La encrucijada de Europa y Mercosur
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Entre tanto grito, acusaciones y ruido político la vida avanza, las preocupación por la vivienda continúa y las Navidades se nos echan encima. Si afinamos el pabellón auditivo, ahí al fondo, donde los pequeños huesos del oído se golpean empieza a vibrar repetidamente un concepto que cada vez vamos a escuchar más y con mayor nitidez, Mercosur.
Si bien pudiera parecer el nuevo nombre de un gran superficie de alimentación hay que decir que no se trata de eso, o quizá bien pensado sí, porque estamos ante el mayor mercado de comercio mundial con un potencial de 700 millones de consumidores.
Es un acuerdo que se intenta fraguar desde hace más de 25 años para la eliminación de aranceles entre la Unión Europea, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay (Venezuela está suspendida y Bolivia en proceso de adhesión). El tratado de asociación de mayor alcance del mundo.
Tras más de dos décadas, el acuerdo podría estar a punto de ser una realidad tras las 65ª reunión celebrada en Montevideo a la que acudió la presidenta Úrsula von der Leyen. El acuerdo entre Mercosur y la UE queda listo para su revisión legal y traducción ante la decisión de ambos bloques de hacer realidad el tratado comercial.
Insisto en la idea de que todo debe salir bien, ya que no está exento de complicaciones su alumbramiento total
Ahora los Parlamento de los cuatro estados sudamericanos, así como el Europarlamento y el Consejo Europeo deberán refrendar el acuerdo y si todo sale según lo previsto estar vigente en 2026. Insisto en la idea de que todo debe salir bien, ya que no está exento de complicaciones su alumbramiento total.
De ratificarse supondrá, fundamentalmente para Europa, tener garantizadas sus cadenas alimentarias gracias a la importación en condiciones ventajosas de productos del primer sector, frente a la exportación de maquinaria y motor que desde el viejo continente se realizaría hacia el otro lado del Atlántico. Resumiéndolo mucho, cereales y frutas a cambio de coches.
La reacción del primer sector en toda Europa no se ha hecho esperar. Agricultores y ganaderos se han movilizado este fin de semana frente al Ministerio de Luis Planas. Se sienten amenazados por la posible competencia desleal de productos a los que no se les exigen las altas tasas de bien estar animal y la no utilización de determinados químicos, hormonas, pesticidas ... de las que están exentos los países del acuerdo Mercosur. Alimentos más baratos y de menor calidad. Aunque no todo el sector piensa igual, por ejemplo la industria vitivinícola ansía la llegada de este gran mercado para exportar sus caldos e incrementar así su cuenta de resultados.
Nunca llueve a gusto de todos, ni siquiera en la postura de los estados de la Unión. De los 27, Francia, Italia y Polonia son escépticos e incluso contrarios al acuerdo. Macrón, en horas políticas bajas ha prometido defender su agricultura y su soberanía alimentaria con uñas y dientes. En la misma linea autárquica está Italia, que pide mayores garantías para los agricultores europeos.
En la postura opuesta Alemania y España que defienden lo que califican como el mayor logro en materia de política exterior de la UE por favorecer el flujo comercial, el crecimiento económico y la creación de empleo. Ni que decir tiene que la ultraderecha antieuropeísta está capitalizando las protestas. En el Estado Español, Vox se frota las manos haciendo del populismo agrario una herramienta como ya hemos visto en otras ocasiones en las que el campo se ha movilizado.
Puedo comprender el malestar de quienes ven como un sector que ha sufrido tanto, con una media de edad elevada, sin relevo generacional asegurado, esto supondrá una nueva espada de Damocles a su viabilidad y su competencia. Creo que los estados europeos tendrían que, en el marco del acuerdo, garantizar que los alimentos producidos fuera de la UE tengan las mismas garantías que los producidos por los 27.
Sin alianzas somos débiles, sin liderazgos con altura de miras, vulnerables al cortoplacismo
Sin embargo, considero que es un acuerdo importantísimo, vital, una grandísima oportunidad en un contexto mundial donde el peso de la alianza europea ha quedado ninguneada y en serio riesgo. Sin voz, ni peso Saturno puede llegar a devorar a sus propios hijos desde el mismo seno de la Unión. Sin alianzas somos débiles, sin liderazgos con altura de miras, vulnerables al cortoplacismo.
Llegar a 2026 con el mayor mercado de libre comercio nos pone de nuevo en el mapa como una actor relevante. Por si Europa dejase pasar esta oportunidad, el dragón Chino ya ha empezado a implantarse en en la zona, a la espera de que que la bella princesa repose a lomos del toro blanco de la discordia entre sus miembros.