Talgo, Sidenor y el poder del arraigo
- El arraigo es un concepto de quita y pon, que se utiliza cuando conviene y se olvida cuando toca
- Más información: Talgo reúne a su consejo con la oferta sobre la mesa
- Más información: El Gobierno bendice a Jainaga con una visita a Sidenor
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- Talgo reúne al consejo de administración con la oferta de Sidenor encima de la mesa
El culebrón de Talgo y Sidenor se acerca a su final. O eso parece. Este mismo jueves se reúne el consejo de administración de la ferroviaria, donde sin duda se analizará la oferta de José Antonio Jainaga.
Si yo fuera el industrial vasco, estaría un poco hasta el gorro, por decirlo suavemente, de tantas exigencias que se filtran o de tantas filtraciones que se exigen, para el caso patatas, porque más allá de todo lo dicho y publicado -ay, los bulos-, en este tira y afloja es él quien tiene la sartén por el mango. El comprador, que es el cliente, siempre tiene la razón.
Claro que los intereses de la operación son tantos y de tan diferente color que quizás se imponga la paciencia del interesado. O la cuestión de estado, por así decirlo. Pero, pase lo que pase, queda otra vez claro como el agua ese poder casi omnímodo del arraigo.
El arraigo es un concepto de quita y pon, que se utiliza cuando conviene y se olvida cuando toca, sin que nadie se despeine al hablar de ello en uno u otro sentido. Ahora todos, hasta en los Palacios de Moncloa o Ajuria Enea, quieren que Talgo mantenga su arraigo.
En el caso del lehendakari, Imanol Pradales, la petición es arraigar a Euskadi una empresa que realmente es vasca de origen pero tiene plantas en diferentes lugares y, lo más importante, cuenta con accionistas de todo tipo y condición.
En el caso del Gobierno que dirige Pedro Sánchez no existen dudas, como quedó claro en la reciente visita de Óscar Puente al empresario vasco. La mejor opción es Sidenor porque prefiere evitar a los socios húngaros, polacos e indios que se han interesado por comprar.
Yo arraigo, tú arraigas y él arraiga. Pero lo que hace falta es poner pasta suficiente y/o convencer a Trilantic por fin.
Arraigos (o desarraigos) aparte, la operación tiene mucha miga tanto por esa confluencia de lo político y lo empresarial como para el innegable impacto que tendría en la economía vasca. Así que estaremos atentos a si Trilantic se decide a vender, si Jainaga sube la puja o si otros accionistas mueven ficha. Pero, eso sí, que sea pronto, por favor.