e incluso a intentar formar gobierno o a parecer que lo intentaba, ha obtenido los mejores resultados de su historia, y ello sin necesidad de calificar como banda terrorista a la banda terrorista ETA, o sea, sin dejar de ser lo que siguen siendo aunque por momentos disimulen; el PSE, que ha obtenido el tercer peor resultado de su historia, logra sin embargo dos diputados más de los que tenía, y no solo podrá repetir gobierno con el PNV sino que podrá exigirle tener más peso en el nuevo Gobierno Vasco que se forme para poder seguir siendo comparsa pero un poco menos comparsa que hasta ahora; el PP, por su parte, a pesar de que no ha logrado como pretendía sumar mayoría absoluta con el PNV para poner a los jeltzales en un brete y ser decisivos, incrementa en uno los seis diputados de los que disponía hasta alcanzar los siete, un escaso número de parlamentarios que lo mantienen en la irrelevancia, emparedado entre Vox y el propio PNV; Sumar, la sopa de letras creada por Yolanda Díaz, logra al menos entrar en el Parlamento Vasco cuando parecía que ni eso lograría, aunque lejos de los seis diputados que tenía Elkarrekin Podemos y lejísimos de los once que llegaron a tener los de Pablo Iglesias en las elecciones de 2016; finalmente, Vox amarra su única representante, en lo que quizás haya sido la mayor sorpresa de estos comicios. O sea, que todos ganan, y quien no se compara con la representación que tenía se compara con las expectativas o con las encuestas previas más desfavorables y santas pascuas. Que somos unos profesionales.

Además, Pedro Sánchez se siente eufórico o al menos satisfecho, y acaba de asumir en la sesión del Congreso de los Diputados como propios todos los votos recibidos por los partidos políticos que no son PP o Vox, o sea, los suyos propios y los de las formaciones nacionalistas e independentistas, incluidos los de EH Bildu, que durante la campaña electoral era una formación no democrática a la que había que parar los pies con un muro por no condenar a ETA y ahora vuelve a ser, sin haber condenado a ETA, no solo democrática y progresista sino socio preferente de los socialistas. Que somos unos linces. Tal como se esperaba, las elecciones en Euskadi, a diferencia de las gallegas, no han supuesto un revolcón a Pedro Sánchez sino la legitimación a pequeña escala de sus pactos, aunque sea a costa de que el PSE haya renunciado a ser alternativa. Y a base de sumar los votos de sus adversarios. Que somos unos artistas.

Es posible que Puigdemont o Esquerra Republicana, en función de lo que ocurra, rompan con el PSOE, lo cual, a estas alturas del partido, no sé si es más un problema para Sánchez o una alegría para España, o ambas cosas al mismo tiempo

Y cosa parecida es esperable que ocurra en las inminentes elecciones catalanas, donde su candidato, Salvador Illa, parte como favorito. Otra cosa es la gobernabilidad y lo que finalmente deparen los pactos postelectorales: porque es posible que Puigdemont o Esquerra Republicana, en función de lo que ocurra, rompan con el PSOE, lo cual, a estas alturas del partido, no sé si es más un problema para Sánchez o una alegría para España, o ambas cosas al mismo tiempo. O incluso una oportunidad para que Pedro Sánchez decida por fin zafarse de los socios que están lastrando al PSOE: si ve que está en riesgo su cabeza y su permanencia en la Moncloa, no es descartable que vuelva a reinventarse. De hecho, es la única posibilidad de que recupere el sentido común que nunca tuvo. Porque tras las catalanas vendrán las elecciones europeas, y esas sí son propicias para que el PSOE de Sánchez sufra un contundente correctivo. Aunque hay analistas que dan como posible un adelanto electoral en el caso de que el batacazo fuera más fuerte de lo soportable, no es descartable que Sánchez decida cerrar filas y seguir tirando con los apoyos que le queden y ganar tiempo a la espera de que se saque otro as de la manga de su particular manual de resistencia. Al fin y al cabo, puede seguir prorrogando los presupuestos y Feijóo tampoco es Churchill.

Así que, siendo cierto que el panorama en Euskadi al menos en el corto plazo parece políticamente estabilizado (y no hay nada más estable que el pacto entre el PNV y los socialistas) y que Pedro Sánchez ha salido indemne e incluso puede celebrar los resultados, el panorama político español sigue cubierto de nubes negras que amenazan tormenta. Y es lo que debería preocupar a los líderes políticos, más prestos a celebrar sus supuestos éxitos electorales que a enfrentar la situación general de España para tratar de mejorarla. Que lo urgente es enemigo de lo importante. Y todo se pega menos la hermosura.

Es prioritario que los distintos partidos políticos aparquen sus intereses particulares y observen la situación general del país al que dicen defender. Antes de que reviente todo y sea demasiado tarde

No es solo que los independentistas catalanes mantengan entre sus objetivos plantear un nuevo órdago al Estado, es que el propio Estado tiene ahora menos instrumentos para defenderse de quienes pretenden romperlo. Además, el PSOE estaría dispuesto, si no a permitir una consulta vinculante en Cataluña, a concederles un pacto fiscal que rompa definitivamente la igualdad entre las regiones y los ciudadanos de España, lo que perjudicaría gravemente la sostenibilidad del sistema. Y todo ello cuando es posible que Europa obligue al Gobierno de España a aplicar una serie de recortes que sufrirán otra vez los más vulnerables. Y todo ello en una situación en la que los dos partidos supuestamente nacionales apenas logran tener representación en algunas partes de España, y cuando logran obtenerla es a base de confundirse con el paisaje y asumir parte o todo el discurso nacionalista, de modo que lo legitiman y, de ese modo, lo fortalecen. Pan para hoy y hambre para mañana. Y así vamos construyendo un país más desigual, más débil y menos capaz de enfrentar los retos de nuestro tiempo. Así que es prioritario que los distintos partidos políticos aparquen sus intereses particulares y observen la situación general del país al que dicen defender. Es obvio que los que quieren romperlo no van a hacerlo, pero sería conveniente que los que supuestamente son partidos nacionales lo tengan en cuenta. Antes de que reviente todo y sea demasiado tarde.