Un hombre camina junto a un graffitti que agradece la ayuda a los voluntarios mientras continúan las labores de limpieza en Paiporta

Un hombre camina junto a un graffitti que agradece la ayuda a los voluntarios mientras continúan las labores de limpieza en Paiporta EFE

Opinión

La anormalidad que nos invade

Más información: Ponédselo fácil, por favor

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Ética y valores. No es la primera vez que aprovecho la oportunidad que me da esta columna para hablar de esto, y estoy convencida de que no será la última. 

Ética y valores. Cada vez son más difusos. Cada vez cuesta más definirlos. Cada vez es más complicado encontrar ejemplos que lo ilustren. O mejor, los que hay. Se visualizan menos.

En medio de la vorágine del día a día, donde parece que sólo se escucha al que más grita, al que más insulta, o al que dice la burrada más grande incluso sabiendo que lo que plantea es falso, no es fácil que los buenos ejemplos, que sin duda existen, tengan la relevancia que se merecen.

Trascienden más los malos ejemplos, y esto es fundamentalmente porque esos malos ejemplos, vienen de aquellos de los que en principio esperamos comportamientos ejemplares

Llaman la atención, por poco habituales los comportamientos, respetuosos y correctos. Sorprende lo que debía ser normal, lo que hace no tanto tiempo, se consideraban normas básicas de educación.

Parecen tan extraños, que cuando se dan emocionan hasta la lagrima. Viví uno recientemente al trasladarle a un colaborador habitual que dada su situación podía contar con mis servicios sin coste. Su respuesta, teñida de emoción fue que en décadas de trabajo, nunca nadie le había planteado algo así. 

Lo normal se convierte en anormal y en extraordinario. Tenemos cientos de ejemplos al cabo del día.

En todo caso, trascienden más los malos ejemplos, y esto es fundamentalmente porque esos malos ejemplos, vienen de aquellos de los que en principio esperamos comportamientos ejemplares, porque son los que nos lideran. 

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Pues seguramente todos tenemos en esto como en casi todo, nuestra cuota de responsabilidad, pero sin duda, algunos tienen más que otros.

Si vamos a un ejemplo absolutamente gráfico, no tenemos más que mirar a las desgraciadas circunstancias vividas en la comunidad Valenciana y a las reacciones de unos y otros, ante una catástrofe sin precedentes.

Cuando de quienes esperas que ejerzan como modelo, porque se les atribuye una responsabilidad, lo que te devuelven es desconfianza, mentiras y desconcierto, poco podemos hacer. Bueno algo sí, recordar cuando nos toque votar lo que estamos viviendo, y que cada uno decida quién merece su confianza y quién no. Ellos saben, no lo olvidemos, que somos de memoria frágil y que muchos pasarán página, más antes que después.

El desastre de la DANA nos deja sin embargo, comportamientos ciudadanos absolutamente ejemplares, de los que seguramente no estamos hablando lo suficiente, entre otras cosas, porque como viene siendo habitual en estos casos, los árboles no nos dejan ver el bosque. Me estoy refiriendo fundamentalmente a los jóvenes.

La cara y la cruz. Frente al espectáculo bochornoso de los políticos que en cualquier caso, no han hecho lo que debían, la marea solidaria de los jóvenes desinteresada y útil

Los jóvenes sin necesidad de grandes llamamientos y sin apuntarse ningún tanto, nos están dando a todos una auténtica lección de solidaridad. Han visto que podían ayudar, que eran necesarios, y se han acercado hasta las zonas más afectadas para arrimar el hombro. Y lo mejor, lo han hecho sin ningún tipo de altavoz. Sólo con el deseo de ayudar y de ser útil para las personas que lo han perdido todo.

Afortunadamente les importa poco o nada el estruendo político que se ha montado en paralelo entre unos y otros, buscando culpables, cuando en realidad eso no ayuda nada a los damnificados y es a mi juicio, una falta de respeto total y absoluta para con las víctimas.

Peluqueros voluntarios de Murcia trabajan en la calle en Catarroja

Peluqueros voluntarios de Murcia trabajan en la calle en Catarroja EFE

El blanco y el negro. La cara y la cruz. Frente al espectáculo bochornoso de los políticos que en cualquier caso, no han hecho lo que debían, la marea solidaria de los jóvenes desinteresada y útil.

Que los políticos no olviden que son precisamente los jóvenes los que más desvinculados dicen manifestarse de la política. Es normal. No les representan. 

Valoramos la solidaridad puesta de manifiesto por los jóvenes de forma positiva porque se sale del ruido, la discordia y la bronca diaria a la que asistimos a través de los medios de comunicación. Desgraciadamente, eso se ha convertido en nuestra normalidad. Una anormalidad absolutamente normal por parte de muchos “líderes”.

Recuperemos aquí sí, aquella vieja normalidad que venía revestida de educación, de respeto y de conciliación como valores prioritarios. Aprovechemos la lección que en este caso nos están dando los jóvenes.