La plantilla pide futuro para Bridgestone.

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Opinión

Pelos en la gatera

Acordar, pactar casi siempre implica abandonar posiciones maximalistas con el fin debuscar un bien mayor: el acuerdo

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“Dos no discuten, si uno no quiere”. La frase que mi madre nos ha recordado a mis hermanas y a mí en múltiples ocasiones, puede trabajarse a la inversa en algo que podría quedar más o menos así: “Dos no pactan, si uno no quiere”.

Acordar, pactar casi siempre implica abandonar posiciones maximalistas con el fin de buscar un bien mayor: el acuerdo. Lograrlo supone ser generoso y ceder, para buscar aquello que nos une, y obviar lo que nos separa.

En los últimos días asistimos como espectadores, a diferentes negociaciones que buscan acuerdos, y en todas ellas está claro que no todos parten con la misma ventaja, lo cual deja bastante claro a priori, a quien le va a tocar ceder más.

Si por ejemplo, miramos lo que acontece en torno a la guerra de Ucrania, somos conscientes de que tras el espectáculo vivido estando Zelenski en La Casa Blanca, la posición del presidente ucraniano no es precisamente de fuerza. Bien al contrario, casi sin cartas para jugar, ha ido cediendo en todo: territorios, tierras raras, central nuclear de Zaporiya, olvidar la idea de entrar en la OTAN… básicamente en todo, hasta el punto de que más que una negociación, parece una rendición.

Más cerca, aquí en Euskadi, nos hemos encontrado con el llamamiento del lehendakari Pradales a la patronal y a los sindicatos, para que se sienten a negociar, intentando recuperar así el diálogo social, en el que se aborden cuestiones importantes para todos.

Si patronal y sindicatos deciden que es oportuno sentarse en la misma mesa, eso debería ser para abordar no una o dos cuestiones puntuales, sino todo aquello que afecta en este momento al mercado laboral, que es mucho

La iniciativa por parte del lehendakari es buena, y además es loable que busque intermediar en la medida de lo posible, ante una situación encallada. Sin embargo, no parece fácil que se logren resultados al menos en el corto plazo, si tenemos en cuenta las posiciones de partida.

Dos son los temas prioritarios que deberían ocupar esos posibles encuentros: el absentismo, por un lado, y el Salario Mínimo Vasco, por otro. Lo cierto es que a estas alturas de la película lo que piensan unos y otros, respecto a ambas cuestiones es sobradamente conocido y diametralmente opuesto.

Volvemos aquí seguramente a clamar en el desierto, pero no por eso vamos a dejar de intentarlo. Si patronal y sindicatos deciden que es oportuno sentarse en la misma mesa, eso debería ser para abordar no una o dos cuestiones puntuales, sino todo aquello que afecta en este momento al mercado laboral, que es mucho.

Fácil desde luego no es, cuando las consignas que lanza el sindicato mayoritario aquí es que la confrontación es la única salida. Con ese punto de partida desde luego, se hace todo muy cuesta arriba.

Y mientras no se habla, de nada con carácter bilateral, pero se comenta todo de forma unilateral, siguen lloviendo noticias nefastas para las empresas, como es el caso de la planta que Bridgestone tiene en Basauri y que anuncia más de 300 despidos. Y van ya unas cuantas de las empresas emblemáticas, que en las últimas semanas trasladan problemas y decisiones claramente dolorosas.

La huelga es el resultado de un fracaso. Una falta de acuerdo entre las partes

La respuesta inmediata es el anuncio de huelga, la confrontación. Ninguna duda de que la huelga es un derecho, pero su abuso no es bueno, y aquí exhibimos el número de huelgas como trofeos. La huelga es el resultado de un fracaso. Una falta de acuerdo entre las partes. Una interlocución fallida por los motivos que sean, pero en cualquier caso no es el triunfo de nadie. Es un fracaso colectivo. Y cuantas más huelgas hay, peor se nos ponen las cosas dentro y fuera. Las huelgas se asocian con la conflictividad y en momentos de incertidumbre, la conflictividad puede decantar la balanza para que se tomen decisiones que una vez adoptadas, resultan inamovibles.

Derecho a la huelga, por supuesto, pero un uso responsable del mismo, sin ningún lugar a dudas.

Y antes de llegar a eso, dialogar, conversar y hablar el tiempo que haga falta, hasta
conseguir acuerdos. Para eso por supuesto hay que abandonar posiciones maximalistas y practicar la generosidad.

Un mal acuerdo, siempre es mejor que un desacuerdo y eso implica que todos dejemos pelos en la gatera. Se llama: negociar.